TODOS LOS SANTOS

miércoles, 25 de noviembre de 2009

SANTA CATALINA DE ALEJANDRÍA



Santa Catalina nació en una de las bonitas ciudades de Egipto, Alejandría, la segunda más importante en número de habitantes de este país. Quien ha estado en ella, habrá podida comprobar que se respira encanto por todas partes, no en vano allí estuvo el Faro -una de las siete maravillas del mundo- y la gran biblioteca alejandrina, ambas desaparecidas. Fue una de los grandes focos de sabiduría, allí nacieron muchos de los grandes teólogos del cristianismo, los llamados "padres de la Iglesia" como: Orígenes (s.III), Atanasio el Grande (s.III-IV) y San Cirilo (S.IV-V) entre otros. Al final de este especial te daré enlaces interesantes sobre esta ciudad que no te puedes perder.
Una santa con el don de convencer

Santa Catalina nació en el siglo III en el seno de una noble familia rodeada de criados y riquezas. Todos los que escriben sobre ella nos la presentan como una gran estudiante, especialmente en "letras". Alejandría estaba por aquél entonces bajo el dominio del emperador Maximino, que hacia el año 310, promulgó un edicto, en el que ordenaba que acudieran a la ciudad todos los habitantes de la comarca para ofrecer sacrificios a los dioses, castigando severamente a cuantos se negasen.

Dice la tradición que nuestra santa se presentó ante él y mantuvo un largo debate sobre el creador del mundo y las leyes que lo rigen. Maximino, pro fundamente impresionado por su belleza y sabiduría, decidió encontrarse de nuevo con ella en otra ocasión para seguir debatiendo. Lo que no sabía nuestra santa, es que el emperador reuniría a los 50 sabios más importantes de la ciudad. La víspera de este gran debate, un ángel se apareció a Catalina y le dijo que no temiese, pues el Cielo le comunicaría abundancia de luz. Llegó el día y sentaron a nuestra amiga en medio de los filósofos y el más anciano de todos ellos fue el primero en hablar. Intentó persuadir a Catalina de que debía adorar al Sol bajo el nombre del dios Apolo. Adujo que el astro rey es el que rige las estaciones del año, fertiliza los campos, pinta las flores y produce los metales en las entrañas de la tierra. Catalina respondió: "Si el Sol es el más hermoso de todos los astros, toda la luz con que brilla se la debe a la magnificencia de Dios". Nuestra santa añadió que el mismo Sol se oscureció cuando Jesús murió en la cruz. La verdad es que Santa Catalina dijo muchas más cosas que convencieron no solamente al filósofo más anciano, sino a todos los que participaban en aquel debate que rehusaron contradecirla. El emperador Maximino, furioso, condenó a muerte a todos ellos y después sometió a Catalina al martirio en la rueda de molino llena de clavos.

En la imagen que puedes ver de Santa Catalina, se apreciar como lleva en su mano derecha la rueda de molino con la que fue martirizada. En su mano izquierda trae la palma -señal que falleció mártir- y el libro de Evangelio. Una leyenda cuenta que una vez muerta, los ángeles la enterraron en el Monte Sinaí, donde más tarde se alzó un monasterio bajo su nombre.


Protección y devoción

La Facultad de Teología de París eligió a Santa Catalina como patrona; esta protección se hace extensiva a todos los filósofos. La tradición la considera también como protectora de las chicas jóvenes que buscan novio (junto a San Antonio de Padua y Santa Gema), y se dice que el anillo de compromiso siempre estará a salvo si antes de la boda se consagra a la santa, o sea, que el matrimonio será feliz. Es también la patrona de la ciudad de Jaén. Hace siglos, los estudiantes de Catalunya la tenían también como abogada.

