TODOS LOS SANTOS

miércoles, 24 de noviembre de 2010

SAN ANDRÉS DUNG-LAC Y COMPAÑEROS 1820-1862


Cuando miramos el firmamento nocturno, vemos cúmulos estelares. Los santos vienen también en cúmulos. Uno de tales cúmulos de santos es el de los 117 mártires vietnamitas canonizados en 1988. Al menos tres oleadas de persecución tuvieron lugar en Vietnam entre 1820 y 1862, cuando un tratado con Francia dio libertad religiosa a los católicos. De los 117 mártires, 96 eran vietnamitas, 11 españoles y 10 franceses. Cincuenta y nueve eran católicos laicos y 58 clérigos. San Andrés Dung-Lac, cuyo nombre es citado el primero en el día de su fiesta, era un cura de parroquia.

Una de las cosas más atractivas de los santos es que provienen de todos los continentes (excepto la Antártida). Más aún, provienen de todos los órdenes de la vida, desde los sirvientes hasta la realeza. Y provienen de toda nacionalidad. Todo tipo posible de personalidad está representado. Dicho en pocas palabras, los santos son una completa sección transversal de la humanidad.

Pese a sus enormes diferencias, los santos tienen ciertas características comunes. La primera es su enorme amor por Dios. En primer lugar, y ante todo, están enamorados de la divinidad. En segundo lugar, los santos nos dicen constantemente que no tengamos miedo. Una y otra vez dicen que mientras Dios esté con nosotros, ¿quién podría estar contra nosotros? Finalmente, los santos nos animan a convertirnos en los individuos únicos que fuimos creados a ser. Ninguno de ellos es igual que otro, y tampoco deberíamos nosotros ser ninguno, salvo nosotros mismos.

lunes, 22 de noviembre de 2010

SANTA CECILIA MARTIR



Por más de mil años Santa Cecilia ha sido muy venerada en la Iglesia Católica.

Una tradición muy antigua dice que pertenecía a una de las principales familias de Roma, que acostumbraba vestir una túnica de tela muy áspera y que había consagrado a Dios su virginidad.
Sus padres la comprometieron en matrimonio con un joven llamado Valeriano, pero Cecilia le dijo a éste que ella había hecho voto de virginidad y que si él quería ver al ángel de Dios debía hacerse cristiano. Valeriano se hizo instruir por el Papa Urbano y fue bautizado. Luego entre Cecilia y Valeriano convencieron a Tiburcio, el hermano de éste, y lograron que también se hiciera cristiano.
Las historias antiguas dicen que Cecilia veía a su ángel de la guarda. El alcalde de Roma, Almaquio, había prohibido sepultar los cadáveres de los cristianos. Pero Valeriano y Tiburcio se dedicaron a sepultar todos los cadáveres de cristianos que encontraban. Por eso fueron arrestados. Llevados ante el alcalde, éste les pidió que declararan que adoraban a Júpiter. Ellos le dijeron que únicamente adoraban al verdadero Dios del cielo y a su Hijo Jesucristo. Entonces fueron ferozmente azotados y luego les dieron muerte. Los dos santos mártires animaban a los demás cristianos de Roma a sufrir con gusto todos los horrores, con tal de no ser infieles a la santa religión.
En seguida la policía arrestó a Cecilia y le exigió que renunciara a la religión de Cristo. Ella declaró que prefería la muerte antes que renegar de la verdadera religión. Entonces fue llevada junto a un horno caliente para tratar de sofocarle con los terribles gases que salían de allí, pero en vez de asfixiarse ella cantaba gozosa (quizás por eso la han nombrado patrona de los músicos). Visto que con este martirio no podían acabar con ella, el cruel Almaquio mandó que le cortaran la cabeza. La santa, antes de morir le pidió al Papa Urbano que convirtiera su hermosa casa en un templo para orar, y así lo hicieron después de su martirio. Antes de morir, había repartido todos sus bienes entre los pobres.

En 1599 permitieron al escultor Maderna ver el cuerpo incorrupto de la santa y él fabricó una estatua en mármol de ella, muy hermosa, la cual se conserva en la iglesia de Santa Cecilia en Roma. Está acostada de lado y parece que habla.
En Roma había ya en el año 545 un templo dedicado a esta gran Santa.

