viernes, 29 de julio de 2011
SANTA MARTA
Autor: Jesús Marti Ballester
Como Santiago evangelizó España, Santa Marta evangelizó Francia. Si quisiéramos conocer la historia de las Diócesis consultando sólo documentos oficiales y rebuscando archivos notariales, sabríamos muy poca cosa, porque la vida no fluye sólo por las arterias sino también por los capilares y la vida diaria es la que fragua la historia, aunque éste no lleve marchamo oficial y canónico. Hay que contar pues con la tradición e incluso con la leyenda, que siempre lleva una veta de realidad, teniendo criterio para discerrnir las épocas y los estilos y los lugares. Poco sabríamos de España y de Francia, de su política y de su religión e historia si nos quedáramos con los escuetos datos canónicos. Hemos de acudir a la tradición que nos relata que una barca miserable sin remos y sin velas luchaba con las furias del mar, navegando desde las costas de Palestina hasta la desembocadura del Ródano. Marta con un grupito de discípulos de Jesús, que oyeron su voz junto al lago de Tiberíades, esperan la muerte; las mujeres lloran, los hombres rezan. Marcial, el joven que sirvió el vino y el pez en la última cena y Saturnino, rezan en la proa; el anciano Trófimo envuelto en su capa tiene a sus pies al obispo Maximino. Lázaro, escucha los rugidos del abismo. Magdalena, continúa en su llanto doloroso, y Marta, se mueve como siempre, llevando de un lado para otro el optimismo y la confianza. El Espíritu de Dios les conduce, y la frágil nave llega a una playa sin peñascos. Desspués de los terrores de la tempestad, se arrodillan sobre la arena; levantan las manos al cielo, rezan, cantan y hacen resonar por vez primera el nombre de Cristo en las tierras provenzales. Era la primera misión comunitaria, un anticipo de la misión familiar practicada hoy por los grupos neocatecumenales.
Los extraños tripulantes se dan un abrazo, y se distribuyen para esparcir la semilla del evangelio en su nueva patria. Marcial llega a Limoges donde será su primer obispo; Saturnino lo será de Tolosa,Trófimo irá a Arlés, y Lázaro a Marsella.
A Marta le pregunta el poeta, ¿adónde vas, oh dulce virgen?. Con una cruz y con un hisopo Marta, radiante de serenidad, se encamina intrépida al encuentro de la Tarasca; los infieles, no pudiendo creer en su libertad, se suben a los pinos para para ver aquel combate insigne. ¡Saltó la Tarasca, el monstruo sobresaltado en su modorra, hostigado en su cubil, desde el que esclavizaba a Francia, llamada Tarascón, y que nos recuerda el canto pascual de la Tarara. En vano se retorcía, rociado con el agua santa; en vano gruñía, silbaba y bufaba; Marta le encadena con una atadura de mimbres tiernos, y le arrastra a pesar de sus resoplidos. El pueblo corre a adorarla. "¿Quién eres?” -decian-. Eres la cazadora Diana? ¿Eres Minerva la fuerte: - '"No, no, respondía la doncella- soy la esclava de mi Dios." Y los tarasconenses creyeron, doblaron la rodilla ante el Dios a quien Marta había hospedado en su casa. Con su palabra de virgen hirió la roca de Aviñón, y la fe empezó a brotar con abundancia caudalosa.
Después allá lejos, junto al mar, entre los acantilados de Marsella, una mujer ora en el fondo de una gruta. Sus rodillas se lastiman en la aspereza de la roca, sin más vestido que su cabellera y oye la divina promesa: "Tu fe te ha salvado."
Así completaron la historia los gustos legendarios de Edad Media; pero ni el Evangelio, ni los viejos relatos de la extensión del cristianismo a través del Imperio romano, se acuerdan de la barca milagrosa que arribó a las playas de Occidente llevando a los discípulos de Jesús. El nombre de Magdalena se pierde a nuestras miradas; el de Marta en el salón del festín con que Simón el leproso agasajó al Maestro de Nazareth unos días antes de la Pascua. La vemos entrar y salir, unas veces llevando el pan en bandeja de plata; otras colocando en cada mesa las jarras de los vinos espumosos. Lo vigila todo, está en todo. Es siempre la mujer solícita, hacendosa, llena de energía y de actividad. El día de la resurrección de Lázaro se precipita fuera de casa en cuanto sabe que el Rabbí se acerca a Betania. Su fe es ciega, aunque acaso menos inteligente que la de su hermana. "Resucitará tu hermano", le dice Jesús. "Si - responde ella -; ya sé que resucitará en el último día.