El templo más importante que tiene dedicado es el del Monasterio ortodoxo del Sinaí (Egipto). Te invito a visitar estas páginas donde verás fotos del mencionado monasterio y datos sobre él:


http://www.bibleplaces.com/jebelmusa.htm
http://www.touregypt.net/mountmoses.htm
http://www.touregypt.net/catherines.htm

Como ya sabes, en el Monte Sinaí Moisés recibió las Tablas de la Ley por parte de Dios. En el monasterio hay incluso una zarza que simboliza la que representaba a Dios cuando se apareció a Moisés.

http://www.arcangelrafael.com.ar/osantacatalina.html

martes, 17 de noviembre de 2009

SANTA ISABEL DE HUNGRÍA (17 de Noviembre)

Este 17 de noviembre, recordamos a Santa Isabel de Hungría, quien descansó en el Señor en 1231, hace casi ocho siglos. Su padre fue Andrés, justo y piadoso rey de Hungría. Esta bella princesa vivió en la tierra solamente 24 años y la Iglesia ha visto en ella un modelo admirable de donación completa de sus bienes y de su vida entera a favor de los pobres y de los enfermos.

Desde los 4 años de edad sus padres la prometieron en matrimonio y a los 14 años ya la habían casado con el príncipe Luis de Turingia. Tuvieron tres hijos y se amaron intensamente. Isabel comprendió profundamente el sentido del sacramento del matrimonio que está en poner a Dios primero de manera que el amor conyugal se alimente de Cristo y manifieste a Cristo. "Si yo amo tanto a una criatura mortal --le confiaba la joven princesa a su mejor amiga--, ¿cómo no debería amar al Señor inmortal, dueño de mi alma?"


Un día fue al templo vestida con los más exquisitos lujos, como era normal en una princesa, pero al ver la imagen de Cristo Crucificado pensó: "¿Jesús en la Cruz despojado de todo y coronado de espinas, y yo con corona de oro y vestidos lujosos?". Y nunca más volvió a ir con lujos al templo de Dios.

No tenía ningún apego a las riquezas de este mundo y, por el contrario, se sintió siempre atraída hacia una vida espiritual y a intentar aliviar aquí en la tierra los sufrimientos de cuantos la rodeaban, llegando a ser llamada por la gente "la mamacita buena" y "Patrona de los pobres", lo que le creó muchos enemigos en su castillo, donde abundaban las intrigas, la envidia y la codicia.
Cuando ella sólo tenía veinte años, el esposo murió en el viaje de una Cruzada a defender la Tierra Santa. Renunció a propuestas que príncipes y poderosos le hacían para un nuevo matrimonio, incluso renunció a ser emperatriz al rechazar al emperador de Alemania. Su cuñado, el sucesor de su marido, la expulsó del castillo y tuvo que huir con sus tres hijitos, despojándola de su herencia y de toda ayuda material. Ella, que cada día daba de comer a 900 pobres en el castillo, ahora no tenía quién le diera para un desayuno.
Pero como Dios no abandona jamás a ninguno de sus hijos, sucedió más tarde que el rey de Hungría obtuvo que le devolvieran los bienes que le pertenecían como viuda y con ellos Isabel construyó un gran hospital para pobres y ayudó a miles de familias necesitadas. Un Viernes Santo se arrodilló ante un altar y delante de varios religiosos hizo voto de renunciar a todos sus bienes y de vivir totalmente pobre y de dedicarse por completo a ayudar a los más pobres, como San Francisco de Asís.
Cambió sus vestidos de princesa por un simple hábito de hermana franciscana, de tela burda y ordinaria, y dedicó el resto de su vida a atender a los pobrísimos enfermos del hospital que había fundado. Se propuso recorrer calles y campos pidiendo limosna para sus pobres. Vivía en una humilde choza, junto al hospital. Trabajaba sin descanso: cargaba lana, tejía y pescaba, con tal de obtener con qué compararles medicinas a sus enfermitos.

Un noble húngaro viajó a Turingia para conocer a Isabel, la hija de su rey, de cuyas penas había oído hablar. Al llegar al hospital fundado por la santa, encontró a Isabel sentada, hilando, vestida con su túnica burda. El hombre casi se fue de espaldas, se santiguó asombrado y exclamó: "¿Quién había visto hilar a la hija de un rey?" El noble intentó llevar a Isabel a Hungría en donde sería tratada con honor y reverencia, pero la santa se negó porque sus hijos, sus pobres y la tumba de su esposo estaban ahí, en Turingia.