Santa Cecilia bendita, dile a Dios que también nosotros prefiramos
mil muertes antes que ser
infieles a nuestra santa religión.
No ofendas a nadie ni en mucho ni en poco (S. Biblia Ecl. 5, 15).

miércoles, 17 de noviembre de 2010

SAN JUAN DEL CASTILLO (JESUITA)





Nace en Belmonte, España, el día 14 de septiembre de 1596. Sus padres, Alonso del Castillo y María Rodríguez se cuentan entre las personas importantes y adineradas de la ciudad. Una semana después recibe el sacramento del bautismo en la Colegiata de la villa. Por ser el primogénito recibe el nombre del abuelo paterno.

Después de él, los padres tienen nueve hijos. Sus hermanas Juana, Jerónima y Jacinta ingresan como religiosas de clausura en el convento de las Concepcionistas franciscanas de Belmonte. Don Alonso, el padre, es el Corregidor de la villa.

Los padres de Juan se esmeran por formarlo muy cristianamente. Desde joven estudia en el Colegio de la Compañía de Jesús en su ciudad natal.

El Colegio ha sido fundado por san Francisco de Borja. "El Señor sea servido de poner gente de la Compañía, porque tengo particular esperanza de Belmonte". El Colegio tiene m s de cuatrocientos alumnos, no sólo del pueblo, sino también de los lugares de la comarca.

Uno de los maestros de Juan es el P. Diego de Boroa quien va a ser más tarde su compañero de misión en las Reducciones paraguayas.

En el Colegio conoce y lee con gusto las cartas de San Francisco Javier, el gran apóstol de la Compañía de Jesús. A través de esas cartas y bajo la dirección de los jesuitas hace su discernimiento vocacional.

Después estudia derecho en la Universidad de Alcalá, un año, para dar gusto a sus padres.

El 21 de marzo de 1614 ingresa a la Compañía de Jesús, en el Noviciado de Madrid. El P. Boroa dice: "Se ejercitaba en los oficios más humildes y trabajosos de la Compañía, de cocinero, panadero y hortelano".

Después del noviciado y sus votos religiosos de pobreza, castidad y obediencia, Juan es destinado al Colegio de Huete para iniciar los estudios de filosofía. Es otro Colegio también fundado por el incansable San Francisco de Borja.

Recién iniciado el curso de 1616, escucha allí al Procurador del Paraguay y Chile, el P. Juan de Viana, quien tiene la misión de llevar refuerzos a las Indias de occidente. El padre Procurador pondera la abundancia de la mies americana, las penas y fatigas de los misioneros y señala la esperanza de un martirio. Juan se ofrece. Logra de sus superiores que se le cambie su destino al Perú por el más duro de Chile y Paraguay. Es aceptado.

El 2 de noviembre de 1616 inicia el viaje al continente americano en el gran puerto de Lisboa.

A bordo traba amistad con el joven jesuita Alfonso Rodríguez, de Zamora, quien también viaja en la misma expedición de misioneros. Tiene éste dos años menos, pero los deseos son los mismos.

Entre mareos y tormentas, entre calmas y calores, llegan al puerto de Santa María de los Buenos Aires, el 15 de febrero de 1617. Descansan unos días en el Colegio, los necesarios para reponer las fuerzas. El Colegio es modesto, pero para los viajeros la caridad de recibimiento los llena de consolación.

Desde Buenos Aires los dos estudiantes jesuitas viajan a la ciudad de Córdoba del Tucumán, al Colegio Máximo, para terminar allí sus estudios de filosofía. Es un caminar cansino, a través de la inmensa pampa argentina. La carga y los libros van en carretas tiradas por bueyes y ellos montan a caballo.

Con su amigo Alfonso Rodríguez, Juan mira, asombrado, la inmensidad sin horizonte. A veces, a lo lejos, observa, con algún entusiasmo y temor, a los indios pampas que sienten invadido el territorio.

En la docta y universitaria ciudad de Córdoba, Juan del Castillo es un muchacho que no pierde el tiempo. No se distingue mucho en los estudios. La salud no parece buena. El duro clima de la ciudad lo agota m s de la cuenta. Tiene, por cierto, mejor éxito en los cortos apostolados entre los pobres de la ciudad y sus alrededores.

En el silencio y la oración, se decide a trabajar en esta América que ya empieza a querer.

En los finales de 1619, al terminar la filosofía, es destinado a la ciudad de Concepción, en el vecino país de Chile. Es la experiencia de magisterio.

Tal vez influye en los superiores el hecho de que el otro lado de la cordillera tenga un mejor clima. Juan ahí, sin duda, podrá reponerse.

