Donde está vuestro tesoro,
allí también estará vuestro corazón.
(Lucas 12, 34)
VIRTUOSA DESDE LA CUNA
Santa
Catalina nació en 1347 en Siena, hija de padres virtuosos y piadosos.
Ella fue favorecida por Dios con gracias extraordinarias desde una corta
edad, y tenía un gran amor hacia la oración y hacia las cosas de Dios. A
los siete años, consagró su virginidad a Dios a través de un voto
privado. A los doce años, la madre y la hermana de Santa Catalina
intentaron persuadirla para llegar al matrimonio, y así comenzaron a
alentarla a prestar más atención a su apariencia. Para complacerlos,
ella se vestía de gala y se engalanaba con joyas que se estilaban en esa
época. Al poco tiempo, Santa Catalina se arrepintió de esta vanidad. Su
familia consideró la soledad inapropiada para la vida matrimonial, y
así comenzaron a frustrar sus devociones, privándola de su pequeña
cámara o celda en la cual pasaba gran parte de su tiempo en soledad y
oración. Ellos le dieron varios trabajos duros para distraerla. Santa
Catalina sobrellevó todo esto con dulzura y paciencia. El Señor le
enseñó a lograr otro tipo de soledad en su corazón, donde, entre todas
sus ocupaciones, se consideraba siempre a solas con Dios, y donde no
podía entrar ninguna tribulación.
Más
adelante, su padre aprobó finalmente su devoción y todos sus deseos
piadosos. A los quince años de edad, asistía generosamente a los pobres,
servía a los enfermos y daba consuelo a los afligidos y prisioneros.
Ella prosiguió el camino de la humildad, la obediencia y la negación de
su propia voluntad. En medio de sus sufrimientos, su constante plegaria
era que dichos sufrimientos podían servir para la expiación de sus
faltas y la purificación de su corazón.
INTIMIDAD Y ESPONSORIOS CON JESÚS
Como
una consagración más formal a Dios, a los diez y ocho años, Santa
Catalina recibió el largo hábito blanco y negro deseado de la tercera
orden de Santo Domingo. El hecho de pertenecer a una tercera orden
significaba que la persona viviría la espiritualidad Dominica, pero en
el mundo secular. Ella fue la primera mujer soltera en ser admitida. A
partir de ese momento su celda llego a ser su paraíso, y se ofrecía a si
misma en oración y mortificación. Durante tres años vivió como en una
ermita, manteniéndose en silencio y sin hablar con nadie excepto Dios y
su confesor. Durante este período, había momentos en que formas
repugnantes y figuras tentadoras se presentarían en su imaginación, y
las tentaciones más degradantes la asediaban. Posteriormente, el diablo
extendió en su alma como una nube y una oscuridad tan grande que fue la
prueba más severa jamás imaginable. Santa Catalina continuó con un
espíritu de oración ferviente, de humildad y de confianza en Dios.
Mediante ello perseveró victoriosa, y al final fue liberada de dichas
pruebas que solo habían servido para purificar su corazón. Cuando Jesús
la visitó después de este tiempo, ella le pregunto: "¿Dónde estabas Tú,
mi divino Esposo, mientras yacía en una condición tan abandonada y
aterradora?" Ella escuchó una voz que le decía, "Hija, estaba en tu
corazón, fortificándote por la gracia." En 1366, Santa Catalina
experimentó lo que se denominaba un ‘matrimonio místico’ con Jesús.
Cuando ella estaba orando en su habitación, se le apareció una visión de
Cristo, acompañado por Su madre y un cortejo celestial. Tomando la mano
de Santa Catalina, Nuestra Señora la llevó hasta Cristo, quien le
colocó un anillo y la desposó Consigo, manifestando que en ese momento
ella estaba sustentada por una fe que podría superar todas las
tentaciones. Para Catalina, el anillo estaba siempre visible, aunque era
invisible para los demás.
Desposorio místico de Santa Catalina (Clemente de Torres)
SU CARIDAD
Luego
de tres años de vida solitaria en su hogar, Santa Catalina sintió que
el Señor la estaba llamando en ese momento a llevar una vida más activa.
Por lo tanto, comenzó a relacionarse más con los demás y a servirlos.
