1195-1231
Bien podía el Papa Pío XII, en 1946, al declararle Doctor de la Iglesia, felicitar a
Portugal por haber regalado al mundo esta magnífica flor y a Padua por haberlo
recibido en su tierra donde realizó toda clase de prodigios.
Pero ¿por qué es famoso San Antonio? El mismo Pío XII lo declaraba al
afirmar que esta fama le venía, "por la santidad de su vida, por la
insigne fama de sus milagros y por el esplendor de su doctrina... Por todo ello
iluminó y sigue ahora iluminando a todo el universo...".
"El Santo de todo el mundo" le llamó el Papa León XIII. Y no
exageraba, ya que San Antonio es sin duda alguna, el Santo más popular de la Iglesia. Pero, sobre
todo, es venerado por la gente humilde que sabe descubrir en él la ayuda y el
ejemplo en las cosas ordinarias y sencillas. Nació en Lisboa y le fue impuesto
el nombre de Hernando o Fernando con el que se le conocerá hasta los veintiocho
años cuando ingresó en la
Orden Seráfica que cambiará por el de Antonio.
Sus padres se llamaron Martín Bullones y Teresa Tavera. Dieron una
sencilla y cristiana educación a su hijo. A los 15 años se entregó a una vida
de fervor religioso y estudio concienzudo.
Los Canónigos Regulares de San Agustín forjaron aquella inteligencia y
modelaron aquel corazón que tanto supo amar a Dios y a las criaturas. Estudió
primero en Lisboa y después en Coimbra.
Mientras estaba en esta ciudad presenció la llegada de los cuerpos de
los cinco primeros mártires franciscanos muertos por su fe en Jesucristo, en Marruecos.
Fernando recibió como un aldabonazo muy fuerte en su corazón y como una llamada
a ser Mártir como aquellos valientes religiosos. Ni corto ni perezoso corre a
la portería de los Frailes Menores, al convento de San Antonio de los Olivares,
y le dice al P. Guardián a quemarropa: "Padre, si me prometéis enviarme a
tierra de moros, os ruego que me deis vuestro hábito".
Es el verano de 1220. Antonio tiene 25 años. Su noviciado fue breve
pero bien aprovechado. Asimila las virtudes y la Regla del Padre San
Francisco. El P. Guardián sabe que debe cumplir la promesa hecha a Antonio de
enviarlo en cuanto haya ocasión a tierra a moros, y, así lo hace en la
primavera del 1221. Llegando ya a Marruecos una enfermedad le hace volver hacia
España, pero una tormenta arrastra la embarcación hasta Sicilia y allí
desembarcan.
En el mismo año le encontramos al lado de San Francisco en el Capítulo
general de Asís.
Su encuentro con San Francisco fue digno de quedar grabado para siempre
en la historia franciscana. El Serafín de Asís le llamaba cariñosamente
"mi obispo" y le ordena que reciba el sacerdocio.
Poco después de esto fue cuando dio muestras de unas excepcionales
dotes de predicador. Sus superiores le enviaron entonces a las regiones de la Italia septentrional y de
Francia, por las que se difundían las doctrinas cátaras. Desde el convento que
fundó en Brive-la-Gaillarde, irradió su influjo Antonio sobre todo el Lemosín,
en donde suscitó un amplio movimiento de conversiones.
No llegó a Padua hasta 1230. Al año siguiente, tras haber predicado una
cuaresma que conmovió profundamente a la ciudad, moría a los treinta y seis
años. Iba a dar comienzo la obra póstuma de Antonio.
El 13 de junio de 1231, con las palabras "Ya veo a Dios",
volaba a la eternidad. Antes de un año de su muerte, era canonizado (30 de mayo
de 1232) y ya empezaban a multiplicarse los milagros debidos a su intercesión.
Cuando muchos católicos pierden algo, lo primero que hacen es orar a
San Antonio. A todo lo largo del mundo la gente implora su intercesión para
encontrar de todo, desde las llaves perdidas hasta las almas perdidas.
No sabemos con seguridad cómo un sacerdote franciscano pudo convertirse
en una oficina celestial de objetos perdidos. Una leyenda dice que cuando un
fraile robó un libro, Antonio oró para que fuera devuelto. El fraile de dedos
pegajosos fue poseído de remordimientos y volvió a traer el libro.
Independientemente de cómo San Antonio llegara a asociarse con la
recuperación de los objetos perdidos, es uno de los santos favoritos en todo el
mundo.
Santoral preparado por la Parroquia de la Sagrada Familia de Vigo.
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