Los informes de los superiores no lo favorecen. Las expresiones lacónicas poco dicen: "Es mediano de inteligencia y también en la prudencia. La experiencia es poca. El progreso en el estudio de filosofía es mediocre. Pero es capaz de enseñar gramática".

Eso último es suficiente para su magisterio en Chile, en el muy modesto Colegio de Concepción.

Antes de viajar conversa muy largamente con el jesuita Alonso de Ovalle y Manzano. El es nacido en Santiago de Chile y estudia ahora en la ciudad de Córdoba. Ovalle conoce bien los paisajes, las costumbres y los habitantes de su país. Juan, a través de Alonso, empieza a amar ese último rincón de la tierra.

Otro largo viaje. A caballo y en carretas, termina por atravesar la pampa. Está contento. Puede decir que la conoce ahora casi entera.

Unos pocos días descansan los viajeros en la ciudad de Mendoza, en la Residencia y el pequeño Colegio de la Compañía. Ya están en Chile, el cual comienza en la Provincias de Cuyo. Pero Juan y los otros jesuitas que viajan a Santiago parecen impacientes por continuar y atravesar la imponente cordillera.

El cruce de la gran cordillera de los Andes, lo hacen en mula y a pie, entre cuestas y precipicios enormes. El sendero va por la ladera escarpada, tan estrecho que apenas cabe la mula. Una de las bestias pisa mal y cae con su carga hacia el río que corre en lo profundo. Es un ruido que aterroriza.

La admiración de Juan parece infinita. Sus ojos, incansables, recorren, uno a uno, los paisajes. Agradece a Dios esas alturas con nieves eternas, esos saltos sonoros de las cascadas, los ríos correntosos.

Al bajar de las cimas, empiezan los viajeros a recorrer el valle del río Aconcagua. Algunos Padres del Colegio han venido a recibirlos. Juan se maravilla de los campesinos tan tranquilos, de sus campos y los frutos. Será una hermosa experiencia la del magisterio en Chile.

Santiago, la capital de Chile, lo recibe sonriendo. El gran Colegio de San Miguel, tan junto a la catedral, es ahora su casa. Los jesuitas chilenos insisten. Es necesario descansar, conocer los alrededores y prepararse para el largo viaje al sur. El joven jesuita no se cansa de agradecer a Dios por la caridad de sus hermanos.

Los jesuitas han llegado a Chile en 1593. Desde un comienzo educan en la capital y son misioneros. Los indios mapuches son los preferidos. Los catequizan en los alrededores y hacen excursiones hacia el sur. Aprenden la lengua y establecen catequistas con el nombre de "fiscales" para asegurar el fruto.

Desde 1608 forman una Provincia independiente con jurisdicción en Chile, Buenos Aires, Tucumán y el Paraguay. El provincial Padre Pedro de Torres Bollo vive en Santiago, pero la Provincia tiene el nombre del Paraguay. El Noviciado, que estuvo en los comienzos en Santiago, está ahora en la ciudad de Córdoba.

Ese mismo año se ha celebrado en Santiago la primera Congregación provincial. Los jesuitas se muestran muy contentos con los resultados. Sus decretos son notables, especialmente los referentes a los indios, a la abolición de la esclavitud, a la supresión del servicio personal y al modo de evangelizar.

Juan escucha. Se admira de los inicios de las misiones en Arauco y Chiloé, en el extremo sur. Se siente bien con esos nuevos amigos. Con los jesuitas jóvenes recorre la ciudad y los alrededores.

Un mes después, poco más que menos, inicia su peregrinación al sur. Hasta la ciudad de Concepción son otros 500 kilómetros. Lo normal es hacerlo a caballo y por etapas. El camino es malo, pero no hay en ‚l el peligro de los indios en guerra. La lucha, entre españoles y mapuches, se desarrolla al sur de Concepción.

La ciudad está junto al mar, en una tranquila bahía en el puerto de Penco. Es el bastión ubicado en la frontera. Esta es la causa del por qué vive en ella el Gobernador del Reino.

Concepción tiene un Colegio. Es muy reciente. Lo ha fundado el célebre jesuita P. Luis de Valdivia hace seis años, en 1614.

Al llegar Juan a su destino todo parece estar en calma. El excelente rector Padre Juan Romero lo abraza con cariño. La primera misión, que da al recién llegado, es descansar.

Las veladas comunitarias son agradables. El clima, el suave murmullo del mar, los lomajes siempre verdes, los ríos y la gente, ayudan a la paz y a la oración.

