TODOS LOS SANTOS

sábado, 28 de enero de 2012

SANTO TOMÁS DE AQUINO


Tomás nació en Roccasecca, cerca de Aquino, Nápoles. Hijo del Conde Landolfo de Aquino y Teodora, Condesa de Teano. Era el  menor de 12 hermanos y su familia estaba emparentada con los emperadores Enrique VI y Federico II y los reyes de Aragón, Castilla y Francia. A los 5 años fue enviado a recibir su primera formación con los monjes Benedictinos de Monte Casino. Desde muy pequeño se observó su buena disposición  para la meditación y oración y su maestro se sorprendió al oírle preguntar “¿qué es Dios?”.
Alrededor del año 1236, le enviaron a la Universidad de Nápoles, donde sus maestros fueron Pietro Martín y Petrus Hibernos, pero pronto supero a Martín en Gramática y fue transferido a Pedro de Irlanda quien le formo en Lógica y Ciencias Naturales. Tomás repetía las lecciones con mayor profundidad y lucidez que sus maestros.
Entre 1240 y 1243 recibió el hábito de la Orden de Santo Domingo, atraído y dirigido por Juan de San Julián, un conocido predicador del convento de Nápoles.
Al recibir la noticia, su madre se apresuró a ir  a Nápoles para ver a su hijo. Los Dominicos temiendo  que se lo llevaran, le enviaron a Roma, aunque su destino final sería París o Colonia. Teodora recurrió a los hermanos de Tomás, soldados del emperador Federico, quienes capturaron al novicio cerca del pueblo de Aquependente y le recluyeron en la fortaleza de San Juan de Roccasecca. Allí estuvo detenido casi dos años, mientras sus padres, hermanos y hermanas hacían los posible por destruir su vocación.
Tras los impulsos de ira y tristeza, su madre empezó a ceder; se les permitió a los Dominicos proporcionarle nuevos hábitos y con la ayuda de su hermana obtuvo algunos libros – Las Sagradas Escrituras, la Metafísica de Aristóteles y las sentencias de Pedro Lombardo. Tras año y medio o dos en prisión, fue liberado, bajándolo en un cesto a los brazos de los Dominicos que se admiraron al darse cuenta de que durante su cautiverio había progresado tanto como si hubiera estado en el Studium Generale.
Tomás enseguida hizo sus votos y sus superiores lo enviaron a Roma. En 1245 se trasladó a París junto con Alberto Magno y en 1248 ambos volvieron a Colonia. Durante sus estancia en Colonia, fue ordenado sacerdote por Conrado de Hochstaden, Arzobispo de esta ciudad.
En 1251 o 1252, el Maestro General de la Orden, aconsejado por Alberto Magno y Hugo de San Caro, nombró a Tomás Bachiller (subregente) del Studium Dominico en París. Este nombramiento puede considerarse como el principio de su vida pública, ya que su enseñanza rápidamente llamó la atención tanto de profesores como de alumnos. Sus deberes consistían principalmente en explicar las "Sentencias" de Pedro Lombardo, y sus comentarios sobre ese texto teológico le proporcionaron el material y, en gran parte, un esquema general para su obra magna, la "Summa Theologica".
Santo Tomás recibió su doctorado en Teología en 1257 y su tema fue "La Majestad de Cristo". Desde entonces, la vida de Tomás puede resumirse en pocas palabras, orar, predicar, enseñar, escribir, viajar.
Tan dedicado estaba a su sagrada misión que con lágrimas pedía que no le obligaran a aceptar la titularidad del Arzobispado de Nápoles, que le fue conferido por Clemente IV en 1265. Si hubiese aceptado este nombramiento, muy probablemente nunca hubiera escrito la "Suma Teológica".
Cediendo a las peticiones de sus hermanos, en varias ocasiones participó en las deliberaciones de los Capítulos Generales de la Orden. Uno de dichos capítulos tuvo lugar en Valenciennes (1259), donde colaboró con Alberto Magno y Pedro de Tarentasia (que sería el Papa Inocencio V) a formular un sistema de estudios que substancialmente permanece hasta hoy en los studia generalia de la Orden Dominicana.
No sorprende leer en las biografías de Santo Tomás que frecuentemente se abstraía y quedaba en éxtasis. Hacia el final de su vida éstos momentos de éxtasis se sucedían con mayor frecuencia. Una vez en Nápoles, en 1273, tras completar su tratado sobre la Eucaristía, tres hermanos le vieron levitar en éxtasis, y oyeron una voz que venía del crucifijo del altar que decía: "Has escrito bien de mí, Tomás, que recompensa deseas?". Tomás respondió, "Nada más que a ti, Señor".
La "Summa Theologica" fue la obra más famosa de Santo Tomás. Fundamentándose en la Sagrada Escritura, la filosofía, la teología y la doctrina de los santos, explica todas las enseñanzas católicas. El autor mismo la consideraba sencillamente un manual de la doctrina Cristiana para estudiantes. En realidad es una completa exposición, ordenada con criterio científico de la Teología y a la vez un sumario de la Filosofía Cristiana. El Concilio de Trento contaba con tres libros de consulta principal: la Sagrada Biblia, los Decretos de los Papas, y la Suma Teológica de Santo Tomás.
El Papa le encargó que escribiera los himnos para la Fiesta Corpus Christi. Así compuso el Pange Lingua y el Tantum Ergo y varios otros cantos Eucarísticos clásicos. Su devoción por la Virgen María fue muy grande y en el margen de sus cuadernos escribía: "Dios te salve María".
Y el 6 de diciembre de 1273, dejó su pluma y no escribió más. Ese día, durante la Misa, experimentó un éxtasis de mucha mayor duración que la acostumbrada; sobre lo que le fue revelado sólo podemos conjeturar por su respuesta al Padre Reinaldo, que le animaba a continuar sus escritos: "No puedo hacer más. Se me han revelado tales secretos que todo lo que he escrito hasta ahora parece que no vale para nada".
Tomás comenzó su preparación inmediata para la muerte. Gregorio X, habiendo convocado un concilio general a celebrar en Lyon el primero de mayo de 1274, invitó a Santo Tomás y San Buenaventura a participar en las deliberaciones, ordenó al primero traer al concilio su tratado "Contra errores Graecorum" (Contra los Errores de los Griegos). Intentó obedecer y salió a pie en enero de 1274, pero le fallaron las fuerzas; cayó desplomado cerca de Terracina, desde donde le llevaron al Castillo de Maienza, hogar de su sobrina la Condesa Francesca Ceccano. Los monjes cistercienses de Fossa Nuova, insistieron para que se alojara con ellos, y así fue trasladado a su monasterio.
Murió el 7 de marzo de 1274. Numerosos milagros atestiguaron su santidad. Los monjes de Fossa Nuova querían a toda costa quedarse con sus sagrados restos, pero Urbano V ordenó que el cuerpo fuera entregado a sus hermanos Dominicos, siendo trasladado solemnemente a la Iglesia Dominica de Toulouse, el 28 de enero de 1369.
La magnífica capilla erigida en 1628 fue destruida durante la revolución francesa y su cuerpo trasladado a la Iglesia de San Sernin, donde reposa hasta el día de hoy en un sarcófago, de oro y plata, que fue solemnemente bendecido por el Cardenal Desprez el 24 de julio de 1878. El hueso mayor de su brazo izquierdo se conserva en la catedral de Nápoles. El brazo derecho, donado a la Universidad de París y originalmente conservado en la Capilla de Santo Tomás de la Iglesia Dominicana, se guarda actualmente en la Iglesia Dominicana de Santa María sopra Minerva en Roma a donde llegó tras la revolución francesa.
Fue canonizado por Juan XXII, el 18 de julio de 1323. San Pío V proclamó a Santo Tomás Doctor de la Iglesia en 1567. En la Encíclica "Aeterni Patris" del 4 de agosto de 1879 sobre la restauración de la filosofía cristiana, León XIII le declaró "príncipe y maestro de todos los doctores escolásticos". El mismo ilustre pontífice, mediante una Breve del 4 de agosto de 1880, le designó patrono de todas las universidades, academias y escuelas católicas de todo el mundo.

