TODOS LOS SANTOS

sábado, 17 de marzo de 2018

SANTA GERTRUDIS DE NIVELLES



Gertrudis de Nivelles, Santa

Abadesa, 17 de marzo

 Fuente: Vida de los Santos

Abadesa

Martirologio Romano: En Nivelles, en Brabante, santa Gertrudis, abadesa, la cual, nacida de muy preclara estirpe, recibió de san Amadeo el sagrado velo de las vírgenes, presidió sabiamente el monasterio construido por su madre y, asidua en la lectura de las Escrituras, consumió su vida con la austeridad de vigilias y ayunos († 659).

Etimológicamente: Gertrudis = Aquella que es una defensora fiel, es de origen germánico.

Breve Biografía

Santa Gertrudis, hija menor del Pipino de Landen y de Itta, Ida o Iduberga, nació en Landen en 626. Tenía un hermano, Grimoaldo, quien sucedió a su padre, y una hermana, santa Begga, quien se casó con el hijo de san Arnulfo de Metz.

Gertrudis fue educada muy esmeradamente por sus padres, quienes pronto descubrieron su inclinación por la vida religiosa. Cuando tenía cerca de 10 años, su padre dio una fiesta a la que asistió el rey Dagoberto y los nobles más prominentes de Austrasia. Uno de los nobles pidió al rey que le otorgara la mano de Gertrudis para uno de sus hijos ahí presentes. Dagoberto, pensando halagar a la niña, la mandó llamar y señalando hacia el apuesto joven le preguntó si deseaba casarse con él. Para sorpresa suya, Gertrudis le contestó que ella nunca tomaría esposo y que deseaba tener a Cristo Jesús por su único amo y Señor. Nadie se opuso a la determinación de la niña, antes bien fue elogiada por el rey y los cortesanos.

Al quedar viuda, Itta consultó a san Amando obispo de Maestricht, sobre cuál sería la mejor forma de que ella y su hija sirvieran a Dios. Siguiendo el consejo del obispo, comenzó a construir un monasterio en Nivelles. Para evitar toda tentación en contra de la vocación de Gertrudis, su madre le cortó el pelo y afeitó su cabeza. Cuando la nueva fundación fue terminada, madre e hija ingresaron a ella. Itta insistió en que su hija fuera superiora, aunque de vez en cuando la asistiría con su consejo. La joven abadesa probó ser capaz de desempeñar atinadamente su cargo. No sólo se ganó el respeto de las religiosas, sino también el de muchos peregrinos de categoría que visitaban la casa.

Itta murió en 625, santa Gertrudis encomendó entonces muchas de las labores de la administración externa a otras personas. Esto le permitió dedicar más tiempo al estudio de las Sagradas Escrituras, así como imponerse mayores mortificaciones. Tan severamente había tratado su cuerpo, que a la edad de 30 años estaba completamente extenuada por el continuo ayuno y falta de sueño. Decidió dejar el cargo a su sobrina Wulfetrudis, a la que había preparado y sólo contaba 20 años de edad. La santa se dedicó entonces a prepararse para la muerte, aumentando sus devociones y disciplinas.

Sus biógrafos cuentan que una vez, cuando Gertrudis estaba en la iglesia, una esfera de fuego apareció sobre su cabeza y alumbró el recinto durante media hora. A pesar de su santidad, cuando llegó su hora, tenía miedo de haber sido indigna y entonces envió recado a san Ultan, que estaba en Fosses, para saber si había tenido alguna revelación que se refiriera a ella. El santo hombre mandó decirle que moriría al día siguiente, mientras se celebraba la santa misa, pero que no tuviera miedo, porque san Patricio, junto con muchos ángeles y santos, la esperaban para recibir su alma. Santa Gertrudis acogió con regocijo el mensaje y el 17 de marzo, mientras el sacerdote estaba diciendo las oraciones que preceden al prefacio, entregó su alma a Dios. Siguiendo sus deseos, fue enterrada con su cilicio puesto, sin sudario o mortaja, y su cabeza fue envuelta en un velo viejo que una religiosa había dejado allí, a su paso por el convento.

