Sólo un capítulo de los Diálogos de San Gregorio Magno ha salvado del olvido el nombre de Escolástica, su narración referente a la postrera entrevista de San Benito y su hermana al pie de Montecasino resulta tan emotiva que le ha valido un lugar de predilección entre las vírgenes consagradas.
Al pie del Apenino Central, en la ciudad de Nursia - Italia - a finales del siglo V, nacía esta hermana gemela de San Benito, Padre del monacato Occidental. Parece ser que sus padres se llamaron Eutropio y Abundancia y que pertenecían a las familias más distinguidas de aquellas montañas.
Tendría unos veinte años cuando Benito, después de empaparse bien de la vida y doctrina de los famosos eremitas de Oriente, San Atanasio, San Jerónimo, etc... trató de imitarles en Roma... Para ello se retiró y huyó del mundanal ruido. No fue fácil la fundación y los primeros pasos - como suele suceder a casi todos los fundadores, - se vieron cuajados de abrojos y espinas que muchas veces procedían de sus mismos discípulos...
Mientras, Escolástica rumia y medita el Testamento que su buena madre, que murió siendo ella muy niña, le dejó: "Sabe, hija mía, que los adornos postizos, los ricos vestidos y los collares de perlas, no valen nada delante de Dios. El mayor elogio que puede hacerse de una doncella es su modestia y piedad"... Nunca olvidó Escolástica tales consejos... Trató de llevarlos a la práctica desde su más tierna edad. Renunció a cuantas lisonjas le ofrecía el mundo, su belleza y su alta alcurnia, y se entregó de lleno a su Amado, a Jesucristo, a quien consagró toda su vida y para siempre...
Sabemos pocas cosas de su infancia. No hay duda de que caminaría al unísono con la de su hermano gemelo Benito, unidos ya antes de nacer y hermanos gemelos también en su alma...
Nos podemos preguntar: ¿Quién de los dos influyó más en el otro? Parece ser que Escolástica, imitando a su hermano que ya había dado vida y forma a los benedictinos, fundó el primer monasterio femenino para benedictinas.
Inspirado por Dios, Benito, y ayudado por su hermana, fundó el primer convento de religiosas benedictinas pero un poco distante del de los religiosos. A pesar de estar tan cercanos habían puesto un muro de separación y tan sólo se veían una vez al año antes de la Cuaresma , y aun separados de ambos Monasterios, en una casita que había entre ambos. Cuenta San Gregorio esta admirable entrevista:
Era por el año 543. Escolástica preve que va a ser esta la última entrevista que va a tener con su hermano, con el que compartió su vida desde la niñez. Pasan todo el día hablando de cosas espirituales. Al atardecer ya, se levanta su hermano y le dice: -"Adiós, hermana. Hasta el año que viene".
-Hermano mío - le suplica Escolástica - no te marches. Pasemos toda la noche hablando de cosas de Dios...-¿Qué dices, Escolástica? ¿Ignoras que no puedo pasar la noche fuera de la clausura del Monasterio?
Escolástica no responde. Baja la cabeza, la coloca entre sus manos y ora fervorosamente al Señor. En un santiamén se encapota el cielo y se oyen truenos y cae una copiosa lluvia como nunca se había visto en aquellos parajes.
"¿No te vas? - ¿Qué has hecho, hermana mía? - Te lo pedí con insistencia y no me escuchaste. Se lo pedí a Dios y me ha escuchado enseguida. Hermano mío, Dios ha preferido el amor a la Regla. . . " Y pasaron toda la noche en pláticas espirituales...
San Gregorio nos ha contado la famosa anécdota de la última vez que se vieron ambos hermanos, episodio tan conmovedor como el diálogo nocturno entre san Agustín y su madre bajo la noche de Ostia, y que, realidad o leyenda, constituye una viñeta inolvidable de lo que podríamos llamar las florecillas benedictinas.
Tres días después muere ella, y desde su celda Benito ve subir el alma de Escolástica al Cielo en forma de una paloma envuelta en luz.
Ambos fueron enterrados en el mismo sepulcro «para que la muerte no separe el cuerpo de los que siempre han tenido unidas sus almas en el Señor».
Fuera de esta narración, baste con situar a Escolástica dentro de su medio ambiente y siglo ( 547), en aquel Latium por el que cruzan y recruzan los ejércitos godos y bizantinos, en que las ciudades y aldeas son sistemáticamente devastadas a cada cambio de dueño, para adivinar en ella una santa de unos momentos difíciles, un alma esforzada, capaz de conservar la lozanía y la serenidad en medio de los peores cataclismos y de «servir al Señor con un corazón puro y alcanzar así los saludables efectos de su amor» en medio de las pruebas, pues su esperanza se hallaba puesta por entero más allá de las apariencias del mundo que pasa.
Benito y Escolástica nos muestran que no es necesario estar seguro del mañana para edificar el hoy.
Oración
Te rogamos, Señor, al celebrar la fiesta de santa Escolástica, virgen, que, imitando su ejemplo, te sirvamos con un corazón puro, y alcancemos así los saludables efectos de tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo.
1 comentario:
La anécdota de San Benito y Santa Escolástica siempre me provoca lágrimas y concluyo que verdaderamente la realidad se configura de manera totalmente diferente ante los favoritos de Dios.
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