A los pocos días ya conoce con detalles la historia de los mártires de Elicura. Son tres jesuitas que, por obediencia, se internaron en el país de los mapuches. La guerra parecía haber terminado. Unicamente la guerra defensiva está permitida.

Ese fue el mejor logro y la gloria del P. Luis de Valdivia, el fundador del Colegio.

Los Padres Martín de Aranda Valdivia, Horacio Vecchi y el Hermano Diego de Montalbán fueron elegidos para la difícil misión de predicar el Evangelio entre los mapuches. El primero es chileno, el segundo italiano y el tercero, español o mejicano. Los elige el Superior porque ellos se han distinguido como los mejores defensores de los derechos del pueblo mapuche, de la mujer y de la paz. Los tres deciden entrar sin armas, sólo con la cruz.

Martín ha nacido m s al sur, en Villarrica, a la sombra de un volcán que aún humea. Se inició en la carrera de las armas casi siendo un niño.

En plena juventud, Martín asciende a capitán y el Virrey del Perú lo envía como Corregidor de Riobamba en Ecuador. Los informes del soldado son, pues, excelentes.

En uno de sus viajes a Lima, por razones de su cargo, se decide a hacer los Ejercicios espirituales del Fundador de los jesuitas. Después de terminarlos, ingresa a la Compañía de Jesús en la ciudad de los Reyes. Martín tiene treinta y dos años. En Lima también, recibe la ordenación sacerdotal. Martín regresa a Chile, en 1607, al crearse la Provincia del Paraguay, separada de la del Perú.

Horacio Vecchi es un italiano que también llega a Chile en 1607. Es también sacerdote.

Diego de Montalbán es un soldado. Ingresa en la Compañía de Jesús en Chile. En la hora de su muerte todavía es un novicio.

Juan del Castillo se impone del desenlace de esa misión por obediencia. Un cacique descontento, Ancanamón, les ha dado muerte en el pequeño valle de Elicura, el 14 de diciembre de 1612. La causa del martirio es de todos conocida. Martín de Aranda, Horacio Vecchi y Diego de Montalbán defendían los derechos de dos mujeres españolas, cautivas, que defendían su religión.

Los restos de esos mártires están en el Colegio. Juan los venera.

En 1626 Juan y su amigo Alfonso Rodríguez son destinados a las nuevas fundaciones del río Uruguay.

Ha rogado a Dios, ha suplicado tanto a los superiores. En un momento ha tenido miedo de que su débil salud pudiera ser un obstáculo. Se ha preparado, también, en el idioma guaraní. Los tiempos libres cordobeses han sido para la lengua paraguaya. La vida dura del misionero no le asusta.

El juicio del P. Diego de Boroa es excelente: "Su fervor es grande, su observancia es completa. Su celo se manifiesta en el tesón por aprender la lengua guaraní. Su afabilidad y mansedumbre entusiasman a todos. Es bondadoso, desprendido y puro, amable de Dios y de los hombres".

Después del martirio de los Padres Roque González y Alfonso Rodríguez en la Reducción de Todos los Santos en el Caaró, los caciques seguidores de ¥ezú se presentan, al día siguiente, en la Reducción de la Asunción de Yjuhí.

Son las tres de la tarde. Juan está a la puerta de su choza rezando el breviario. ¿Qué te dice el libro? le preguntan. Juan contesta: "Nada, estoy rezando". Ellos dicen: "Aquí te traemos a estos indios forasteros para que les des anzuelos".

La narración de los hechos pertenece a un testigo presencial, Pablo Arayú. La hace con juramento:

"Preguntado si se halló presente cuando echaron mano y prendieron al Padre, respondió que sí. Preguntado si se halló presente cuando lo mataron, respondió que sí, que vio cuando lo arrastraron y lo mataron en el lodazal.

El Padre estaba matriculando a un cacique llamado Chetihagu‚ y su gente y les di anzuelos y alfileres. Después el viejo cacique Quarabí mandó a un cacique, llamado Araguirá, que embistiera al Padre. Él lo hizo. Lo abrazó por la espalda y le torció los brazos. Así lo arrastraron hacia el bosque. Le rasgaron la ropa, sólo dejaron una media y las mangas en los brazos.

Un indio, llamado Mirungá, lo derribó en tierra. Le pusieron dos cuerdas en las muñecas y lo arrastraron por el bosque. Desconcertaron un brazo. Otro indio, llamado Tacandá, con una maza de piedra lo golpeó varias veces en el vientre. Lo siguieron arrastrando, hasta un lodazal. Iba todo desgarrado, hecho sangre.