Santa Gertrudis ha sido invocada como la patrona de los viajeros, probablemente debido al interés que mostraba por los peregrinos y también por el rescate milagroso de unos monjes que la invocaron durante un gran peligro en el mar. Existía la costumbre de tomar una copa de despedida en su honor, antes de comenzar un viaje. Se conserva aún una copa que se usaba con este propósito en Nivelles, junto con algunas otras reliquias. El pueblo la veneraba como la patrona de las almas que iban de viaje al otro mundo; decían que las almas viajaban por tres días y se hospedaban la primera noche con ella y la segunda con san Miguel.

El símbolo con el que la suelen representar es un ratón. Suelen pintar uno o dos ratones subiendo a su bastón pastoral o jugando sobre su rueca. Nunca se ha dado una explicación satisfactoria a este simbolismo, aunque se han hecho muchas conjeturas: una de ellas es que el diablo en forma de ratón, solía enredarle el hilo mientras hilaba para hacerle perder la paciencia.

¡Felicidades a quien lleve este nombre!

jueves, 15 de marzo de 2018

Luisa de Marillac, Santa






Luisa de Marillac, Santa
Patrona de la Asistencia Social, 15 de marzo


Por: n/a | Fuente: Corazones.org 

Fundadora, con San Vicente de Paúl,
de la Hijas de la Caridad.
Martirologio Romano: 

En París, en Francia, santa Luisa de Marillac, viuda, que con el ejemplo formó el Instituto de Hermanas de la Caridad para ayuda de los necesitados, completando así la obra delineada por san Vicente de Paúl († 1660).

Fecha de canonización: 11 de marzo de 1934 por el Papa Pío XI

Etimológicamente: Luisa = Aquella que es famoso en la guerra, es de origen germánico.
Breve Biografía

Nació en París en 1591, Hija de Louis de Marillac, señor de Ferrieres. Perdió a su madre desde temprana edad, pero tuvo una buena educación, gracias, en parte, a los monjes de Poissy, a cuyos cuidados fue confiada por un tiempo, y en parte, a la instrucción personal de su propio padre, que murió cuando ella tenía poco más de quince años. Luisa había deseado hacerse hermana capuchina, pero el que entonces era su confesor, capuchino él mismo, la disuadió de ello a causa de su endeble salud. Finalmente se le encontró un esposo digno: Antonio Le Gras, hombre que parecía destinado a una distinguida carrera y que ella aceptó. Tuvieron un hijo. En el período en que Antonio estuvo gravemente enfermo, ella lo cuidó con esmero y completa dedicación.. Desgraciadamente, Luisa sucumbió a la tentación de considerar esta enfermedad como un castigo por no haber mostrado su agradecimiento a Dios, que la colmaba de bendiciones, y estas angustias de conciencia fueron motivos de largos períodos de dudas y aridez espiritual. Tuvo, sin embargo, la buena fortuna de conocer a San Francisco de Sales, quien pasó algunos meses en París, durante el año 1619. De él recibió la dirección más sabia y comprensiva. Pero París no era el lugar del santo.
Un poco antes de la muerte de su esposo, Luisa hizo voto de no contraer matrimonio de nuevo y dedicarse totalmente al servicio de Dios. Después, tuvo una extraña visión espiritual en la que sintió disipadas sus dudas y comprendió que había sido escogida para llevar a cabo una gran obra en el futuro, bajo la guía de un director a quien ella no conocía aun. Antonio Le Gras murió en 1625. Pero ya para entonces Luisa había conocido a "Monsieur Vicente", quien mostró al principio cierta renuncia en ser su confesor, pero al fin consintió. San Vicente en aquel tiempo estaba organizando sus "Conferencias de Caridad", con el objeto de remediar la espantosa miseria que existía entre la gente del campo, para ello necesitaba una buena organización y un gran numero de cooperadores. La supervisión y la dirección de alguien que infundiera absoluto respeto y que tuviera, a la vez, el tacto suficiente para ganarse los corazones y mostrarles el buen camino con su ejemplo.