lunes, 23 de enero de 2012

SAN ILDEFONSO S. VII


«Concédeme, Señora, estar siempre unido a Dios y a ti; servirte a ti y a tu Hijo; ser el esclavo de tu Señor y el tuyo. Suyo, porque es mi Creador; tuyo, porque eres la Madre de mi Creador". Así ora San Ildefonso de Toledo en su opúsculo sobre la Perpetua Virginidad de María y en esas palabras puede quedar resumido no sólo una petición, sino la realidad misma de su vida, como hace notar la Iglesia en la oración de la Misa del día de hoy. Prescindiendo de los coloristas pormenores con que la leyenda áurea adorna la infancia de Ildefonso, lo cierto es que, ante la oposición paterna a que siguiera su vocación a la vida religiosa, el futuro monje huyó de la familia para refugiarse bajo el hábito monacal en la abadía agaliense. Allí pasaría muchos años de su vida, hasta que a la muerte de San Eugenio, arzobispo de Toledo (657), la voz del pueblo fue el cauce de la voluntad divina designándole para dicha Sede. Contaba por entonces Ildefonso cincuenta y cinco años. Si ya antes había procurado que los Padres congregados en el décimo Concilio de Toledo honrasen a la Madre de Dios con una fiesta especial que reemplazase a la de la Encarnación que con frecuencia perdía su brillantez al coincidir con la Cuaresma o la Pascua - podemos imaginar cuál no sería su gozo cuando, ya arzobispo, presidía por primera vez el 18 de diciembre los solemnes oficios de la festividad de Santa María, Madre de Dios, en presencia del monarca Recesvinto. Tanto en ésta como en otras ocasiones, no son parcos los historiadores de la época en señalar hechos prodigiosos de la Madre de Dios para con este «fiel siervo de la Sierva del Señor». Tras nueve años de ocupar la Sede arzobispal de Toledo, descansó en el Señor el 23 de enero del año 667.
Será llamado el Doctor de la Virginidad de María, por su principal obra teológica.
Su devoción a la Virgen se hizo ejemplo universal