Uno de los sacerdotes de ese tiempo escribió: "Afirmo delante de Dios que raramente he visto una mujer de una actividad tan intensa, unida a una vida de oración y de contemplación tan elevada". Religiosos franciscanos que la dirigían en su vida de total pobreza, afirmaron que varias veces, cuando ella regresaba de sus horas de oración, la vieron rodeada de resplandores y que sus ojos brillaban como luces muy resplandecientes.

El mismo día de la muerte de la santa, a un religioso se le destrozó un brazo en un accidente y estaba en cama sufriendo terribles dolores. De pronto vio aparecer a Isabel en su habitación, vestida con trajes hermosísimos. Él dijo: "Señora, usted que siempre ha vestido trajes tan pobres, ¿por qué ahora tan hermosamente vestida?". Y ella sonriente le dijo: "Es que voy para la gloria. Acabo de morir para la tierra. Estire su brazo que ya ha quedado curado". El paciente estiró el brazo que tenía totalmente destrozado y la curación fue completa e instantánea. Fueron tantos y tan grandes los milagros que Dios concedió por medio de Isabel, que movieron al Sumo Pontífice a declararla santa, cuando apenas habían pasado cuatro años de su muerte.
ORACIÓN

"Oh Dios misericordioso, alumbra los corazones de tus fieles; y por las súplicas gloriosas de Santa Isabel, haz que despreciemos las prosperidades mundanales, y gocemos siempre de la celestial consolación. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén."

viernes, 6 de noviembre de 2009

SAN SEVERO OBISPO Y MARTIR

(+ ca. 34)
De San Severo, obispo de Barcelona conforme a la tradición, y mártir durante la persecución de Diocleciano, apenas existe ninguna noticia segura. El eminente publicista Lorenzo Riber afirma que "no hay modo de determinar la fecha de su gobierno en aquella diócesis". Más aún: algunos historiadores han llegado a dudar de la misma existencia del Santo. En realidad, no poseemos documentos convincentes ni sobre su vida y su gobierno de la diócesis de Barcelona ni sobre su martirio. Las actas que de éste se conservan pertenecen a un período muy posterior, seguramente el siglo VI, en que tantas leyendas se consignaron en este género de literatura.

Indicaremos, pues, brevemente lo que nos transmite la tradición como más verosímil, a lo que añadiremos los hechos fundamentales que contienen estas actas posteriores.

Según se refiere, Severo nació en Barcelona de familia distinguida y recibió una esmerada educación, como a su rango correspondía. En el himno de su oficio se expresa claramente su condición de ciudadano de Barcelona. La tradición no nos comunica datos especiales sobre su vida anterior a su episcopado; pero da por supuesto que recibió una educación cristiana y que se dedicó al estado eclesiástico. En cambio, claramente consigna la noticia de que fue elevado al obispado de Barcelona, donde se distinguió por su celo por las almas, que Dios le había confiado.

Así, pues, Severo sería obispo de Barcelona en torno al año 300. La Iglesia de España había llegado, ya entonces, a un estado de relativa prosperidad, como lo demostró el concilio de Elvira, celebrado entre los años 300 y 305, al que asistieron representantes de toda la Península, y el gran número de mártires que en todas las regiones de España hubo durante la persecución de Diocleciano de 303 a 305. Particularmente la región Tarraconense, a la que pertenecía Barcelona, había dado ya muestras del arraigo del cristianismo en la persecución de Valeriano del año 256 con sus célebres mártires, el obispo San Fructuoso de Tarragona y sus dos diáconos Eulogio y Augurio. Así, pues. podemos fácilmente imaginarnos la nutrida y fervorosa cristiandad de Barcelona, y particularmente a su digno obispo Severo, que trataba de prepararla para las luchas que se avecinaban.