A medida que fue conociendo más profundamente a "Mademoiselle Le Gras", San Vicente descubrió que tenía a la mano el preciso instrumento que necesitaba. Era una mujer decidida y valiente, dotada de clara inteligencia y una maravillosa constancia, a pesar de la debilidad de salud y, quizás lo más importante de todo, tenía la virtud de olvidarse completamente de si misma por el bien de los demás. Tan pronto como San Vicente le habló de sus propósitos, Luisa comprendió que se trataba de una obra para la gloria de Dios. Quizás nunca existió una obra religiosa tan grande o tan firme, llevada a cabo con menos sensacionalismo, que la fundación de la sociedad, que fue conocida como "Hijas de la Caridad" y que se ha ganado el respeto de los hombres de la más diversas creencias en todas partes del mundo. Solamente después de cinco años de trato personal con Mlle. Le Gras, Monsieur Vicente, que siempre tenía paciencia para esperar la oportunidad enviada por Dios, mandó a esta dama devota, en mayo de 1629, a hacer lo que podríamos llamar una visita a "La Caridad" de Montmirail. Esta fue la precursora de muchas misiones similares y, a pesar de la mala salud de la señorita, tomada muy en cuenta por San Vicente, ella no retrocedió ante las molestias y sacrificios.

En 1633, fue necesario establecer una especie de centro de entrenamiento o noviciado, en la calle que entonces se conocía como Fosses-Saint-Victor. Ahí estaba la vieja casona que Le Gras había alquilado para sí misma después de la muerte de su esposo, donde dio hospitalidad a las primeras candidatas que fueron aceptadas para el servicio de los pobres y enfermos; cuatro sencillas personas cuyos verdaderos nombres quedaron en el anonimato. Estas, con Luisa como directora, formaron el grano de mostaza que ha crecido hasta convertirse en la organización mundialmente conocida como Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Su expansión fue rápida. Pronto se hizo evidente que convendría tener alguna regla de vida y alguna garantía de estabilidad. Desde hacía tiempo, Luisa había querido ligarse a este servicio con voto, pero San Vicente, siempre prudente y en espera de una clara manifestación de la voluntad de Dios, había contenido su ardor. Pero en 1634, el deseo de la santa se cumplió. San Vicente tenía completa confianza en su hija espiritual y fue ella misma la que redactó una especie de regla de vida que deberían seguir los miembros de la asociación. La sustancia de este documento forma la médula de la observancia religiosa de las Hermanas de la Caridad Aunque éste fue un gran paso hacia adelante, el reconocimiento de las Hermanas de la Caridad como un instituto de monjas, estaba todavía lejos.

En la actualidad, la blanca cofia y el hábito azul al que sus hijas han permanecido fieles durante cerca de 300 años, llaman inmediatamente la atención en cualquier muchedumbre. Este hábito es tan sólo la copia de los trajes que antaño usaban las campesinas. San Vicente, enemigo de toda pretensión, se opuso a que sus hijas reclamaran siquiera una distinción en sus vestidos para imponer ese respeto que provoca el hábito religioso. No fue sino hasta 1642, cuando permitió a cuatro miembros de su institución hacer votos anuales de pobreza, castidad y obediencia y, solamente 13 años después, obtuvo en Roma la formal aprobación del instituto y colocó a las hermanas definitivamente bajo la dirección de la propia congregación de San Vicente. Mientras tanto, las buenas obras de las hijas de la caridad se habían multiplicado aceleradamente. En el desarrollo de todas estas obras, Mlle. Le Gras soportaba la parte más pesada de la carga. Había dado un maravilloso ejemplo en Angers, al hacerse cargo de un hospital terriblemente descuidado. El esfuerzo había sido tan grande, que a pesar de la ayuda enorme que le prestaron sus colaboradores, sufrió una severa postración que fue diagnosticada erróneamente, como un caso de fiebre infecciosa. En París había cuidado con esmero a los afectados durante una epidemia y, a pesar de su delicada constitución, había soportado la prueba. Los frecuentes viajes, impuestos por sus obligaciones, habrían puesto a prueba la resistencia de un ser más robusto; pero ella estaba siempre a la mano cuando se la requería, llena de entusiasmo y creando a su alrededor una atmósfera de gozo y de paz. Como sabemos por sus cartas a San Vicente y a otros, solamente dos cosas le preocupaban: una era el respeto y veneración con que se le acogía en sus visitas; la otra era la ansiedad por el bienestar espiritual de su hijo Miguel.

