Barcelona tiene como Patrona celestial de la ciudad a esta valerosa mujer que se enamoró de Jesucristo y no temió los atroces tormentos a los que fue sometida.
Pertenecía a una familia de senadores. Sus padres se llamaban Fileto y Leda y habitaban en una quinta cerca de la ciudad. Allí pasó su niñez y los primeros años de su adolescencia.
Siendo aún muy niña oyó hablar a su cristiana madre del valor de la virginidad y un día ella oró ante Jesucristo a la vez que le decía: "Señor, si me queréis feliz, consentid que muera en la cruz como Vos". Nuestro Señor aceptó gustoso aquel generoso ofrecimiento.
Esta Eulalia catalana, aunque hay quien afirme que no es más que un doblete de la de Mérida, pero puede ser qué sí esistiran las dos, Sea como fuere, el asunto de Eulalia de Barcelona, de Eulalia de Mérida, de una misma o de dos Eulalias —el estado actual de la investigación no permite ir más allá de la constatación aceptada de dos santas vírgenes mártires—, el hecho es que tanto en una ciudad como en la otra se honra a Dios por la fortaleza intrépida de una joven cristiana que proclama la verdad ante el mundo y cuyo nombre era Eulalia.
En cualquier caso hoy es Santa Eulalia de Barcelona. Tiene una personalidad muy definida, con rasgos que no son prestados; por ejemplo, una nerviosa impaciencia por desafiar al mundo con la verdad.
Al desatarse la persecución de Diocleciano y llegar a la ciudad su prefecto Daciano, se dijo a sí misma que la fe tenía que plantarle cara.
No es ya una niña que no sepa lo que se hace, tiene veinticinco años.
La Passio, Leccionario Barcinonense dice de ella "que amaba a Cristo con toda su alma y que era para las otras doncellas de su edad norma cierta de salvación por el ejemplo de sus virtudes". El Arzobispo de Milán, San Ambrosio, comentando la vida de Santa Eulalia escribió: "Su devoción y arrojo era mayor de lo que suponía su edad, y su virtud sobrepasaba cuanto cabía esperar de su débil naturaleza"
Tiene prisa por proclamar ante el siniestro Daciano: "Soy Eulalia, sierva de Cristo, rey de reyes y señor de señores".
Para hacerla apostatar se recurre a la persuasión, a amenazas, a azotes y potro. Por fin, dentro de un tonel lleno de cuchillas rueda por una calle en pendiente, la "bajada" que lleva su nombre.
Ya muerta, su cuerpo se expone en una cruz extramuros (¿en la plaza del Padró?) y una nevada milagrosa viste su desnudez. La entierran cerca de donde en la actualidad se levanta el Arco de Triunfo y con el tiempo descansará en la cripta de la catedral. En su recorrido de mártir Eulalia santificó barrio por barrio la ciudad, que todavía es suya en misteriosos perfumes de virgen que no podía callar su fe y que anduvo muchísimo por gritarla.
LA CATEDRAL DE LA SANTA CRUZ Y SANTA EULALIA EN BARCELONA.
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