Había comprendido mal la promesa del Señor, considerándola como una de tantas fórmulas de consuelo. Jesús insistió con esta verdad maravillosa, que cayó en la tierra como un germen de alegria y de esperanza: "Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en Mí, aunque hubiere muerto, vivirá; y todo el que vive y cree en Mi, no morirá para siempre." Entonces Marta, en medio de las tinieblas de su llanto, encontró una fórmula espléndida de fe, como la de Pedro junto a Cesarea de Filipo: "Señor, yo creo que Tú erés el Cristo, el Hijo de Dios vivo que ha venido a este mundo."
Aquella fe ardiente ponía alas en el alma y en los pies de esta mujer casera y ajetreada. Nos la figuramos menuda y graciosa, midiendo las palabras, apareciendo con su túnica ondulante en el comedor y en el jardín, en la cocina y en la puerta de la casa; observándolo todo, poniendo la limosna en las manos del pobre, y recibiendo al peregrino con noble sonrisa de bondad.
Si el peregrino es Jesús, ella no descansa, ni duerme, ni para un momento. La casa de Lázaro estaba siempre abierta para Jesús y sus discípulos. Marta aguarda impaciente la llegada del Rabbí; le recibe alegre y le hospeda orgullosa. Ella quisiera que anunciase siempre su venida para tenerlo todo de una manera impecable. Pero más de una vez, los doce llegan repentinamente, escoltando al Maestro. Como ahora. Marta se ha puesto en movimiento, con nerviosa solicitud. Corre a saludar al Señor, le trae agua para las abluciones, y toallas y perfumes; le guía al recibidor, le ofrece una silla y sale para dirigir a los de siervos y a las criadas. Hay que encender el fogón, buscar el tierno recental, preparar huevos del día, traer higos maduros, ordeñar la vaca, entrar en la alcoba para ver si hay bastante ropa en la cama donde va a dormir el Señor; sacar del arca la vajilla de plata, la escudilla de esmaltes y el mantel rameado que descansaba entre aromas de tomillo y romero. Marta se agita, cruza el portal afanosa y sofocada, se asoma a la puerta para ver si viene su hermano de la bodega con el vino añejo, entra en la habitación donde Jesús conversa con discípulos y todo le parece poco para mostrar su devoción, la de su hermano y la de Magdalena.
La Magdalena, entretanto permanecía silenciosa sentada a los pies de Jesús, escuchando embelesada, con el rostro escondido entre las manos y mirando al Señor solamente con los ojos del alma. No se acuerda de que es necesario preparar la cena; el bullicioso ajetreo de su hermana llega casi a molestarla. Escucha, contempla y adora. Todo es paz en su interior; nada turba su alma.
“Quedéme y olvidéme,
Mi rostro recliné sobre el Amado,
Cesó todo y quedéme
Dejando mi cuidado
Entre las azucenas olvidado”.
De pronto, Marta aparece sudorosa en el umbral. Aquella actitud de María acaba por enojarla un poco. Siempre va a ser la mimada, la preferida; ella, que arrastró Ir las calles el nombre de la familia, que nos hizo sufrir y llorar tanto. Y ahora se queda allí tan tranquila gozando de la presencia del Maestro, mientras los demás trabajan y se fatigan. "¿No os parece mal, Señor -dice con acento amargo que mi hermana me deje sola en estas tareas del servicio? Decidle que me ayude." Jesús respondió: "Marta, Marta, estás inquieta y te agitas en demasiadas cosas, Y, sin embargo, sólo hay una cosa necesaria. María ha escogido la mejor parte que nadie le arrebatará."
Marta comprendió. El Maestro no censuraba su ingenua actividad, sino el derramamiento de su alma en los negocios exteriores. Inclinada, por temperamento, a la acción, será siempre en la Iglesia el tipo de los espíritus abrasados por el hambre de las obras; de los luchadores, de los destinados a los afanes de la vida activa. Pero desde aquel día supo poner en sus cuidados terrenos algo más dulce, más sereno, más profundo; en cualquiera de sus actos podía verse la perenne donación del alma. Todo para ella se había transformado en una oración, hasta el servicio más humilde de la vida cotidiana.