Allí le destrozaron con una piedra grande la cabeza. Después quebraron los huesos y lo dejaron diciendo: déjenlo para que se lo coman los tigres. El no estuvo con los que quemaron el cuerpo, cuando volvieron en la mañana siguiente.

Preguntado de lo que hizo y dijo el Padre cuando lo prendieron y mataron, respondió: Cuando le echaron mano, hizo fuerza por soltarse. Dijo: Hijos, ¿qué pasa, qué es esto? Mientras lo tenían asido, llamó a los amigos en su favor. Cuando lo arrastraban le oyó decir: ¡Ay, Jesús! Y otras palabras en su lengua que no entendió. Cuando le rompían la ropa pedía que se la sacaran poco a poco.

Después entraron en su casa e iglesia. Repartieron entre ellos las cosas pequeñas. Los ornamentos sagrados se los llevaron a ¥ezú".

Esta narración concuerda con la de otros cinco testigos con juramento, todos presentes.

Juan repartió su vida jesuita casi por igual: tres años en España, seis en Córdoba del Tucumán en dos etapas iguales, tres en Chile y casi tres en Uruguay

viernes, 5 de noviembre de 2010

SANTOS ZACARÍAS E ISABEL S. I


Nada es imposible para Dios (palabras del ángel a Zacarías).

San Juan BautistaLa fama de estos dos santos se debe a que fueron los papás de San Juan Bautista.
El nombre de Zacarías, significa: "Dios se acordó de mí".
Isabel quiere decir: "Consagrada a Dios".
La bella historia de estos dos santos esposos la cuenta San Lucas en el primer capítulo de su evangelio.

"Hubo en tiempos del rey Herodes un sacerdote llamado Zacarías, casado con Isabel, una mujer descendiente del hermano de Moisés, el sumo sacerdote Aarón".

De estos dos esposos hace el evangelio un elogio formidable. Dice así: "Los dos llevaban una vida santa, eran justos ante Dios, y observaban con exactitud todos los mandamientos y preceptos del Señor". Ojalá de cada uno de nuestros hogares se pudiera decir algo semejante. Sería maravilloso.

Dice San Lucas: "Zacarías e Isabel no tenían hijos, porque ella era estéril. Además ya los dos eran de avanzada edad".

Y un día, cuando a Zacarías le correspondió el turno de subir al altar (detrás del velo) a ofrecer incienso, toda la multitud estaba afuera rezando.

Y se le apareció el Ángel del Señor, y Zacarías al verlo se llenó de temor y un gran terror se apoderó de él. El ángel le dijo: "No tema Zacarías, porque su petición ha sido escuchada. Isabel su mujer, dará a luz un hijo, a quien pondrán por nombre Juan. Él será para ustedes gozo y alegría, y muchos se alegrarán por su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá licores; estará lleno del Espíritu Santo, y convertirá a muchos hacia Dios, y tendrá el espíritu del profeta Elías, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto".

Zacarías le dijo al ángel: "¿Cómo puedo saber que esto que me dice sí es cierto? Porque yo soy muy viejo e Isabel mi esposa es estéril". El ángel le dijo: "Yo soy Gabriel, uno de los que están en la presencia del Dios, y he sido enviado para comunicarle esta buena noticia. Pero por no haber creído a las palabras que le he dicho, se quedará mudo y no podrá hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, que se cumplirán todas a su tiempo".

El pueblo estaba esperando a que saliera Zacarías y se extrañaban de que demorara tanto en aparecer. Cuando apareció no podía hablarles, y se dieron cuenta de que había tenido alguna visión. Él les hablaba por señas y estaba mudo.

"Después Isabel concibió un hijo y estuvo oculta durante cinco meses (sin contar a los vecinos que iba a tener un niño)". Y decía: "Dios ha querido quitarme mi humillación y se ha acordado de mí".

El ángel Gabriel contó a María Santísima en el día de la anunciación, que Isabel iba a tener un hijo. Ella se fue corriendo a casa de Isabel y allí estuvo tres meses acompañándola y ayudándole en todo, hasta que nació el niño Juan, cuyo nacimiento fue un verdadero acontecimiento (como se narra en el 24 de junio).

lunes, 1 de noviembre de 2010

FIESTA DE TODOS LOS SANTOS



La Iglesia Católica ha llamado "santos" a aquellos que se han dedicado a que su propia vida le sea lo más agradable posible a Nuestro Señor.