En el año de 1660, San Vicente contaba ochenta años y estaba ya muy débil. La santa habría dado cualquier cosa por ver una vez más a su amado padre, pero este consuelo le fue negado. Sin embargo, su alma estaba en paz; el trabajo de su vida había sido maravillosamente bendecido y ella se sacrificó sin queja alguna, diciendo a las que la rodeaban que era feliz de poder ofrecer a Dios esta última privación. La preocupación de sus últimos días fue la de siempre, como lo dijo a sus abatidas hermanas: "Sed empeñosas en el servicio de los pobres... amad a los pobres, honradlos, hijas mías, y honraréis al mismo Cristo". Santa Luisa de Marillac murió el 15 de marzo de 1660; y San Vicente la siguió al cielo tan sólo seis meses después. Fue canonizada en 1934.


Oración
¡Oh gloriosa santa Luisa de Marillac!
esposa fiel, madre modelo.
formadora de catequistas,
maestras y enfermeras,
ven en nuestra ayuda y alcanza del Señor:
socorro a los pobres,
alivio a los enfermos,
protección a los desamparados,
caridad a los ricos,
conversión a los pecadores,
vitalidad a nuestra Iglesia,
y paz a nuestro pueblo.
Cuida nuestro hogar y cuanto hay en él.
Amén

lunes, 12 de marzo de 2018

SAN LUIS ORIONE,




Sacerdote y Fundador

Martirologio Romano: En Sanremo, en la región de Liguria, en Italia, san Luis Orione, presbítero, que instituyó la Pequeña Obra de la Divina Providencia, para bien de los jóvenes y de todos los marginados. ( 1940)
Fecha de beatificación: 26 de octubre de 1980 por S.S. Juan Pablo II
Fecha de canonización: 16 de mayo de 2004, durante el pontificxado de S.S. Juan Pablo II
Breve Biografía

Luis Orione nació en Pontecurone, diócesis de Tortona, el 23 de junio de 1872. A los 13 años fue recibido en el convento franciscano de Voghera (Pavía) que abandonó después de un año por motivos de salud. De 1886 a 1889 fue alumno de San Juan Bosco en el Oratorio de Valdocco de Turín.

El 16 de octubre de 1889 entró en el seminario de Tortona. Siendo todavía un joven clérigo, se dedicó a vivir la solidaridad con el prójimo en la Sociedad de Mutuo Socorro San Marciano y en la Conferencia de San Vicente. El 3 de julio de 1892, abrió en Tortona el primer Oratorio para cuidar la educación cristiana de los jóvenes. Al año siguiente, el 15 de octubre de 1893, Luis Orione, un clérigo de 21 años, abrió un colegio para chicos pobres en el barrio San Bernardino.

El 13 de abril de 1895, Luis Orione fue ordenado sacerdote y, al mismo tiempo, el Obispo impuso el hábito clerical a seis alumnos de su colegio. En poco tiempo, Don Orione abrió nuevas casas en Mornico Losana (Pavía), en Noto (Sicilia), en Sanremo, en Roma.

Alrededor del joven Fundador crecieron clérigos y sacerdotes que formaron el primer núcleo de la Pequeña Obra de la Divina Providencia. En 1899 inició la rama de los ermitaños de la Divina Providencia. El Obispo de Tortona, Mons. Igino Bandi, con Decreto del 21 de marzo de 1903, reconoció canónicamente a los Hijos de la Divina Providencia (sacerdotes, hermanos coadjutores y ermitaños), congregación religiosa masculina de la Pequeña Obra de la Divina providencia, dedicada a «colaborar para llevar a los pequeños, los pobres y el pueblo a la Iglesia y al Papa, mediante las obras de caridad», profesando un IV voto de especial «fidelidad al Papa».En las primeras Constituciones de 1904, entre los fines de la nueva Congregación aparece el de trabajar «para alcanzar la unión de las Iglesias separadas».

Animado por una gran pasión por la iglesia y por la salvación de las almas, se interesó activamente por los problemas emergentes en aquel tiempo, como la libertad y la unidad de la Iglesia, la «cuestión romana», el modernismo, el socialismo, la cristianización de las masas obreras.

Socorrió heroicamente a las poblaciones damnificadas por los terremotos de Reggio y de Messina (1908) y por el de la Marsica (1915). Por deseo de Pío X fue Vicario General de la diócesis de Messina durante tres años.