Santa Marta, es la mujer hacendosa, siempre ocupada con los quehaceres domésticos en su casa de Betania, mientras María escuchaba a Jesús (Lc 10, 38) o le ungía los pies (Jn 12, 1 A su muerte la enterraron en Tarascón, cerca de San Front de Périgueux. Es venerada en Provenza (Aix-en-Provence y Tarascón) e incluso en la Toscana. De acuerdo con la Leyenda Áurea, viste con túnica y manto o con hábito, porque se dice que llevó una vida monacal, una idea reforzada por el salterio, alusivo a su vida ascética, como se contempla en el retablo de San Bartolomé, de la Prioral de Santa María.
Jesús Marti Ballester
miércoles, 27 de julio de 2011
SAN PANTALEÓN MARTIR
Médico nacido en Nikomedia (actual Turquía). Fue decapitado por profesar su fe católica en la persecución del emperador romano Diocleciano, el 27 de julio del 305.
Lo que se sabe de San Pantaleón procede de un antiguo manuscrito del siglo VI que está en el Museo Británico. Pantaleón era hijo de un pagano llamado Eubula y de madre cristiana. Pantaleón era médico. Su maestro fue Euphrosino, el médico mas notable del imperio. Fue médico del emperador Galerio Maximiano en Nicomedia.
Conoció la fe pero se dejó llevar por el mundo pagano en que vivía y sucumbió ante las tentaciones, que debilitan la voluntad y acaban con las virtudes, cayendo en la apostasía. Un buen cristiano llamado Hermolaos le abrió los ojos, exhortándole a que conociera "la curación proveniente de lo más Alto", le llevó al seno de la Iglesia. A partir de entonces entregó su ciencia al servicio de Cristo, sirviendo a sus pacientes en nombre del Señor.
En el año 303, empezó la persecución de Diocleciano en Nikomedia. Pantaleón regaló todo lo que tenía a los pobres. Algunos médicos por envidia, lo delataron a las autoridades. Fue arrestado junto con Hermolaos y otros dos cristianos. El emperador, que quería salvarlo en secreto, le dijo que apostatara, pero Pantaleón se negó e inmediatamente curó milagrosamente a un paralítico para demostrar la verdad de la fe. Los cuatro fueron condenados a ser decapitados. San Pantaleón murió mártir a la edad de 29 años el 27 de julio del 304. Murió por la fe que un día había negado. Como San Pedro y San Pablo, tuvo la oportunidad de reparar y manifestarle al Señor su amor.
Las actas de su martirio nos relatan sobre hechos milagrosos: Trataron de matarle de seis maneras diferentes; con fuego, con plomo fundido, ahogándole, tirándole a las fieras, torturándole en la rueda y atravesándole una espada. Con la ayuda del Señor, Pantaleón salió ileso. Luego permitió libremente que lo decapitaran y de sus venas salió leche en vez de sangre y el árbol de olivo donde ocurrió el hecho floreció al instante. Podría ser que estos relatos son una forma simbólica de exaltar la virtud de los mártires, pero en todo caso, lo importante es que Pantaleón derramó su sangre por Cristo y los cristianos lo tomaron como ejemplo de santidad.
En Oriente le tienen gran veneración como mártir y como médico que atendía gratuitamente a los pobres. También fue muy famoso en Occidente desde la antiguedad.
Se conservan algunas reliquias de su sangre, en Madrid (España), Constantinopla (Turquía) y Ravello (Italia).
El Milagro de su sangre
Una porción de su sangre se reserva en una ampolla en el altar mayor del Real Monasterio de la Encarnación en Madrid de los Austrias, junto a la Plaza de Oriente, Madrid, España. Fue tomada de otra más grande que se guarda en la Catedral italiana de Ravello. Fue donada al monasterio junto con un trozo de hueso del santo por el virrey de Nápoles. En Madrid lo custodian las religiosas Agustinas Recoletas dedicadas a la oración. Hay constancia de que la reliquia ya estaba en la Encarnación desde su fundación en el año 1616.