sábado, 21 de enero de 2012

SANTA INÉS S. MARTIR



Hay muy buenos documentos sobre la existencia de esta mártir que vivió a comienzos del siglo IV y que fue martirizada a los doce años, durante la feroz persecución de Diocleciano.Su popularidad y su devoción hacen pensar que no son improbables las leyendas que se nos han transmitido de boca en boca y también con escritos. Basado en una tradición griega, el Papa Dámaso habla del martirio de Santa Inés sobre una hoguera. Pero parece más cierto lo que afirma el poeta Prudencio y toda la tradición latina, es decir, que la jovencita, después de haber sido expuesta a la ignominia de un lugar de mala fama por haberse negado a sacrificar a la diosa Vesta, fue decapitada.Así comenta el hecho San Ambrosio, al que se le atribuye el himno en honor de Agnes heatae virginis: “¿En un cuerpo tan pequeño había lugar para más heridas? Las niñas de su edad no resisten la mirada airada de sus padres, y las hace llorar el piquete de una aguja: pero Inés ofrece todo su cuerpo al golpe de la espada que el verdugo descarga sobre ella”.Alrededor de su imagen de pureza y de constancia en la fe, la leyenda ha tejido un acontecimiento que tiene el mismo origen de la historia de otras jóvenes mártires: Agata, Lucia, Cecilia, que también encuentran lugar en el Canon Romano de la Misa. Según la leyenda popular, fue el mismo hijo del prefecto de Roma el que atentó contra la pureza de Inés. Al ser rechazado, él la denunció como cristiana, y el prefecto Sinfronio la hizo exponer en una casa de mala vida por haberse negado a rendirle culto a la diosa Vesta. Pero Inés salió prodigiosamente intacta de esa difamante condena, porque el único hombre que se atrevió a acercarse a ella cayó muerto a sus pies.Pero el prefecto no se rindió ante el prodigio y la condenó a muerte. Un antiguo rito perpetúa el recuerdo de este ejemplo heroico de pureza. En la mañana del 21 de enero se bendicen dos corderitos, que después ofrecen al Papa para que con su lana sean tejidos los palios destinados a los Arzobispos. La antiquísima ceremonia tiene lugar en la iglesia de Santa Inés, construida por Constantina, hija de Constantino, hacia el 345

sábado, 7 de enero de 2012

SAN RAIMUNDO DE PEÑAFORT


San (Ramón) Raimundo de Peñafort, O.P.
fiesta: 7 de enero
Dominico humilde y sabio.
Raimundo: "Buen consejo"

Breve: Nació hacia el año 1175, cerca de Barcelona, España. Doctor en derecho civil y canónico. Profesor de universidad. Se destacó por su humildad (consideraba el orgullo un gran peligro para el alma), amor a los pobres, rectitud y sabiduría en cuestiones de moral y ley, celo evangelizador y confesor, valentía frente a las amenazas del rey, duras penitencia y don de milagros.  Escribió numerosas obras