A los veinte años de la fundación de los Hijos de la Divina Providencia, como en «una única planta con muchas ramas», el 29 de junio de 1915 dio inicio a la Congregación de las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad, animadas por el mismo carisma fundacional y, en el 1927, las Hermanas adoratrices Sacramentinas invidentes, a las que se añadirán después las Contemplativas de Jesús Crucificado.

Organizó a los laicos en las asociaciones de las «Damas de la Divina Providencia», los «Ex Alumnos» y los «Amigos». Después tomará cuerpo el Instituto Secular Orionino y el Movimiento Laical Orionino.

Después de la primera guerra mundial (1914-1918) se multiplicaron las escuelas, colegios, colonias agrícolas, obras caritativas y asistenciales. Entre las obras más características, creó los «Pequeños Cottolengos», para los que sufren y los abandonados, surgidos en la periferia de las grandes ciudades como «nuevos púlpitos» desde los que hablar de Cristo y de la Iglesia, «faros de fe y de humanidad».

El celo misionero de Don Orione, que ya se había manifestado con el envío a Brasil en 1913 de sus primeros religiosos, se extendió después a Argentina y Uruguay (1921), Inglaterra (1935) y Albania (1936). En 1921-1922 y en 1934-1937, él mismo realizó dos viajes a América Latina, Argentina, Brasil y Uruguay, llegando hasta Chile.

Gozó de la estima personal de los Papas y de las autoridades de la Santa Sede, que le confiaron numerosos y delicados encargos para resolver problemas y curar heridas tanto dentro de la Iglesia como en las relaciones con el mundo civil. Fue predicador, confesor y organizador infatigable de peregrinaciones, misiones, procesiones, «belenes vivientes» y otras manifestaciones populares de la fe. Muy devoto de la Virgen, promovió su devoción por todos los medios y, con el trabajo manual de sus clérigos, construyó los santuarios de la Virgen de la Guardia en Tortona y de la Virgen de Caravaggio en Fumo.

En el invierno de 1940, intentando aliviar los problemas de corazón y pulmones que sufría, fue a la casa de Sanremo, aunque, como decía, «no es entre las palmeras donde deseo vivir y morir, sino entre los pobres que son Jesucristo». Después de tan sólo tres días, rodeado del afecto de sus hermanos, Don Orione falleció el 12 de marzo de 1940, suspirando «!Jesús! !Jesús! Voy».

Su cuerpo, intacto en el momento de la primera exhumación en 1965, fue puesto en un lugar de honor en el santuario de la Virgen de la Guardia de Tortona, después de que, el 26 de octubre de 1980, Juan Pablo II inscribiera su nombre en el elenco de los Beatos.

Su Santidad Juan Pablo II lo canonizó el 16 de Mayo de 2004.

Reproducido con autorización de Vatican.va

jueves, 8 de marzo de 2018

HOY ES FIESTA DE SAN JUAN DE DIOS, PATRONO DE LOS QUE TRABAJAN EN HOSPITALES.



Hoy la Iglesia Católica celebra la Fiesta de San Juan de Dios, Fundador de la Comunidad de Hermanos Hospitalarios. El Santo nació y falleció un 8 de marzo, es Patrono de los que trabajan en hospitales y de los que propagan libros religiosos.
Cuando San Juan de Dios sintió que le llegaba la muerte, se arrodilló y exclamó: "Jesús, Jesús, en tus manos me encomiendo", y en ese momento falleció.
El Santo dirigió un hospital para los pobres, en donde trabajó incansablemente por diez años. Estaba en constantes ayunos y se trasnochaba ocupándose de los enfermos, sus continuos resfriados perjudicó su salud.
En una ocasión, su hospital se incendió y sin dudarlo San Juan de Dios entró varias veces a rescatar a los pacientes, cuando pasaba en medio de las llamas no sufrió ninguna quemaduras, logrando salvar la vida de todos los pobres a quienes se dedicaba con tanto amor.
Actualmente los religiosos Hospitalarios de San Juan de Dios se dedican al cuidado de los enfermos en sus cientos de casas ubicadas en diferentes partes del mundo.
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