De hecho, aunque desde hacía largo tiempo disfrutaban los cristianos de relativa paz, que tanto les había servido para su reorganización y crecimiento, y el mismo Diocieciano (284-305) durante los doce primeros años de su gobierno usó con ellos una amplia tolerancia, ya a fines del siglo III, hacia el año 297, el césar Galerio había inducido al emperador a realizar una especie de depuración del ejército, por lo cual hubo por este tiempo algunos martirios. En España precisamente se inició con particular virulencia esta persecución, de la que fueron víctimas San Emeterio y Celedonio en Calahorra, San Marcelo en León, las Santas Justa y Rufina en Sevilla, y otros semejantes. Así, pues, ante el peligro que se cernía sobre los cristianos y que bien pronto estallaría en la más sangrienta de las persecuciones, el obispo Severo desarrollaría una intensa actividad apostólica, preparando a los fieles para los más difíciles combates por la fe e incluso para derramar la sangre por Cristo, si era necesario.

Bien pronto llegó la ocasión para muchos de probar con las obras lo que tal vez en su interior habían deseado y ofrecido a Dios. En efecto, la persecución de Diocleciano, debida en gran parte a la malevolencia de Galerio, del filósofo Hierocles y algunos cortesanos, estalló durante el invierno del año 202 al 203, y, en una serie de cinco edictos, fue agravando hasta lo sumo la situación de los cristianos. Por lo que a España se refiere, la tradición presenta al presidente Daciano, sobre el cual recientemente se han planteado diversos problemas, como enviado especial del emperador, que con inusitada crueldad aplicó en las diversas regiones de la Península las disposiciones imperiales, dando ocasión al heroísmo de insignes mártires.

Las actas posteriores, mezclando, como es costumbre de este género de literatura, los datos históricos con multitud de adiciones inciertas y legendarias, nos presenta a Daciano entrando en la provincia romana de Hispania por Gerona y Barcelona. Efectivamente, ya en su primer choque con la población cristiana, ocasionó los ilustres martirios de San Félix, en Gerona, y San Cucufate, en el Castro Octaviano, próximo a Barcelona, lugar ocupado hoy día por San Cugat del Vallés. Pero, apenas llegado a Barcelona, siguiendo Daciano la consigna de las últimas persecuciones, de procurar eliminar cuanto antes a los dirigentes cristianos, ordenó prender al obispo Severo, de cuya rectitud y ardiente celo estaba bien informado. Pues, si conseguía, a fuerza de tormentos, obligarlo a renegar públicamente de su fe, esto sería sumamente eficaz para obtener la apostasía de gran parte de las masas cristianas.

Al tener, pues, noticias el santo obispo Severo sobre las intenciones y órdenes del presidente, según refieren las actas y lo juzgamos sumamente verosímil, juzgó que era conveniente ocultarse, como habían hecho en otro tiempo San Cipriano y otros mártires, pues de este modo podía continuar alentando y sosteniendo a los fieles. Así, pues, retiróse al otro lado de la montaña, a cuyas faldas se recuesta la ciudad, y llegó al Castro Octaviano, que, según lo anteriormente indicado, era el actual San Cugat. Y por cierto la leyenda ha tejido aquí uno de aquellos inventos tan frecuentes y característicos en las persecuciones de les cristianos, cuya finalidad no es otra que hacer ver la providencia de Dios sobre los suyos. En efecto, nos refiere que, al llegar San Severo a la entrada del lugar, vio a un hortelano que estaba sembrando habas en su campo, y, reconociéndolo como cristiano, después de haberlo alentado a la constancia en la fe en medio de la persecución, le advirtió que, si venían los esbirros del presidente en busca del obispo, les dijera claramente que había pasado por allí.

Entretanto, sabiendo Daciano que el obispo Severo se había escapado y trataba de esconderse, envió un pelotón de soldados en su busca, con la orden expresa y terminante de terminar con él o traérselo preso ante su tribunal. Llegaron, pues, a la entrada del Castro Octaviano, y se encontraron con el hortelano Emeterio poco después de la conversación que con él había tenido Severo. Pero en ese breve intervalo, Dios había obrado un gran prodigio, pues las habas sembradas por el hortelano habían crecido rápidamente y estaban ya en flor. Al preguntarle, pues, los emisarios de Daciano si había visto al obispo Severo, respondióles que, en efecto, había pasado por allí. Pero, al insistir ellos sobre el tiempo en que esto había sucedido, repuso que cuando estaba sembrando las habas. Esta respuesta excitó la furia de los soldados, pues viendo las habas ya en flor, juzgaron que aquel hombre se burlaba de ellos. Así, pues, lo prendieron y se lo llevaron consigo al Castro Octaviano.