Dios recompensó su caridad con los pobres a través de varios milagros, a
menudo multiplicando víveres en sus manos, y haciendo que ella pudiera
llevar todo lo necesario a los pobres, lo cual no hubiera podido
lograrlo de otro modo a través de su fortaleza natural. En su ardiente
caridad, trabajó intensamente por la conversión de los pecadores,
ofreciendo sus continuas oraciones y ayunos. En Siena, cuando hubo un
terrible brote de peste, trabajó constantemente para aliviar a los
enfermos. "Nunca se la vio tan admirable como en ese momento”, escribió
un sacerdote que la había conocido desde su infancia. "Siempre estaba
con los que padecían por causa de la peste; los preparaba para la muerte
y los enterraba con sus propias manos. Yo mismo fui testigo del gozo
con que los atendía y de la maravillosa eficacia de sus palabras, que
dieron lugar a muchas conversiones."
Todos
sus discursos, acciones y su silencio inducían a los hombres al amor a
la virtud, de tal modo a que nadie, de acuerdo al Papa Pío II, que se
acercara alguna vez a ella regresaba sin ser una mejor persona. Santa
Catalina era capaz de reconciliar a los peores enemigos, más a través de
sus oraciones que de sus palabras. Por ejemplo, un hombre a quien ella
estaba tratando de persuadir para que llevara una vida virtuosa, cuando
Santa Catalina vio que sus palabras no estaban teniendo efecto, ella
hizo una pausa repentina en su discurso para ofrecer oraciones por el.
Sus oraciones fueron escuchadas en ese mismo instante, y un cambio
radical se produjo en el hombre. Luego se reconcilió con sus enemigos y
adoptó una vida penitencial. Los pecadores más empedernidos no podían
resistir sus exhortaciones y oraciones en pos de un cambio de vida.
Miles acudían a escucharla o solo a verla, y fueron ganados por sus
palabras y por su ejemplo de arrepentimiento.
Se
reunieron alrededor de la santa un grupo de fervientes seguidores. Por
ejemplo, un ermitaño de edad avanzada abandonó su soledad para estar
cerca de ella porque decía que encontraba más paz de mente y progreso en
la virtud siguiéndola que lo que jamás hubiera hallado en su celda.
Otro descubrió que cuando ella hablaba, el amor divino se inflamaba en
todo su ser, y su desprecio por lo mundano aumentaba. Un cálido afecto
la vinculaba a aquellos a quienes ella llamaba su familia espiritual –
hijos suyos dados por Dios a quienes podía ayudar a lo largo del camino
hacia la perfección. Ellos eran testigos de su espíritu de profecía, su
conocimiento de las conciencias de los demás y su extraordinaria luz en
las cuestiones espirituales. Ella leía sus pensamientos y frecuentemente
tenía conocimiento de sus tentaciones cuando se alejaban de ella. En
ese momento la opinión pública acerca de Catalina estaba dividida;
varios la reverenciaban como a una santa, mientras que otros la
consideraban una fanática o la denunciaban como hipócrita. Su confesor
de ese tiempo, el Padre Raimundo, sería posteriormente el biógrafo de la
santa.
Tal
era la devoción a Santa Catalina que se le otorgó el patronato de una
cofradía de Adoración Perpetua al Santísimo Sacramento ¡en vida!
UNA CONCILIADORA PARA LA IGLESIA
Uno
de los mayores logros de Santa Catalina fue su labor de llevar de
vuelta el Papado a Roma a partir de su desplazamiento a Francia.
Asimismo, se la llego a reconocer como conciliadora – ella comenzó
ayudando a resolver varios conflictos familiares, y luego su trabajo se
amplió para incluir el establecimiento de la paz en las ciudades estados
italianas. Por ejemplo, en 1375, Santa Catalina tuvo noticias a través
de Fray Raimundo de que la gente de Florencia se había adherido a una
liga que estaba en contra de la Santa Sede. El Papa Gregorio XI, que
residía en Avignon, escribió a la ciudad de Florencia, pero sin éxito.
Ocurrieron divisiones internas y asesinatos entre los florentinos, y
pronto se demando su reconciliación. Santa Catalina fue enviada por los
magistrados de la ciudad como mediadora. Antes de llegar a Florencia, se
reunió con los jefes de los magistrados, y la ciudad encomendó toda la
situación a su criterio, con la promesa de que debía ser seguida a
Avignon por sus Embajadores, quienes debían firmar y ratificar las
condiciones de reconciliación y confirmar cada cosa que había hecho. Su
Santidad, luego de haber tenido una conferencia con ella, en admiración
de su prudencia y santidad, le manifestó: "No deseo nada más que la paz.