La sangre, en estado sólido durante todo el año, se licuefacciona [o ocurre el fenómeno de licuefacción], como la sangre de San Jenaro, sin intervención humana. Esto ocurre en la víspera del aniversario de su martirio, o sea, cada 26 de julio. Así ha ocurrido cada año hasta la fecha de este escrito, 2005, cuando se celebran 1700 años de su martirio. En ese año el milagro tuvo lugar mientras las religiosas oraban en el coro del templo y ante la presencia de cientos de visitantes. El monasterio abre las puertas al público para que todos sean testigos. En algunas ocasiones, la sangre ha tardado en solidificarse para señalar alguna crisis, como ocurrió durante las dos guerras mundiales.
Muchas veces se ha intentado explicar el fenómeno mediante mecanismos netamente naturales, como la temperatura o las fases de la luna. Sin embargo, ninguna de las explicaciones ha resultado satisfactoria para la ciencia. La iglesia no se ha definido sobre el milagro. Las hermanas dicen sencillamente que es "un regalo de Dios".
Para facilitar la vista del público y evitar el deterioro de la reliquia, en el 1995 las monjitas instalaron monitores de televisión que aumentan diez veces la imagen de la cápsula que contiene la sangre del santo.
La sangre de un médico mártir se licúa. ¿Qué nos dice Dios con este portento?.
Acaso no necesitamos este testimonio valiente de quien dio su vida por la fe. Su sangre nos recuerda nuestra propia responsabilidad de vivir la fe en un tiempo donde tantos caen en la apostasía o simplemente en la indiferencia. Cuanto necesitamos el ejemplo de San Pantaleón, quien supo vivir su profesión al servicio de Jesucristo.
SAN SIMEÓN ESTILISTA EL GRANDE
Martirologio Romano: Cerca de Antioquía, en Siria, san Simeón, monje, que durante muchos años vivió sobre una columna, por lo que recibió el sobrenombre de “Estilita”, y cuya vida y trato con todos fueron admirables (459).
Nace cerca del año 400 en el pueblo de Sisan, en Cilicia, cerca de Tarso, donde nació San Pablo. (Estilita significa: el que vive en una columna).
De pequeño se dedicaba a pastorear ovejas por los campos, pero un día, al entrar en una iglesia, oyó al sacerdote leer en el sermón de la Montaña las bienaventuranzas, en el capítulo 5 del evangelio de San Mateo. Se entusiasmó al oír que Jesús anuncia: "Dichosos serán los pobres, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los puros de corazón porque ellos verán a Dios". Se acercó a un anciano y le preguntó qué debería hacer para cumplir esas bienaventuranzas y ser dichoso. El anciano le respondió: "Lo más seguro seria irse de religioso a un monasterio".
Se estaba preparando para ingresar a un monasterio, y pedía mucho a Dios que le iluminara qué debía hacer para lograr ser santo e irse al cielo, y tuvo un sueño: vio que empezaba a edificar el edificio de su santidad y que cavaba en el suelo para colocar los cimientos y una voz le recomendaba: "Ahondar más, ahondar más". Y al fin oyó que la voz le decía: "Sólo cuando seas lo suficientemente humilde, serás santo".
A los 15 años entró a un monasterio y como era muy difícil conseguir libros para rezar, se aprendió de memoria los 150 salmos de la S. Biblia, para rezarlos todos cada semana, 21 cada día.
Se le considera el inventor del cilicio, o sea de una cuerda hiriente que algunos penitentes se amarran en la cintura para hacer penitencia. Se ató a la cintura un bejuco espinoso y no se lo quitaba ni de día ni de noche. Esto para lograr dominar sus tentaciones. Un día el superior del monasterio se dio cuenta de que derramaba gotas de sangre y lo mandó a la enfermería, donde encontraron que la cuerda o cilicio se le había incrustado entre la carne. Difícilmente lograron quitarle la cuerda, con paños de agua caliente. Y el abad o superior le pidió que se fuera para otro sitio, porque allí su ejemplo de tan extrema penitencia podía llevar a los hermanos a exagerar en las mortificaciones.
Se fue a vivir en una cisterna seca, abandonada, y después de estar allí cinco días en oración se le ocurrió la idea de pasar los 40 días de cuaresma sin comer ni beber, como Jesús. Le consultó a un anciano y éste le dijo: "Para morirse de hambre hay que pasar 55 días sin comer. Puede hacer el ensayo, pero para no poner en demasiado peligro la vida, dejaré allí cerca de usted diez panes y una jarra de agua, y si ve que va desfallecer, come y bebe." Así se hizo. Los primeros 14 días de cuaresma rezó de pie. Los siguientes 14 rezó sentado. Los últimos días de la cuaresma era tanta su debilidad que tenía que rezar acostado en el suelo. El domingo de Resurrección llegó el anciano y lo encontró desmayado y el agua y los panes sin probar. Le mojó los labios con un algodón empañado en agua, le dio un poquito de pan, y recobró las fuerzas. Y así paso todas las demás cuaresmas de su larga vida, como penitencia de sus pecados y para obtener la conversión de los pecadores.
