TODOS LOS SANTOS

viernes, 31 de octubre de 2008

SAN JERÓNIMO HERMOSILLA Y SAN VALENTÍN DE BERRIOCHOA RELIGIOSOS Y MÁRTIRES

San Jerónimo Hermosilla

(1800-1861). Dominico español, misionero en Tonquín, Vietnam, donde recibió el martirio después de haber sido torturado en una jaula de 1.20 m de altura.
Jerónimo nació en septiembre de 1800 en la zona de La Rioja, concretamente en Santo Domingo de la Calzada, en el seno de una familia de economía muy modesta. Era el menor de nueve hermanos. En 1808 murió su padre y quedó a cargo de su hermana María Petra, que procuró darle la mejor educación y la mejor formación cristiana. A los 15 años de edad ingresó en el Seminario Diocesano de Valencia y, cuatro años después, pidió ser admitido en el real Convento de Santo Domingo de Valencia de los Padres Dominicos.
Sintió con toda fuerza que Dios le llamaba al trabajo de la evangelización en tierras del Extremo Oriente. En la ciudad de Manila (Filipinas) cursó los estudios de teología y recibió el Sacramento del Orden como presbítero. El 15 de mayo de 1829, en el norte de Vietnam, en la ciudad de Tonkín, palpó la terrible persecución y matanza a los cristianos que llevaba a cabo el emperador Minh-Manh. Jerónimo dedicó todas sus fuerzas al anuncio de la Buena Nueva con palabras y obras. ¡Al fin se hizo realidad su anhelo más preciado!
Era normal que sufriese una gran persecución hasta ser capturado y ordenada su muerte de martirio por medio de la espada e1 31 de octubre de 1861.

San Valentín de Berriochoa


Nace en 1827. Su padre era carpintero en Elorrio, Vizcaya. De pequeño ayudaba en el negocio familiar dándose buena maña.
A los dieciocho años ingresó en el seminario de Logroño bajo la advocación de santo Domingo, y antes de finalizar sus estudios fue ordenado sacerdote; decidió entrar como fraile dominico en el noviciado de Ocaña, pero su mayor ilusión era la de pertenecer a los Predicadores y partir como misionero para Asia (misión principal del noviciado).
En 1857 partió rumbo a Manila, donde preparó su misión para Tonkín, defendió a los nativos de las violentas persecuciones, fue nombrado coadjutor del obispo de Tonkín, García Sampedro, y más tarde llegaría a obispo.
Un día fue apresado con numerosos confesores, y dentro de jaulas de bambú, paseados por el lugar para el escarnio de los residentes y entablillados de cuello y pies, fueron conducidos al lugar de su muerte, donde, atados a un palo hincado en el suelo, fueron decapitados en 1861. Sus reliquias se conservan en su pueblo natal de Elorrio.






miércoles, 22 de octubre de 2008

SANTA MARÍA SALOMÉ

Santa María Salomé, esposa de Zebedeo, madre de Santiago y Juan, apóstoles preferidos de Jesús, fue también del grupo de amigos del maestro.
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Le pidió a Jesús los primeros puestos en el reino para sus hijos, aprendió del propio Cristo lecciones de humildad y servicio evangélico hasta la muerte.
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Santa María Salomé tenía tanto amor por Jesucristo, que le siguió hasta el Calvario, con Santa María Magdalena y María, madre del otro Santiago.
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Así, en el momento en que los discípulos abandonaban al Salvador, esta santa mujer le permaneció fiel.
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Ella proporcionó perfumes para ungir el cuerpo de Jesucristo y, el domingo, fue al santo sepulcro muy de mañana con sus dos compañeras.
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Allí, encontraron a un ángel que les anunció la resurrección de Jesucristo.

viernes, 17 de octubre de 2008

SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA



San Ignacio de Antioquía firmaba el 24 de agosto la carta que escribía, hacia el año 110, a los cristianos de Roma, a la Iglesia «que preside en la caridad», suplicándoles que no hicieran valer su dignidad para alejarle del martirio:
ejadme que reciba la luz pura. Mi deseo terreno ha quedado crucificado, y ya no queda en mí sino un agua pura que murmura: Ven hacia el Padre», «Contentaos con pedir que tenga fuerza, a fin de que sea cristiano no sólo de nombre, sino en la realidad».

Al tratar de Ignacio de Antioquía no es que se hable de él, se le escucha, puesto que confió a las páginas que escribió camino de su martirio uno de los más hermosos cantos que jamás hayan salido de un espíritu humano.

Himno de amor a Cristo y a su Iglesia; Ignacio nunca separa ambas cosas. Para él la señal infalible del amor de los bautizados hacia el Señor y la presencia del Espíritu en ellos consiste en la unidad de cada una de las Iglesias en torno a su obispo, y la de todas ellas en la única Iglesia:

«No tenéis que tener sino un solo sentir con vuestro obispo», escribe a los Efesios.