Dejo esta cuestión totalmente en sus manos; solo le recomiendo el honor
de la Iglesia." Sin embargo, los florentinos no fueron sinceros en su
búsqueda de la paz, y continuaron sus intrigas secretas para apartar a
toda Italia de su obediencia a la Santa Sede.
La
santa tuvo otra misión durante su viaje a Avignon. El Papa Gregorio IX,
electo en 1370, tenía su residencia en Avignon, donde los cinco papas
previos también habían residido. Los romanos se quejaban de que sus
obispos habían abandonado su iglesia durante setenta y cuatro años, y
amenazaron con llevar a cabo un cisma. Gregorio XI hizo un voto secreto
para regresar a Roma; pero no hallando este deseo agradable a su corte,
el mismo consulto a Santa Catalina acerca de esta cuestión, quien le
respondió: "Cumpla con su promesa hecha a Dios." El Papa, sorprendido de
que tuviera conocimiento por revelación lo que jamás había revelado a
nadie, resolvió inmediatamente hacerlo. La Santa pronto partió de
Avignon. Se cuenta con varias cartas escritas por ella y dirigidas al
Papa, a fin de adelantar su retorno a Roma, en donde finalmente falleció
en 1376.
Posteriormente,
Santa Catalina escribió al Papa Gregorio XI en Roma, exhortándole
firmemente a contribuir por todos los medios posibles a la paz general
de Italia. Su Santidad le encomendó la misión de ir a Florencia, aún
dividida y obstinada en su desobediencia. Ella vivió un tiempo allí en
medio de varios peligros incluso contra su propia vida. A la larga, ella
logró que la gente de Florencia se dispusiera a la sumisión, a la
obediencia y a la paz, aunque no bajo la autoridad de Gregorio XI, sino
del Papa Urbano VI. Esta reconciliación ocurrió en 1378, luego de lo
cual Santa Catalina regresó a Siena.
HACIA EL DIVINO ESPOSO
Santa
Catalina regreso de esta manera a Siena, donde prosiguió su vida de
oración. Ella obtuvo la unión perpetua de su alma con Dios. Aunque a
veces estuviera obligada a conversar con diferentes personas sobre
varios y diversos asuntos, ella siempre estaba ocupada y absorta en
Dios. En una visión, Jesús se le presentó con dos coronas, una de oro y
otra de espinas, ofreciéndole elegir con cual de las dos se complacería.
Ella respondió: "Yo deseo, Oh Señor, vivir aquí siempre conforme a tu
pasión, y encontrar en el dolor y en el sufrimiento mi reposo y
deleite." Luego, tomando ansiosamente la corona de espinas, se la colocó
sobre la cabeza.
En
1378, cuando Urbano VI fue electo Papa, su temperamento hizo que los
cardenales se distanciaran, y que varios de ellos se retiraran. Luego
declararon la elección nula, y eligieron a Clemente VII, con quien se
retiraron de Italia y residieron en Avignon. Santa Catalina escribió
largas cartas a los cardenales quienes primero habían reconocido a
Urbano, y luego eligieron a otro; presionándolos a volver a su pastor
legal. Ella también le escribió a Urbano mismo, exhortándolo a
sobrellevar con temple y gozo los problemas en que se encontraba, y a
aplacar el temperamento que le había llevado a tener tantos enemigos. A
través del Padre Raimundo de Capua, su confesor y posteriormente su
biógrafo, el Papa pidió a Santa Catalina regresar a Roma. El la escuchó y
siguió sus instrucciones. Ella también escribió a los reyes de Francia y
de Hungría para exhortarlos a renunciar al cisma.
Mientras
trabajaba afanosamente para extender la obediencia al verdadero Papa,
la salud de Santa Catalina comenzó a deteriorarse. Ella falleció de un
ataque súbito a los 33 años en Roma. Los habitantes de Siena deseaban
conservar su cabeza. Hubo un milagro que se comentó en el cual tuvieron
un éxito parcial. Sabiendo que ellos no podían llevar a escondidas todo
su cuerpo fuera de Roma, decidieron llevar solo su cabeza, la cual
colocaron en un bolso. Cuando fueron detenidos por los guardias romanos,
oraron para que Santa Catalina los ayudara. Cuando los guardias
abrieron el bolso, parecía que ya no contenía su cabeza sino que todo el
bolso estaba lleno de pétalos de rosa. Una vez que regresaron a Siena,
volvieron a abrir el bolso y su cabeza estaba visible nuevamente. Debido
a este relato, Sana Catalina a menudo es observada sosteniendo una
rosa. La cabeza incorruptible y el dedo pulgar fueron sepultados en la
Basílica de Santo Domingo, donde se conservan en la actualidad. El
cuerpo de Santa Catalina esta enterrado en la Basílica de Santa María
sopra Minerva en Roma, que se encuentra cerca del Panteón.