Se fue a una cueva del desierto para no dejarse dominar por la tentación de volverse a la ciudad, llamó a un cerrajero y se hizo atar con una cadena de hierro a una roca y mandó soldar la cadena para no podérsela quitar. Pero varias semanas después pasó por allí el Obispo de Antioquía y le dijo: "Las fieras sí hay que atarlas con cadenas, pero al ser humano le basta su razón y la gracia de Dios para no excederse ni irse a donde no debe". Entonces Simeón, que era humilde y obediente, se mandó quita la cadena.
De todos los países vecinos y aun de países lejanos venían a su cueva a consultarlo y a pedirle consejos y las gentes se le acercaban para tocar su cuerpo con objetos para llevarlos en señal de bendición, y hasta le quitaban pedacitos de su manto para llevarlos como reliquias.
Entonces para evitar que tanta gente viniera a distraerlo en su vida de oración, se ideó un modo de vivir totalmente nuevo y raro: se hizo construir una columna de tres metros para vivir allí al sol, al agua, y al viento. Después mandó hacer una columna de 7 metros, y más tarde, como la gente todavía trataba de subirse hasta allá, hizo levantar una columna de 17 metros, y allí pasó sus últimos 37 años de su vida.
Columna se dice "Stilos" en griego, por eso lo llamaron "Simeón el estilita".
No comía sino una vez por semana. La mayor parte del día y la noche la pasaba rezando. Unos ratos de pie, otros arrodillado y otros tocando el piso de su columna con la frente. Cuando oraba de pie, hacía reverencias continuamente con la cabeza, en señal de respeto hacia Dios. En un día le contaron más de mil inclinaciones de cabeza. Un sacerdote le llevaba cada día la Sagrada Comunión.
Para que nadie vaya a creer que estamos narrando cuentos inventados o leyendas, recordamos que la vida de San Simeón Estilita la escribió Teodoreto, quien era monje en aquel tiempo y fue luego Obispo de Ciro, ciudad cercana al sitio de los hechos. Un siglo más tarde, un famoso abogado llamado Evagrio escribió también la historia de San Simeón y dice que las personas que fueron testigos de la vida de este santo afirmaban que todo lo que cuenta Teodoreto es cierto.
Las gentes acudían por montones a pedir consejos. El les predicaba dos veces por día desde su columna y los corregía de sus malas costumbres. Y entre sermón y sermón oía sus súplicas, oraba por ellos y resolvía pleitos entre los que estaban peleados, para amistarlos otra vez. A muchos ricos los convencía para que perdonaran las deudas a los pobres que no les podían pagar.
Convirtió a miles de paganos. Un famoso asesino, al oírlo predicar, empezó a pedir perdón a Dios a gritos y llorando.
Algunos lo insultaban para probar su paciencia y nunca respondió a los insultos ni demostró disgusto por ellos.
Hasta Obispos venían a consultarlo, y el Emperador Marciano de Constantinopla se disfrazó de peregrino y se fue a escucharlo y se quedó admirado del modo tan santo como vivía y hablaba.
Para saber si la vida que llevaba en la columna era santidad y virtud y no sólo un capricho, los monjes vecinos vivieron y le dieron orden a gritos de que se bajara de la columna y se fuera a vivir con los demás. Simeón, que sabía que sin humildad y obediencia no hay santidad, se dispuso inmediatamente a bajarse de allí, pero los monjes al ver su docilidad le gritaron que se quedara otra vez allá arriba porque esa era la voluntad de Dios.
Murió el 5 de enero del año 459. Estaba arrodillado rezando, con la cabeza inclinada, y así se quedó muerto, como si estuviera dormido. El emperador tuvo que mandar un batallón de ejército porque las gentes querían llevarse el cadáver, cada uno para su ciudad. En su sepulcro se obraron muchos milagros y junto al sitio donde estaba su columna se construyó un gran monasterio para monjes que deseaban hacer penitencia.