Pero, entretanto, Severo había tomado su decisión. Sabiendo que habían llegado los emisarios del presidente, se presentó espontáneamente ante ellos, e inmediatamente fue apresado juntamente con otros cuatro sacerdotes de Barcelona que con él se hallaban. Y allí mismo, en el Castro Octaviano, se desarrolló rápidamente el sacrificio de aquellas víctimas. Los cuatro sacerdotes compañeros del obispo Severo fueron azotados bárbaramente, según la costumbre romana, y finalmente pasados por la espada. Lo mismo hicieron a continuación con el hortelano Emeterio, que se mantenía firme en su profesión de cristiano. Con todo esto pensaron que el obispo se atemorizaría y al fin ofrecería sacrificio a los dioses; pero, lejos de eso, persistía con más entusiasmo que nunca en su confesión. Azotáronlo entonces con cuerdas armadas de pedazos de plomo. Mas, como vieran que todo era inútil, tomó uno de ellos un clavo de hierro y se lo fijó sobre la cabeza, mientras otro le daba con una maza hasta clavárselo por completo.

En esta forma, el santo obispo Severo cayó al suelo exánime. Evidentemente bastaba este tormento para darle la muerte, y algunos suponen que murió inmediatamente. Pero las actas añaden que, de hecho, no había muerto, si bien los soldados lo dejaron abandonado en Castro Octaviano o San Cugat y volvieron a Barcelona; pero, acudiendo entonces los cristianos y viendo que su amado obispo estaba todavía vivo, intentaron socorrerlo; pero, de hecho, murió poco después en sus brazos mientras les daba su paternal bendición.

Otras noticias posteriores, más o menos fidedignas., nos aseguran que los restos del glorioso mártir San Severo fueron sepultados allí mismo en San Cugat, donde no mucho después se levantó una iglesia con el título de San Severo. A su lado se construyó más tarde el célebre monasterio benedictino, bien conocido todavía en nuestros días, y al derruirse aquella iglesia, las reliquias de San Severo fueron trasladadas a la del nuevo monasterio. Más tarde, a principios del siglo xv, fueron llevadas algunas de ellas a Barcelona, y con esta ocasión se refieren algunos milagros, sobre todo el que obró con el rey don Martín de Aragón, a quien curó repentinamente una pierna que iban a cortarle. Su culto es antiquísimo en España, particularmente en Barcelona. San Severo es el modelo del obispo cristiano, con su entrañable amor hacia sus ovejas y los desvelos que por su bien material y espiritual se toma, y con el espíritu de magnanimidad y fortaleza en sobrellevar toda clase de sacrificios, tormentos y aun la misma muerte en defensa de su fe.

BERNARDINO LLORCA, S.I.

jueves, 5 de noviembre de 2009

SANTOS ZACARÍAS E ISABEL


"Eran ambos justos en la presencia de Dios", nos informa san Lucas de este matrimonio. Él, sacerdote del Templo de Jerusalén (no hay que confundirlo con el profeta menor homónimo), su esposa, pariente de la Virgen María, su prima, según se suele creer. «No tenían hijos, pues Isabel era estéril y los dos ya avanzados de edad».
Mientras Zacarías ejerce sus funciones sacerdotales, y al llegar su turno entra en el santuario del Señor para ofrecerle el incienso, se le aparece un ángel y le dice: «Tu plegaria ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo al que pondrás por nombre Juan».
Aun siendo varón tan piadoso, este sacerdote parece opinar que algunos milagros son excesivos, imposibles, por más que lo diga el arcángel Gabriel, quizá porque éste le afecta de una manera tan inmediata: podía aceptar un milagro mayor, pero que su propia mujer ya anciana concibiera un hijo... Como castigo quedará mudo hasta que nazca ese vástago tardío, Juan el Bautista.
Entonces sólo recupera el uso de la palabra y entona un cántico profético; no sólo habla, sino que canta, no sólo canta, sino que profetiza, sobreabundancia de los dones de Dios por fin aceptados. E Isabel, cuando estando encinta es visitada por la Virgen, prorrumpe también en una jubilosa exclamación que repetimos en el avemaría: «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!; dichosa - añade - la que ha creído que se cumplirá lo que se le ha dicho de parte del Señor».
Poco más sabemos de los padres de Juan, que encarnan la fe dubitativa y el clamor maravillado que exalta esta virtud. Dicen que a Zacarías le hizo matar Herodes al saber que su hijo había escapado a la matanza de los Inocentes. Su atributo es un incensario y es patrón de Venecia, donde la iglesia de San Zacarías se levanta cerca de la Riva degli Schiavoni.
Santoral preparado por la Parroquia de la Sagrada Familia de Vigo