Les felicita, por otra parte, pues se encuentran estrechamente unidos, «como la Iglesia lo está con Jesucristo y Jesucristo con su Padre, dentro de la armonía de la unidad universal.».

Muy famoso entre los primeros mártires, quizás sirio de origen, probablemente discípulo de los apóstoles, y el cristiano de mayor reputación en tierras de Oriente después de la muerte de san Juan. Por eso debió de ser llamado como obispo a la sede de Antioquía, que había presidido el propio san Pedro.

La verdad de san Ignacio no está en esta identificación, sino en el hecho bien documentado de su largo viaje hasta la muerte, después de su condena, desde Antioquía a Roma, pasando por las costas de Asia Menor y Grecia, con una parada en Esmirna.

Su destino era morir en el circo romano para celebrar los triunfos del emperador Trajano en la Dacia, y en el curso de la navegación escribe cartas que son uno de los testimonios más impresionantes de la fe ante el martirio que nos ha legado la Iglesia primitiva; en especial la que dirige a los fieles de Roma, pidiéndoles que no intercedan por él a fin de que «nada me impida ahora alcanzar la herencia que me está reservada».

Custodiado por feroces guardias, «los diez leopardos», como él dice, Ignacio, sin alardes de jactancia ni gestos estoicos, ve la vida y la muerte como cosas entregadas, que casi no le pertenecen.

Oremos
Dios todopoderoso y eterno, que has querido que el testimonio de los mártires sea el honor de todo el cuerpo de tu Iglesia, concédenos que el martirio de San Ignacio de Antioquía, que hoy conmemoramos, así como le mereció a él una gloria eterna, así también nos dé a nosotros valor en el combate de la fe. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
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jueves, 16 de octubre de 2008

NOVENA A SANTA MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE



MÁXIMAS DE SANTA MARGARITA

"Dios es mi todo, y todo, fuera de El, es nada para mí".

"El Corazón de Jesús tanto cuidado tendrá de vosotros cuanto os confiéis y abandonéis a El".

"Cuando no miramos más que a Dios, ni buscamos otra cosa que su divina gloria, no hay nada que temer".

"En la voluntad de Dios encuentra su paz nuestro corazón y el alma su alegría y su descanso".

"Todas las más amargas amarguras no son más que dulzura en este adorable Corazón, donde todo se trueca en amor".

"Es preciso darlo todo para tenerlo todo; el amor divino no sufre mezcla de cosa alguna".

"Es bueno caminar por la fuerza de su Amor en sentido contrario a nuestras inclinaciones, sin Otro placer ni contento sino el de no tener ninguno".

"Las cruces, desprecios, dolores y aflicciones son los verdaderos tesoros de los amantes de Jesucristo crucificado".

"El mayor bien que podemos tener en esta vida es la conformidad con Jesucristo en sus padecimientos".

"El Corazón de Jesús es un tesoro oculto e infinito que no desea más que manifestarse a nosotros".


NOVENA

http://www.corazones.org/santos/margarita_maria_alacoque_oraciones.htm

martes, 14 de octubre de 2008

IMAGENES DE SANTA TERESA DE JESÚS: 15 DE OCTUBRE

Hoy recuerdo a mi padre, Jesús, era su cumpleaños.
(Qué en paz descase.)


Vuestra soy, para Vos nací,
¿Qué mandáis hacer de mí?

Soberana Majestad,
Eterna sabiduría,
Bondad buena al alma mía;
Dios, alteza, un ser, bondad,
La gran vileza mirad,
Que hoy os canta amor así.

¿Qué mandáis hacer de mí?




Vuestra soy, pues me criastes,
Vuestra, pues me redimistes,
Vuestra, pues que me sufristes,
Vuestra, pues que me llamastes,
Vuestra, porque me esperastes,
Vuestra, pues no me perdí.


¿Qué mandáis hacer de mí?



¿Qué mandáis, pues, buen Señor,
Que haga tan vil criado?
¿Cuál oficio le habéis dado
A este esclavo pecador?
Veisme aquí, mi dulce Amor,
Amor dulce, veisme aquí,

¿Qué mandáis hacer de mí?


Veis aquí mi corazón,
Yo le pongo en vuestra palma,
Mi cuerpo, mi vida y alma,
Mis entrañas y afición;
Dulce Esposo y redención
Pues por vuestra me ofrecí.

¿Qué mandáis hacer de mí?


ORACIÓN A SANTA TERESA DE JESÚS

Santa Teresa, esposa virgen, especialmente amada del Crucificado, y doctora de la Iglesia, alcánzame que a imitación tuya prefiera cumplir la voluntad y ganar la amistad el Sumo Bien, antes que todos los goces de la tierra. Dame fortaleza para seguir tu ejemplo de servir públicamente a Cristo con la perfección que Él pide, a pesar de todas las contradicciones. Y que con tu auxilio pueda superar las dificultades de esta vida y merecer el descanso sin fin del cielo. Amén.

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