Aurelio, Natalia, Félix, Liliosa y Jorge, Mártires
Aurelio es hijo de un mahometano de los que ocupaban Córdoba, en España; pero su madre es cristiana y procuró educarlo en la fe verdadera. Pronto quedó huérfano de padre y madre; una tía suya, también cristiana, se encargó de hacerlo un hombre. Al llegarle la edad se casó con Natalia, hija de padres mahometanos pero, convertida al cristianismo, se bautizó cuando ellos murieron y empezó a llamarse Sabigoto; tienen dos hijas pequeñas; son ricos y emparentados con gente importante de la ciudad por la parte mora.
Félix es uno de los amigos de Aurelio y está casado con Liliosa. A ellos las cosas les van igualmente bien, no por agarenos, sino por la renuncia que años atrás hizo Félix a la fe de los cristianos; tuvo miedo; no se atrevió a afrontar la vida con las limitaciones de trabajo, económicas, los impuestos, la mala perspectiva para los futuros hijos con todas las puertas cerradas para prosperar y disimuló su fe ante el juez. Por ello no les va nada mal. Él sigue creyendo en Dios, pero no frecuenta las reuniones, ni participa en el culto porque no se interprete que da marcha atrás.
Han comenzado a pasar cosas graves en la ciudad emirada en los últimos tiempos. Los ánimos se han calentado y comenzado a haber gente muerta por ser cristiana. Primero mataron a un presbítero que se llamaba Perfecto, luego a otros más; hay gente en la cárcel por su fe cristiana y se presentan situaciones tan tensas que no se sabe muy bien cómo va a ponerse el ambiente.
En general, los cristianos de Córdoba están ya hartos de su deteriorada situación, y han comenzado a presentarse ellos mismos, de modo espontáneo, al tribunal. Otros piensan que esta es la ocasión de lavar sus culpas y hasta parece ser el caso de Félix. Los dos matrimonios llevan tiempo hablando entre ellos de responsabilidades y de fidelidad. Una de las primeras cabezas cristianas les ha hecho poner en balanza lo que se gana y lo que se pierde; es ese hombre valiente y docto obispo que se llama Eulogio. Las dos parejas se animan a ser fieles y más valientes de lo que son.
Cuando el otro día estaba Aurelio en la plaza vió un espectáculo triste en sí mismo y lamentable; llevaban en un borrico, con gran alboroto, entre gritos y gestos maldicentes, al bueno de Juan; iba herido, le pegaban con cuerdas, le insultaban y maldecían por ser cristiano y no bendecir al Profeta. Llegó a casa y no pudo ocultar su pena por la injusticia, todo en él era rebeldía por la impotencia; Liliosa escuchó la versión y pronto la conocen Aurelio y Sabigoto. Ahora los cuatro están dispuestos a buscar solución definitiva pasando por el martirio; pero deben prepararse bien al momento decisivo. Primero, Aurelio y Sabigoto deben llevar a sus hijas al monasterio que fundaron Jeremías e Isabel; ahora es Isabel la abadesa de Tábanos y ella se encargará de cuidarlas con la dote que pondrán a su disposición; luego, sí, deben mejorar su oración, sus sacrificios, su amor a Dios. Y así comienza una nueva dimensión en sus vidas. Los cuatro están a partir un piñón cuando dan abundantes limosnas con sus bienes, comienzan a dormir en el suelo, practican el ayuno, visitan a los enfermos y hasta deciden ir -con influencias- a la prisión para dar algo de consuelo.
Fue allí donde encontraron a Flora, la virgen que es hija de mahometano y cristiana y a María, monja de Cuteclara y hermana del diácono Wilabonso, decapitado el siete de junio del año pasado. Ellas están condenadas a muerte por sacrílegas y parece que lo que esperan es un premio por su alegría y decisión. Las dos parejas fueron a consolarlas y salieron de la cárcel con fuego en sus corazones.
Conocieron en el monasterio tabanense a Jorge, un monje oriental, concretamente de Siria, que pasó veintiséis años en San Sabas, cerca de Jerusalén, enviado a África para recoger limosnas para mantener a los monjes que habían quedado allí. Es diácono, amigo de Eulogio, sencillo y servidor de todos; habla griego, árabe y latín. Se les unió desde entonces, pensando en el martirio, y ya no se les despega ni de día ni de noche.