domingo, 1 de noviembre de 2009

TODOS LOS SANTOS


La fiesta de hoy se dedica a lo que san Juan describe como «una gran muchedumbre que nadie podía contar, de todas las naciones, tribus y lenguas»; los que gozan de Dios, canonizados o no, des conocidos las más de las veces por nosotros, pero individual mente amados y redimidos por Dios, que conoce a cada uno de sus hijos por su nombre y su afán de perfección.

Hay quien pone reparos a éste o aquél, reduce el número de las legiones de mártires, supone un origen fabuloso para tal o cual figura venerada. La Iglesia puede permitirse esos lujos, un solo santo en la tierra bastaría para llenar de gozo al universo entero, y hay carretadas.

¡Aquellos veinticuatro carros repletos de huesos de mártires que Bonifacio IV hace trasladar al Panteón del paganismo para fundarlo de nuevo sobre cimientos de santidad! Montones, carretadas de santos, sobreabundancia de cristianos de quienes ni siquiera por aproximación conocemos el número, para los que faltan días en el calendario.

Por eso hoy se aglomeran en la gran fiesta común. Los humanamente ilustres, Pedro, Pablo, Agustín, Jerónimo, Francisco, Domingo, Tomás, Ignacio, y los oscuros: el enfermo, el niño, la madre de familia, un oficinista, un albañil, la monjita que nadie recuerda, gente que en vida parecía tan gris, tan irreconocible, tan poco llamativa, la gente vulgar y buena de todos los tiempos y todos los lugares.

Cualquiera que en cualquier momento y situación supo ser fiel sin que a su alrededor se enterara casi nadie, cualquiera sobre quien, al morir, alguien quizá comentó en una frase convencional: Era un santo. Y no sabíamos que se había dicho con tanta propiedad. Cristianos anónimos que a su manera, a escala humana, se parecían a Cristo.



La solemnidad de Todos los Santos nació en el siglo Vlll entre los celtas la Iglesia nos propone esta Visión de gloria al comienzo del invierno, para invitarnos a vivir en la esperanza de una primavera, más allá de la muerte. Quiere también que caigamos en la cuenta de nuestra solidaridad con cuantos han pasado al mundo invisible. Festejamos con alegría a los Santos, pues creemos «que gozan de la gloria de la inmortalidad», en donde interceden por nosotros. Cada Santo vive intensamente la visión de Dios y su amor, mas su conjunto forma una ciudad, «la Jerusalén celeste», un Reino abierto a cuantos vivan de acuerdo con las Bienaventuranzas. Son la Iglesia del cielo.

La Gloria de los «Santos, nuestros hermanos», procede de Dios, cuya imagen reproduce cada uno de ellos de una manera única. Por consiguiente, al venerarlos, proclamamos a Dios «admirable y solo Santo entre todos los Santos». Todos fueron salvados por Cristo, todos nacieron de su costado abierto. Este es el motivo por el que el lugar por excelencia de comunión con los Santos es la Eucaristía. En ella les santificó el Señor Jesús con la plenitud de su amor»; en ella podemos también nosotros suplicarle con humildad a Dios que nos haga pasar «de esta mesa de la Iglesia peregrina al banquete del Reino de los cielos».

Santoral preparado por la Parroquia de la sagrada Familia de Vigo.

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