Nació hacia el año 1175, en Peñafort, cerca de Barcelona, España. Pronto demuestra tener una extraordinaria inteligencia, y a los 20 años es profesor de filosofía en Barcelona. Hacia los 30 años, fue a la prestigiosa Universidad de Bolognia, Italia para perfeccionar su derecho civil y canónico. Allí se doctoró y fue profesor.  En 1219, fue nombrado archidiácono de la diócesis de Barcelona. Se destacó por su amor a los pobres.
En 1222, a los 40 años de edad, ingresó en la Orden de Predicadores (Dominicos) a penas 8 meses después de la muerte del fundador, Santo Domingo de Guzmán.
Raimundo consideraba que el orgullo era un peligro para su alma. Convencido de la importancia de hacer penitencia por la complacencia con que había enseñado, pidió que le impusieran severas penitencias y oficios humillantes. Pero sus superiores le encargaron investigar como responder a preguntas difíciles de moral que los fieles presentan. El llamó a estas "casos de conciencia". El resultado de su trabajo fue su famoso libro, "Summa de casibus paenitentialibus", la primera obra de su género. Esta ha sido de gran provecho para confesores y moralistas.
Tenía gran celo por la evangelización, trabajando incesantemente en la predicación, la instrucción y la confesión. Insigne predicador dotado con la "eficacia de la palabra", recorrió las provincias españolas de Aragón, Castilla y Cataluña. Sus acompañantes comentaban que parecía casi imposible que un predicador lograra tantas conversiones con sus sermones.
Según una tradición discutida, San Raimundo colaboró con San Pedro Nolasco en la fundación de la orden de los Mercedarios los Padres Mercedarios, dedicada principalmente a rescatar a los secuestrados por los mahometanos.
En 1230 el Papa Gregorio IX llamó a Raimundo a Roma y le dio varios encargos:
1- Lo nombró su confesor. En una ocasión le impuso al Papa de penitencia atender siempre muy bien las peticiones que le hicieran los pobres.
2- Le encomendó reunir el corpus canónico de los decretos de los Pontífices y concilios que no se encontrasen ya en la colección que Graciano había hecho en 1150. Después de tres años de trabajo publicó su famosísimo libro en 5 volúmenes titulado "Decretales", el cual fue confirmado por el papa. Hasta la compilación del Codex Juris Canonici, en 1917, la compilación de San Raimundo era considerada como la mejor colección de derecho canónico a la que los canonistas hacían referencia.
3- En 1235 lo nombró obispo de Tarragona, a pesar de las súplicas del santo. Pero poco después el santo contrajo una grave enfermedad y el Papa le liberó del cargo a condición de que Raimundo propusiera un candidato apto.
Para recuperarse de su enfermedad, Raimundo volvió a Barcelona, su tierra natal. Allí fue recibido con gran gozo y se dedicó a la contemplación, la predicación y la confesión. Tanto la Santa Sede como el rey confiaron en Raimundo importantes trabajos.
Entre sus escritos, destaca la Summa casuum, para la administración genuina y provechosa del sacramento de la penitencia.
San RaimundoGeneral de la orden DominicaEn 1238 llegaron a Barcelona los diputados del capítulo general  de la orden dominica, que había tenido lugar en Bolonia, para anunciar a Raimundo que había sido elegido superior general, como sucesor de Jordano de Sajonia. Raimundo quiso resistir pero al fin aceptó por obediencia. Visitó a pie todas las casas de la orden sin disminuir en nada sus austeridades y prácticas. Inculcó a sus hijos el amor de la vida entregada en regularidad, del estudio, y de los misterios espirituales. Hizo una síntesis de las constituciones de su orden, anotando los pasajes dudosos. Tres capítulos generales aprobaron el nuevo código. En uno de dichos capítulos, tenido en Paris en 1239, Raimundo obtuvo que se aprobara la medida de aceptar la dimisión voluntaria de su superior, cuando ésta se fundara en razones justas. Al año siguiente, habiendo sido superior solo dos años, renunció al cargo. Su razón fue que había cumplido 65 años de edad. 
Vivió 34 años mas, los cuales empleó en la evangelización. Esclarecía la doctrina ante las herejías y buscaba la conversión de todos, tanto cristianos pecadores como judíos y musulmanes. Con este objeto, consiguió que Santo Tomás (dominico también) escribiera su Summa contra Gentes y obtuvo que se enseñara el árabe y el hebreo en varios conventos de su orden. Fundó un convento en Túnez y otro en Murcia, sur de España, que en aquella época estaba dominada por los musulmanes. En una carta al superior general en 1256 le informa que 10,000 sarracenos habían recibido el bautismo. Esto es cosa extraordinaria ya que este tipo de conversiones son muy escasas.  Introdujo la inquisición en Barcelona y mostraba una gran caridad a todos. Sin embargo no le faltaron adversidades. En una ocasión fue acusado de comprometer fraudulentamente a un rabino judío.  
La "barca" milagrosaUno de los incidentes más famosos en la vida de San Raimundo ocurrió durante un viaje en el que acompañaba al rey Jaime a Mayorca. El soberano que era mujeriego, había prometido enmendarse, pero no había cumplido su promesa. En vista de ello, Raimundo le pidió licencia para partir a Barcelona; el rey no solo le negó, sino que amenazó de muerte a quien se atreviera a sacar al santo de la isla.  Confiando en Dios, Raimundo dijo a su compañero: "Los reyes de la tierra pueden impedirnos la huida, pero el Rey del cielo nos dará los medios para ello". Acto seguido se dirigió al mar, extendió su túnica sobre las olas, ató un extremo de ella a un palo para que sirviera de vela y, haciendo la señal de la cruz, montó sin temor en aquella improvisada "barca". Su compañero quedó temblando en la playa. La milagrosa barca hizo en seis horas el trayecto hasta Barcelona, a sesenta leguas de distancia. Las gentes que vieron llegar al santo le recibieron con aclamaciones. Sin inmutarse por ello, Raimundo recogió su túnica, que estaba perfectamente seca, se la echó sobe los hombros y se dirigió a su monasterio. Una capilla y una torre fueron construidas en el sitio en que desembarcó.
Muerte y canonizaciónLos reyes Alfonso de Castilla y Jaime de Aragón visitaron a San Raimundo durante su última enfermedad. San Raimundo murió en Barcelona el 6 de enero de 1275, a los 100 años de edad. Ante su sepulcro se obraron milagros. La bula de canonización, publicada en 1601, cita algunos de esos milagros, entre estos el que se narra arriba.
Sus restos mortales están en la Catedral de Barcelona, España
Fuente: "Vida de los Santos" de Butler, vol. I y otras.
Associació D´Amics de Ramon de Penyafort c/Bailen N10,  08010 Barcelona, España.  Tel 93 232 2182