Hay unos que han sido "canonizados", o sea declarados oficialmente santos por el Sumo Pontífice, por lo que por su intercesión se han conseguido admirables milagros, y porque después de haber examinado minuciosamente sus escritos y de haber hecho una cuidadosa investigación e interrogatorio a los testigos que lo acompañaron en su vida, se ha llegado a la conclusión de que practicaron las virtudes en grado heroico.

Para ser declarado "santo" por la Iglesia Católica se necesita toda una serie de trámites rigurosos. Primero una exhaustiva averiguación con personas que lo conocieron, para saber si en verdad su vida fue ejemplar y virtuosa. Si se logra comprobar por el testimonio de muchos que su comportamiento fue ejemplar, se le declara "Siervo de Dios". Si por detalladas averiguaciones se llega a la conclusión de que sus virtudes, fueron heroicas, es declarado "Venerable". Más tarde, si por su intercesión se consigue algún milagro totalmente inexplicable por medios humanos, es declarado "Beato". Finalmente si se consigue un nuevo y maravillosos milagro por haber pedido su intercesión, el Papa lo declara "santo".

En el caso de algunos santos el procedimiento de canonización ha sido rápido, como por ejemplo para San Francisco de Asís y San Antonio, que sólo duró 2 años.

Poquísimos otros han sido declarados santos seis años después de su muerte, o a los 15 o 20 años. Para la inmensa mayoría, los trámites para su beatificación y canonización duran 30, 40, 50 y hasta cien años o más. Después de 20 o 30 años de averiguaciones, la mayor o menor rapidez para la beatificación o canonización, depende de quien obtenga más o menos pronto los milagros requeridos.

Los santos "canonizados" oficialmente por la Iglesia Católica son varios millares. Pero existe una inmensa cantidad de santos no canonizados, pero que ya están gozando de Dios en el cielo. A ellos especialmente está dedicada esta fiesta de hoy.


Comentario sobre la biografía del Santo-a, por el P. Jesús

Fiesta de Todos los Santos

De esos santos no canonizados, hoy se celebra su Fiesta, y muy posiblemente, tú serás uno de ellos cuando mueras. Eso quiere Dios y nos pide Dios a todos, el que seamos santos, el que vivamos las virtudes en grado máximo; y una manera rápida, es no quejarse y aceptar sin rechistar todo lo que Dios permite en la vida de uno, y aguantando, y teniendo una vida de piedad y de obras de la fe, Dios haga maravillas contigo, como por ejemplo, el que tu ejemplo haga cambiar a las personas que te traten. ¡Ves como vas a ser santo-a! Lo sabía.

Todos aquellos que han amado en su vida a Dios sobre todas las cosas, esos son Santos, porque la santidad va de amor, de Amor a Dios. Cuanto más ama uno a Dios, más santo se hace, si con este amor construye en su vida y en su corazón un lugar donde habita Dios y lo llena todo con Su Amor.

Si, la santidad va de amor. Y hoy, que se conmemora la Fiesta de todos los Santos es la fiesta de los que aman y amaron a Dios.



