La Iglesia ha querido recordar que en el cielo hay innumerables santos que no cabrían en el calendario. Por eso nos regala esta solemne fiesta de Todos los Santos que abarca a todos nuestros hermanos que ya están en el cielo. Multitudes de santos desconocidos por nosotros pero amadísimos de Dios. La fiesta de Todos los Santos no es sólo recordar sino también es una llamada a que vivamos nuestra vocación a la santidad según nuestros propios estados de vida, de consagración y de servicio. Dios nos creó para que seamos santos. El Papa Benedicto XVI en relación con esta solemnidad nos dice: ”Este es el significado de la solemnidad de hoy: al contemplar el luminoso ejemplo de los santos, suscitar en nosotros el gran deseo de ser como los santos, felices por vivir cerca de Dios, en su luz, en la gran familia de los amigos de Dios. Ser santo significa vivir cerca de Dios, vivir en su familia.” Desde la Iglesia primitiva, los cristianos siempre hemos venerado a los mártires porque reconocemos su virtud heroica. Al guardar en nuestros corazones sus memorias y su ejemplo, nos animan a vivir también nosotros la radicalidad del Evangelio. Es por ello que se guardan sus reliquias. Estas pueden ser partes de sus cuerpos o de sus ropas u otros artículos asociados con ellos. Vemos como los cristianos del primer siglo guardaban hasta las ropas y pañuelos que san Pablo hubiese tocado (Hechos 19,12). Durante la persecución de Diocleciano (284-305) hubo tantos mártires que no se podían conmemorar todos. Así surgió la necesidad de una fiesta en común la cual se comenzó a celebrar, aunque en diferentes fechas, a partir del siglo IV. La Roma pagana observaba el fin del año el 21 de febrero con una fiesta llamada Feralia, para darle descanso y paz a los difuntos. Se rezaba y hacían sacrificios por ellos. Con la cristianización del imperio, los papas pudieron reemplazar las prácticas paganas. El 13 de Mayo del 609 ó 610, el papa Bonifacio IV consagró el Panteón Romano (donde antes se honraba a dioses paganos) para ser templo de la Santísima Virgen y de todos los Mártires. Fue así que comenzó la fiesta de todos los santos. Gregorio III (731-741) la transfirió al 1 de Noviembre. Gregorio IV (827-844) extendió esta fiesta a toda la Iglesia. .
sábado, 1 de noviembre de 2008
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