miércoles, 4 de enero de 2012

SANTA ISABEL ANA BAYLEY SETON



Fundadora de las Hijas de la Caridad de San José
( 1774 - 1821 )
Fiesta el día 4 de Enero
Isabel Ana Bayley Seton, nació el 28 de agosto de 1774 en Nueva York. Sus
padres, el Doctor Richard Bayley y Catalina
Charlton, anglicanos piadosos y leales
miembros del partido conservador, habían
permanecido fieles a Gran Bretaña durante la
guerra de la independencia americana (1775-
1783), tenía una hermana, María que era tres
años mayor que ella, se cree que su madre
murió al año siguiente de su nacimiento. Vuelto
a casar su padre con Carlota Barclay le dio siete
hijos. María e Isabel tuvieron que sufrir mucho
debido al rechazo de su madrastra.
Conoció al joven William Magee Seton
importante negociante en importaciones y
exportaciones y tras un corto noviazgo se casó
el 25 de enero de 1794 celebrando el enlace en
casa de su hermana.
El matrimonio fue muy feliz y pronto
conocieron la dicha de tener cinco hijos: Ana
María (1795), William (1796), Richard (1798),
Catalina Chalton (1800), Rebeca María (1802)
Los Seton vivían en Lower Maniatan; les
gustaba el baile y la música, sobre todo el violín
y el piano. Formaban parte de los notables de la
ciudad, participaban en la política y en los
principales acontecimientos de la época. Eran feligreses de la famosa iglesia
episcopaliana de la Santísima Trinidad.
William Magee, su esposo, tras padecer una larga enfermedad que le hizo viajar
a Italia en un intento de recuperarse, muere en Pisa el año 1803 dejándola con cinco
hijos, viuda con veintinueve años y en país extraño. Consigue regresar a los Estados
Unidos, gracias a la familia Filicchi que con delicada hospitalidad, sale al paso de sus
necesidades y la presenta a la Iglesia Católica Romana. Tuvo que luchar mucho para
salir adelante con sus cinco hijos entre uno y ocho años, pues le costaba tener que
depender de su familia y de sus amigos y por ello hace todo lo posible para satisfacer
por sí misma todas sus necesidades, intentando dar clases. Las circunstancias la forzaron
a cambiar con frecuencia de casa con sus hijos hacia viviendas más baratas.
Por estas fechas, comienza a plantearse interrogantes respecto a sus prácticas
religiosas y entre los aspectos más significativos del catolicismo romano que le
impresionaron y la llevaron a su conversión, están la Fe en la presencia real en la
Eucaristía, la devoción a María, Madre de Dios y las prácticas litúrgicas como la
asistencia frecuente a la Misa, recibir la sagrada comunión, las procesiones eucarísticas
y otras devociones. Lo que agravó sus problemas fue el verse atormentada por la
pregunta que se hacía y que no había resuelto: “¿Estoy en la auténtica Iglesia
procedente de la sucesión de los apóstoles?”
El 14 de marzo de 1805, Isabel tomó una decisión y al comienzo de la cuaresma
y poniendo su confianza en Dios escribió: “Mi alma ha ofrecido en sacrificio todas sus
vacilaciones y reticencias durante la Santa Misa. Un día, entre los días extraordinarios
para mí… en la iglesia de San Pedro… He dicho: “Heme aquí, vengo ante Ti, Dios
mío, mi corazón es todo tuyo” Fue un día de paz, de gozo con mis hijos y un acuerdo
de mi corazón con Dios» haciendo profesión de Fe, dos semanas más tarde, el 25 de
marzo, su Primera Comunión y al año siguiente, John Carroll, primer obispo de los
Estados Unidos la confirmó el 25 de mayo, domingo de Pentecostés.
Queriendo dedicarse a la enseñanza, el periodo (1805-1808) fue un tiempo de
luchas dolorosas, de decepciones y de fracasos. Hubiera querido abrir una escuela, pero
los padres no querían confiarle sus hijos. Incluso su antiguo pastor la criticaba
públicamente. Poco después unos sacerdotes sulpicianos franceses llegados a los
Estados Unidos para huir de la Revolución Francesa, establecieron en Baltimore,
Maryland. El Seminario-Colegio Santa María y, por mediación del obispo John Carroll,
a mediados de junio de 1808, entró como maestra en un pequeño internado escolar para
niñas que poseían en las afueras de la ciudad.
Un nuevo convertido rico, ahora seminarista, Samuel Sutherland Cooper hizo un
legado para financiar el establecimiento de una comunidad de Hermanas de la Caridad,
los Sulpicianos reclutaron activamente entre sus dirigidas en Nueva York, Philadelphia
y Baltimore, seis jovencitas candidatas y se las confiaron a Isabel para su formación.
Isabel inspirada en el espíritu de San Vicente de Paúl, fundó las Hijas de la Caridad de
San José, el 25 de marzo de 1809, en presencia del obispo Carroll, pronunció sus
primeros votos.
En la fiesta de San Ignacio de Loyola, patrón de las misiones el 31 de julio de
1809, en el valle de San José, cerca de Emmitsburgo, en una antigua granja llamada
“Casa de Piedra” comenzó su andadura la comunidad de las Hermanas de la Caridad de
San José. Las hermanas eligieron a Isabel como primera Madre de la comunidad. La
Madre Setón se preocupaba de que todas las candidatas fueran formadas según el
espíritu de Santa Luisa de Marillac y de San Vicente de Paúl; habiendo adoptado las
Reglas Comunes de las Hijas de la Caridad para su propia comunidad. Isabel ocupó
este cargo hasta su muerte el 4 de enero de 1821.
El 18 de diciembre de 1959, el Papa Juan XXIII declara Venerable a Isabel Ana
Seton y el 17 de marzo de 1963 el mismo Juan XXIII la beatifica proclamándola
bienaventurada. El Papa Pablo VI la declara Santa el 14 de septiembre de 1975, siendo
la primera mujer elevada a los altares en Estados Unidos.