P. Jesús

jueves, 28 de octubre de 2010

SAN JUDAS TADEO


San Judas Tadeo es uno de los santos más populares, a causa de los numerosos favores celestiales que consigue a sus devotos que le rezan con fe. En Alemania, Italia, América y muchos sitios más, tiene numerosos devotos que consiguen por su intercesión admirables ayudas de Dios, especialmente en cuanto a conseguir empleo, casa u otros beneficios más. Santa Brígida cuenta en sus Revelaciones que Nuestro Señor le recomendó que cuando deseara conseguir ciertos favores los pidiera por medio de San Judas Tadeo. Judas es una palabra hebrea que significa: "alabanzas sean dadas a Dios". Tadeo quiere decir: "valiente para proclamar su fe". Simón significa: "Dios ha oído mi súplica". A San Simón y San Judas Tadeo se les celebra la fiesta en un mismo día, el 28 de octubre, porque según una antigua tradición los dos iban siempre juntos predicando la Palabra de Dios por todas partes. San Judas Tadeo estaba íntimamente relacionado con nuestro Señor por su parentesco con San Joaquín y Santa Ana, padres de la Santísima Virgen. Sobrino nieto de estos dos santos, es a la vez sobrino de María y José, de donde resulta ser primo de nuestro Señor Jesucristo. San Judas es hermano del Apóstol Santiago el Menor. Tenía otros dos hermanos a quienes llama el Evangelio "hermanos" de Jesús. Cuando nuestro Señor regresó de Judea a Nazaret, comenzó a enseñar en la sinagoga. Las gentes que le oían estaban asombradas y decían: "¿ De dónde le ha llegado tanta sabiduría y ese poder de hacer milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas?" (Mt 13,54). La palabra "hermanos" en hebreo comúnmente significa un pariente próximo. El padre de San Judas era Cleofás. El nombre de su madre era María, que era pariente próxima de la Virgen Santísima. Ella también permaneció junto a la Cruz cuando murió nuestro Señor Jesucristo. "Cerca de la cruz de Jesús estaban su madre, y la hermana de su madre , María, esposa de Cleofás, y María Magdalena" (Jn 19,25). Durante su adolescencia y juventud, Judas fué compañero de Jesús. Cuando Jesús comenzó su vida pública, Judas dejó todo por seguirle. A San Judas se le llama Tadeo para diferenciarlo de Judas Iscariote que fue el que vendió a Jesús. En la noche de la Última Cena le preguntó a Jesús: "¿Por qué revelas tus secretos a nosotros y no al mundo?". Jesús le respondió que esto se debía a que ellos lo amaban a Él y cumplían sus mandatos y que a quien lo ama y obedece, vienen el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo y forman habitación en su alma (Jn. 14, 22). Como Apóstol, trabajó con gran celo por la conversión de los paganos. Fue misionero por toda la Mesopotamia durante diez años. Regresó a Jerusalén para el Concilio de los Apóstoles. Después se unió a Simón en Libia, donde los dos Apóstoles predicaron el Evangelio a los habitantes de aquel país. Refiere la tradición que San Judas y San Simón sufrieron martirio en Suanis, ciudad de Persia, donde habían trabajado como misioneros. A San Judas le dieron muerte con una cachiporra. Por eso se le representa con una porra sobre la cabeza. Luego, le cortaron la cabeza con un hacha. Trasladaron su cuerpo a Roma y sus restos se veneran ahora en la Basílica de San Pedro. San Judas es conocido principalmente como autor de la Carta de su nombre en el Nuevo Testamento. Carta probablemente escrita antes de la caída de Jerusalén, por los años 62 al 65. En ella, San Judas denuncia las herejías de aquellos primeros tiempos y pone en guardia a los cristianos contra la seducción de las falsas doctrinas. Habla del juicio que amenaza a los herejes por su mala vida y condena los criterios mundanos, la lujuria y "a quienes por interés adulan a la gente". Anima a los cristianos a permanecer firmes en la fe y les anuncia que surgirán falsos maestros, que se burlarán de la Religión, a quienes Dios, en cambio, les tiene reservada la condenación . A la soberbia de los malos contrapone la humilde lealtad del Arcángel San Miguel. Anima a los cristianos a levantar un edificio espiritual llevando una vida fundada en la fe, el amor a Dios, la esperanza y la oración. Alienta la práctica del amor al prójimo; exhorta a los cristianos a que sean pacientes y con sus vidas virtuosas conviertan a los herejes. San Judas concluye su carta con una oración de alabanza a Dios por la Encarnación, pues por ella Jesucristo, Palabra eterna de Dios, tomó sobre sí nuestra naturaleza humana para redimirnos.

viernes, 3 de septiembre de 2010

SAN GREGORIO MAGNO


Sus biógrafos dicen que era menudo de estatura y débil de salud. El calificativo de Magno o Grande no le viene de lo que pudiera sugerir su presencia, sino más bien del puesto que le tocó desempeñar y de la manera que lo hizo.

Las noticias más antiguas se tienen del Liber Pontificalis escrito poco después de que muriera; hay, además, una biografía de autor anónimo del siglo VIII y otras dos, escritas por Pablo el Diácono y por el diácono Juan por mandato del papa Juan VIII, que son del siglo IX. También Isidoro de Sevilla e Ildefonso de Toledo, Gregorio de Tours y Beda el Venerable proporcionan abundantes datos sobre su vida; pero, de todos modos, la principal fuente y más directa son sus propios escritos.

Nació en torno al año 540 de una familia noble romana. Su padre era el senador Gordiano y su madre, Silvia, también está metida en el santoral. Estudió derecho como parece que le venía de familia. Ocupó el cargo de Prefecto de Roma entre los años 572-574. En estos años convierte su casa solariega del monte Celio en monasterio; con el tiempo llegará a levantar en sus posesiones de Sicilia otros seis monasterios más. Incluso parece que él mismo se sometió a la regla de san Benito en el monasterio de san Andrés, pero de esto no parece haber dato cierto.