La muerte de Santa Catalina de Siena (Pequeño palacio de Aviñón)
Cráneo incorrupto de Santa Catalina de Siena, venerado en la Basílica de Santo Domingo (Roma)
Las
cartas de Santa Catalina son consideradas como una de las grandes obras
de principios de la literatura Toscana. Ella escribió 364, y más de 300
de ellas se conservan en la actualidad. En sus cartas dirigidas al
Papa, a menudo se refería al mismo con afecto como “Papa” o “Papi”
(“Babbo” en italiano).
Aproximadamente
un tercio de sus cartas estaban dirigidas a mujeres. Otros
destinatarios incluyen a sus diversos confesores, entre ellos Raimundo
de Capua, los reyes de Francia y Hungría, la Reina de Nápoles y
numerosas figuras religiosas. Su otra obra magistral es el “Diálogo de
la Divina Providencia,” un diálogo entre el alma y Dios. Registrado
entre Registrado entre 1377 y 1378 por los miembros de su círculo. A
menudo considerada como una analfabeta, Santa Catalina es reconocida por
Raimundo en su biografía como capaz de leer latín e italiano, y otro
hagiógrafo, Tommaso Caffarini, manifestó que la santa podía escribir. El
Papa Pío II canonizó a Catalina en 1461
I. El corazón de Santa Catalina ardía del fuego del amor de
Jesucristo. Abrasaban las llamas de este amor en su celo por la
salvación de las almas, en su compasión por los pecadores, los pobres y
los enfermos. Y tu corazón ¿a quién pertenece? ¿A las riquezas y a los
placeres? Entonces es insensible al lamento de los pobres y a las
inspiraciones del amor divino. ¡Señor! haced que os ame a Vos solo, y si
amo algo más que lo haga por Vos. Dadme un corazón que Os ame (San Agustín).
II. Presentóle el Señor dos coronas, una de oro y otra de espinas, y la Santa eligió la de espinas, diciéndole que quería reproducir en ella la Pasión de su divino Maestro y gozarse en las penas y sufrimientos. Tú, en cambio, quieres en esta vida rosas y placeres; pronto se marchitarán las rosas y te quedarán espinas para toda la eternidad; porque es difícil gozar los bienes de este mundo y los del cielo (San Jerónimo).
III. El pensamiento continuo de la presencia de Dios la hizo salir victoriosa de todas sus tentaciones. Recogíase interiormente pensando en la Pasión de Jesucristo, en los castigos de los condenados y en su propia nada; estas consideraciones tornábanla insensible a las persecuciones de los hombres y hacíanla invencible a los asaltos del demonio. Piensa en Dios y en las verdades eternas, y nada temas ni desees en este mundo. Ahora no piensas sino en la tierra, por que tu tesoro y todas tus esperanzas están en la tierra y no en el cielo. Tu corazón y tu espíritu estarían en el cielo si allí estuviese tu tesoro (San Euquerio).
MEDITACIÓN SOBRE LA VIDA DE SANTA CATALINA
II. Presentóle el Señor dos coronas, una de oro y otra de espinas, y la Santa eligió la de espinas, diciéndole que quería reproducir en ella la Pasión de su divino Maestro y gozarse en las penas y sufrimientos. Tú, en cambio, quieres en esta vida rosas y placeres; pronto se marchitarán las rosas y te quedarán espinas para toda la eternidad; porque es difícil gozar los bienes de este mundo y los del cielo (San Jerónimo).
III. El pensamiento continuo de la presencia de Dios la hizo salir victoriosa de todas sus tentaciones. Recogíase interiormente pensando en la Pasión de Jesucristo, en los castigos de los condenados y en su propia nada; estas consideraciones tornábanla insensible a las persecuciones de los hombres y hacíanla invencible a los asaltos del demonio. Piensa en Dios y en las verdades eternas, y nada temas ni desees en este mundo. Ahora no piensas sino en la tierra, por que tu tesoro y todas tus esperanzas están en la tierra y no en el cielo. Tu corazón y tu espíritu estarían en el cielo si allí estuviese tu tesoro (San Euquerio).
No hay comentarios:
Publicar un comentario