lunes, 2 de enero de 2012

SAN BASILIO


BASILIO nació en Cesarea, la capital de Capadocia, en el Asia Menor, a mediados del año 329. Por parte de padre y de madre, descendía de familias cristianas que habían sufrido persecuciones y, entre sus nueve hermanos, figuraron San Gregorio de Nicea, Santa Macrina la Joven y San Pedro de Sebaste. Su padre, San Basilio el Viejo, y su madre, Santa Emelia, poseían vastos terrenos y Basilio pasó su infancia en la casa de campo de su abuela, Santa Macrina, cuyo ejemplo y cuyas enseñanzas nunca olvidó. Inició su educación en Constantinopla y la completó en Atenas. Allá tuvo como compañeros de estudio a San Gregorio Nacianceno, que se convirtió en su amigo inseparable y a Juliano, que más tarde sería el emperador apóstata.

Basilio y Gregorio Nacianceno, los dos jóvenes capadocios, se asociaron con los más selectos talentos contemporáneos y, como lo dice éste último en sus escritos, “sólo conocíamos dos calles en la ciudad: la que conducía a la iglesia y la que nos llevaba a las escuelas”. Tan pronto como Basilio aprendió todo lo que sus maestros podían enseñarle, regresó a Cesárea. Ahí pasó algunos años en la enseñanza de la retórica y, cuando se hallaba en los umbrales de una brillantísima carrera, se sintió impulsado a abandonar el mundo, por consejos de su hermana mayor, Macrina. Esta, luego de haber colaborado activamente en la educación y establecimiento de sus hermanas y hermanos más pequeños, se había retirado con su madre, ya viuda, y otras mujeres, a una de las casas de la familia, en Annesi, sobre el río Iris, para llevar una vida comunitaria.

Fue entonces, al parecer, que Basilio recibió el bautismo y, desde aquel momento, tomó la determinación de servir a Dios dentro de la pobreza evangélica. Comenzó por visitar los principales monasterios de Egipto, Palestina, Siria y Mesopotamia, con el propósito de observar y estudiar la vida religiosa. Al regreso de su extensa gira, se estableció en un paraje agreste y muy hermoso en la región del Ponto, separado de Annesi por el río Iris, y en aquel retiro solitario se entregó a la plegaria y al estudio. Con los discípulos, que no tardaron en agruparse en torno suyo, entre los cuales figuraba su hermano Pedro, formó el primer monasterio que hubo en el Asia Menor, organizó la existencia de los religiosos y enunció los principios que se conservaron a través de los siglos y hasta el presente gobiernan la vida de los monjes en la Iglesia de oriente. San Basilio practicó la vida monástica propiamente dicha durante cinco años solamente, pero en la historia del monaquismo cristiano tiene tanta importancia como el propio San Benito.

Lucha contra la herejía arriana

Por aquella época, la herejía arriana estaba en su apogeo y los emperadores herejes perseguían a los ortodoxos. En el año 363, se convenció a Basilio para que se ordenase diácono y sacerdote en Cesárea; pero inmediatamente, el arzobispo Eusebio tuvo celos de la influencia del santo y éste, para no crear discordias, volvió a retirarse calladamente al Ponto para ayudar en la fundación y dirección de nuevos monasterios. Sin embargo Cesárea lo necesitaba y lo reclamó. Dos años más tarde, San Gregorio Nacianceno, en nombre de la ortodoxia, sacó a Basilio de su retiro para que le ayudase en la defensa de la fe del clero y de las Iglesias. Se llevó a cabo una reconciliación entre Eusebio y Basilio; éste se quedó en Cesárea como el primer auxiliar del arzobispo; en realidad, era él quien gobernaba la Iglesia, pero empleaba su gran tacto para que se diera crédito a Eusebio por todo lo que él realizaba. Durante una época de sequía a la que siguió otra de hambre, Basilio echó mano de todos los bienes de todos los bienes que le había heredado su madre, los vendió y distribuyó el producto entre los más necesitados; mas no se detuvo ahí su caridad, puesto que también organizó un vasto sistema de ayuda, que comprendía a las cocinas ambulantes que él mismo, resguardado con un delantal de manta y cucharón en ristre, conducía por las calles de los barrios más apartados para distribuir alimentos a los pobres.