En torno al año 580 es diácono en Roma y colaborador íntimo del papa Pelagio II que lo nombra apocrisario –legado o embajador– suyo en Constantinopla. Esta permanencia en Oriente, que duró seis años, le sirvió para conocer mejor el monacato oriental que siempre le cautivó y a medir los intereses de la política del Imperio de modo directo. Allí trabó amistad –ya para siempre– con el arzobispo Leandro de Sevilla que escapaba por aquel entonces de la ira del rey visigodo Leovigildo. Fue este un tiempo fecundo para la piedad y el comienzo de su faceta de escritor por ánimo y ruego de Leandro, que vio en su conocimiento de la Sagrada Escritura y en su piedad personal un tesoro para la Iglesia que no era lícito desperdiciar.

Vuelto a Roma, el papa Pelagio lo retiene como su consejero hasta que murió. En el año 390 fue elegido papa por el pueblo, por el clero y por el senado.

Hubo una total unanimidad en ello como conscientes eran todos de los difíciles tiempos que corrían para Roma. Gracias a su carácter nada apocado y magnánimo pone audaz remedio inmediato a las situaciones que no permiten dilación. Occidente estaba políticamente olvidado por los exarcas que miran más los intereses orientales; desde fuera, las invasiones lombardas exigían defensas que nadie quería proporcionar; en el interior de la Iglesia, las herejías adopcionistas y monofisitas abundan en extensos focos; los patriarcados orientales miran cada vez menos a Roma; queda el vergonzoso asunto pendiente de la evangelización de los pueblos anglosajones a los que aún no se ha podido llegar; las donaciones que los fieles han ido dando desde que Constantino permitió que la Iglesia pudiera recibir herencias para el mantenimiento del culto necesitan una administración cabal, y ve con la misma claridad meridiana la necesidad de unificar la liturgia.

Se podría decir que se contempla el desmoronamiento completo del Imperio Occidental y que en la Iglesia abundan dificultades y ruinas.

Se apresta a la defensa frente a los pueblos bárbaros asentados en Occidente, organizando los Estados Pontificios. Manda 40 monjes a misionar los pueblos anglosajones con la conciencia clara de las dificultades. Pone las bases jurídicas adecuadas y elige las personas adecuadas para la administración de los bienes eclesiásticos recibidos en limosnas de los fieles y repartidos por todo Occidente. Sigue paso a paso la evolución de la Iglesia visigótica en España, animando a poner los requeridos elementos que faciliten la general vuelta a la verdad de la fe. Potencia la organización de las iglesias africanas.

Mientras va atendiendo a tantos frentes, arrastrando su débil y maltrecha salud, no descansa en la defensa y difusión de la fe con sus abundantísimos escritos y cartas con los que mantiene viva la esperanza de la Cristiandad. Entre ellos merecen especial mención la Regla Pastoral escrita en el primer año de pontificado, Diálogos, Homilías sobre Ezequiel, Comentarios al libro de Job, innumerables escritos de exégesis y comentarios bíblicos, Cartas a las iglesias y a particulares en las que da respuesta adecuada a las necesidades que lleva consigo el gobierno de la Iglesia, Homilías, Panegíricos, y, para animar a la reforma litúrgica que intenta, el Sacramentario y el Antifonario.

Muere el 12 de marzo del año 604. El 20 de septiembre del 1295 lo declaró doctor de la Iglesia el papa Bonifacio VIII.

En medio de todas las dificultades, supo tener un talante positivo cristiano que no le impidió descubrir y detectar los síntomas patológicos del ambiente, sino que le llevó a ponerles el remedio conveniente sin escatimar esfuerzos. Eso que se llama audacia.

TÚ TAMBIEN PUEDES SER SANTO

TÚ TAMBIEN PUEDES SER SANTO

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TÚ TAMBIEN PUEDES SER SANTO.

TÚ TAMBIEN PUEDES SER SANTO.

VIRGEN CON CUATRO SANTOS

VIRGEN CON CUATRO SANTOS
Como el océano recibe todas las aguas, así María recibe todas las gracias. Como todos los ríos se precipitan en el mar, así las gracias que tuvieron los ángeles, los patriarcas, los profetas, los apóstoles, los mártires, los confesores y las vírgenes se reunieron en María

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