Obispo de Cesárea

El año de 370 murió Eusebio y, a pesar de la oposición que se puso de manifiesto en algunos poderosos círculos, Basilio fue elegido para ocupar la sede arzobispal vacante. El 14 de junio tomó posesión, para gran contento de San Atanasio y una contrariedad igualmente grande para Valente, el emperador arriano. El puesto era muy importante y, en el caso de Basilio, muy difícil y erizado de peligros, porque al mismo tiempo que obispo de Cesárea, era exarca del Ponto y metropolitano de cincuenta sufragáneos, muchos de los cuales se habían opuesto a su elección y mantuvieron su hostilidad, hasta que Basilio, a fuerza de paciencia y caridad, se conquistó su confianza y su apoyo.

Antes de cumplirse doce meses del nombramiento de Basilio, el emperador Valente llegó a Cesárea, tras de haber desarrollado en Bitrina y Galacia una implacable campaña de persecuciones. Por delante suyo envió al prefecto Modesto, con la misión de convencer a Basilio para que se sometiera o, por lo menos, accediera a tratar algún compromiso. Varios habían renegado por miedo, pero nuestro santo le respondió:

¿Qué me vas a poder quitar si no tengo ni casas ni bienes, pues todo lo repartí entre los pobres? ¿Acaso me vas a atormentar? Es tan débil mi salud que no resistiré un día de tormentos sin morir y no podrás seguir atormentándome. ¿Qué me vas a desterrar? A cualquier sitio a donde me destierres, allá estará Dios, y donde esté Dios, allí es mi patria, y allí me sentiré contento . . .

El gobernador respondió admirado: “Jamás nadie me había contestado así”. Y Basilio añadió: “Es que jamás te habías encontrado con un obispo”.

El emperador Valente se decidió en favor de exilarlo y se dispuso a firmar el edicto; pero en tres ocasiones sucesivas, la pluma de caña con que iba a hacerlo, se partió en el momento de comenzar a escribir. El emperador quedó sobrecogido de temor ante aquella extraordinaria manifestación, confesó que, muy a su pesar, admiraba la firme determinación de Basilio y, a fin de cuentas, resolvió que, en lo sucesivo, no volvería a intervenir en los asuntos eclesiásticos de Cesárea.

Pero apenas terminada esta desavenencia, el santo quedó envuelto en una nueva lucha, provocada por la división de Capadocia en dos provincias civiles y la consecuente reclamación de Antino, obispo de Tiana, para ocupar la sede metropolitana de la Nueva Capadocia. La disputa resultó desafortunada para San Basilio, no tanto por haberse visto obligado a ceder en la división de su arquidiócesis, como por haberse malquistado con su amigo San Gregorio Nacianceno, a quien Basilio insistía en consagrar obispo de Sasima, un miserable caserío que se hallaba situado sobre terrenos en disputa entre las dos Capadocias. Mientras el santo defendía así a la iglesia de Cesárea de los ataques contra su fe y su jurisdicción, no dejaba de mostrar su celo acostumbrado en el cumplimiento de sus deberes pastorales. Hasta en los días ordinarios predicaba, por la mañana y por la tarde, a asambleas tan numerosas, que él mismo las comparaba con el mar. Sus fieles adquirieron la costumbre de comulgar todos los domingos, miércoles, viernes y sábados. Entre las prácticas que Basilio había observado en sus viajes y que más tarde implantó en su sede, figuraban las reuniones en la iglesia antes del amanecer, para cantar los salmos. Para beneficio de los enfermos pobres, estableció un hospital fuera de los muros de Cesárea, tan grande y bien acondicionado, que San Gregorio Nacianceno lo describe como una ciudad nueva y con grandeza suficiente para ser reconocido como una de las maravillas del mundo. A ese centro de beneficencia llegó a conocérsela con el nombre de Basiliada, y sostuvo su fama durante mucho tiempo después de la muerte de su fundador. A pesar de sus enfermedades crónicas, con frecuencia realizaba visitas a lugares apartados de su residencia episcopal, hasta en remotos sectores de las montañas y, gracias a la constante vigilancia que ejercía sobre su clero y su insistencia en rechazar la ordenación de los candidatos que no fuesen enteramente dignos, hizo de su arquidiócesis un modelo del orden y la disciplina eclesiásticos.

No tuvo tanto éxito en los esfuerzos que realizó en favor de las iglesias que se encontraban fuera de su provincia. La muerte de San Atanasio dejó a Basilio como único paladín de la ortodoxia en el oriente, y éste luchó con ejemplar tenacidad para merecer ese título por medio de constantes esfuerzos para fortalecer y unificar a todos los católicos que, sofocados por la tiranía arriana y descompuestos por los cismas y la disensiones entre sí, parecían estar a punto de extinguirse. Pero las propuestas del santo fueron mal recibidas, y a sus desinteresados esfuerzos se respondió con malos entendimientos, malas interpretaciones y hasta acusaciones de ambición y de herejía. Incluso los llamados que hicieron él y sus amigos al Papa San Dámaso y a los obispos occidentales para que interviniesen en los asuntos del oriente y allanasen las dificultades, tropezaron con una casi absoluta indiferencia, debido, según parece, a que ya corrían en Roma las calumnias respecto a su buena fe. “¡Sin duda a causa de mis pecados, escribía San Basilio con un profundo desaliento, parece que estoy condenado al fracaso en todo cuanto emprendo!"”

Sin embargo, el alivio no había de tardar, desde un sector absolutamente inesperado. El 9 de agosto de 378, el emperador Valente recibió heridas mortales en la batalla de Adrianópolis y, con el ascenso al trono de su sobrino Graciano, se puso fin al ascendiente del arrianismo en el oriente. Cuando las noticias de estos cambios llegaron a oídos de San Basilio, éste se encontraba en su lecho de muerte, pero de todas maneras le proporcionaron un gran consuelo en sus últimos momentos. Murió el 1º de enero del año 379, a la edad de cuarenta y nueve años, agotado por la austeridad en que había vivido, el trabajo incansable y una penosa enfermedad. Toda Cesárea quedó enlutada y sus habitantes lo lloraron como a un padre y a un protector; los paganos, judíos y cristianos se unieron en el duelo.

San Gregorio Nacianceno, Arzobispo de Constantinopla, en el día del entierro: “Basilio santo, nació entre santos. Basilio pobre vivió pobre entre los pobres. Basilio hijo de mártires, sufrió como un mártir. Basilio predicó siempre con sus labios, y con sus buenos ejemplos y seguirá predicando siempre con sus escritos admirables”.

Setenta y dos años después de su muerte, el Concilio de Calcedonia le rindió homenaje con estas palabras: “El gran Basilio, el ministro de la gracia quien expuso la verdad al mundo entero indudablemente que fue uno de los más elocuentes oradores entre los mejores que la Iglesia haya tenido; sus escritos le han colocado en lugar de privilegio entre sus doctores.

Se conserva una extensa colección de sus cartas:

En una de ellas nos cuenta que él pedía un cumplimiento estricto de la disciplina, lo mismo entre clérigos que entre laicos, y que cierto diácono, que no era malo, pero sí rebelde y un poco alocado y que solía presentarse en medio de un grupo de muchachas que cantaban himnos y bailaban, tuvo que vérselas con él; con igual determinación combatió la simonía en los puestos eclesiásticos y la admisión de personas indignas entre el clero; luchó contra la rapacidad y la opresión de los funcionarios y llegó a excomulgar a todos los complicados en la “trata de blancas”, una actividad muy difundida en Capadocia. Podía reconvenir con temible severidad, pero prefería las maneras suaves y gentiles; como un ejemplo, están sus cartas a una muchacha descarriada y a un clérigo colocado en un puesto de gran responsabilidad, que se estaba mezclando en política; muchos ladrones que solo aguardaban ser entregados a los jueces para sufrir un castigo terrible, fueron amparados por el santo y devueltos a sus casas en completa libertad, pero con una imborrable amonestación sobre sus conciencias. Pero tampoco se quedaba callado Basilio cuando eran los acaudalados y poderosos quienes quebrantaban sus deberes. “¡Os negáis a dar con el pretexto de que no tenéis lo suficiente para vuestras necesidades!”, exclamó en uno de sus sermones. “Pero en tanto que vuestra lengua os excusa, vuestra mano os acusa: ¡Cuántos deudores podrían ser rescatados de la prisión con uno de esos anillos! ¡Cuántas pobres gentes ateridas por el frío se cubrirían con uno solo de vuestros guardarropas! ¡Y sin embargo, vosotros dejáis ir a los pobres de vuestras puertas, con las manos vacías!” No era únicamente a los ricos a quienes imponía la obligación de dar. “¿Dices que tú eres pobre? Bien; pero siempre habrá otros más pobres que tú. Si tienes lo bastante para mantenerte vivo diez días, aquel hombre no tiene suficiente para vivir uno . . . No tengáis temor de dar lo poco que tengáis. No coloquéis nunca vuestros propios intereses antes que la necesidad común. Dad vuestro último mendrugo de pan al mendigo que os lo pide y confiad en la misericordia de Dios”.

San Basilio el Grande: ¡rogad por nosotros!

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