Los cinco se han presentado ante el juez; le ponen al corriente de su fe cristiana al tiempo que afirman la falsedad de la religión que profesan todos los seguidores de Mahoma. El juez se esfuerza en hacerles recapacitar sobre su locura; les está haciendo ver la vida que tienen por delante con promesas de bienes, comodidades y honra. Todo es basura comparado con Jesucristo a quien desean servir por encima de todo. Les da cinco días de cárcel para pensar y poder reunir al Consejo porque son personas importantes por su parentela y él no quiere decidir su suerte. Ante los nuevos jueces, pareció que tenían ellos más ganas de ser condenados que los jueces en condenarles. Terminaron degollados, aplicando la ley, por maldecir al Profeta y declarar abyecta su religión.
Fue el día 27 de julio del año 852.
Dos matrimonios y un fraile dijeron públicamente del modo más fuerte y claro que es mejor el bien de Cristo que la totalidad de bienes terrenos. Amén.
BEATA MARÍA DE LA PASIÓN TARALLO, virgen
Nació el 23 de septiembre de 1866 en Barra (Nápoles, Italia). Fue bautizada al día siguiente con el nombre de Maria Grazia. Sus padres, Leopoldo Tarallo y Concetta Borriello, tuvieron otros seis hijos, dos de los cuales murieron muy pronto. Dos de las hijas fueron también religiosas en el instituto en el que ingresó la sierva de Dios.
Sus padres, que le dieron una sólida formación humana y cristiana, vivían aún cuando murió María de la Pasión y colaboraron como testigos en el proceso canónico. Su madre declaró en dicho proceso:
“Desde muy pequeña se mostraba siempre dócil y tranquila, le gustaba estar apartada. Al ser la primera de mis hijas, con amor y empeño superiores a su edad, me ayudaba en los quehaceres de la casa y se ocupaba también de enseñar a sus hermanas pequeñas lo que ella aprendía en la escuela”.
Deseaba ardientemente recibir la Eucaristía. En su autobiografía escribe: “Cuando iba a la santa misa con mi madre, viendo a las personas que se acercaban a la mesa eucarística, me ponía a llorar porque quería recibir también yo la sagrada Comunión, pero no me lo permitían”. Por fin pudo hacerlo, a los siete años, el Lunes santo de 1873. Recibió el sacramento de la Confirmación a los diez años, el 28 de julio de 1876.
Terminada la escuela primaria, Maria Grazia aprendió y luego ejerció el oficio de costurera.
Su vida estaba totalmente orientada hacia la perfección cristiana y la vida consagrada. Como Terciaria Franciscana vivía los consejos evangélicos.
A los veintidós años, cuando pensaba que ya pertenecía completamente a Jesús, su padre, que se oponía a esa vocación, trató de disuadirla imponiéndole la aceptación del matrimonio. El joven Raffaelle Aruto le había pedido la mano de María Grazia.
Ante su padre autoritario no se atrevió a negarse, convencida de que a pesar de ello el matrimonio no se realizaría, pues nuestro Señor Jesucristo se lo había asegurado en su interior. Así, el 13 de abril de 1889 se llevó a cabo el matrimonio civil, dejando para más adelante el religioso, como era tradición en aquella región. Pero esa misma tarde, durante el banquete para celebrarlo, Raffaelle se sintió mal por un ataque de hemoptisis y los médicos le aconsejaron que se trasladara a Torre del Greco para respirar aire más salubre. Allí murió nueve meses después del matrimonio civil, el 27 de enero de 1890.
El padre de Maria Grazia quiso imponerle un segundo matrimonio, pero ella le dijo: “Padre, ¿ni siquiera ahora quiere rendirse? Habiendo visto lo que ha sucedido ¿no se convence de que yo debo ser monja?”. Por fin su padre la dejó seguir su camino para entregarse sin reservas a Dios en la vida consagrada.
El 1 de junio de 1891, juntamente con su hermana Drusiana, entró en el convento de las religiosas Crucificadas Adoratrices de la Eucaristía, fundada por la sierva de Dios María Pía Notari. Su hermana Giuditta entró en la congregación tres años después.
Durante el proceso canónico, la fundadora, que le había dado el nombre de María de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, dio testimonio de su vida virtuosa y de su fama de santidad.
La maestra de novicias declaró sobre sor María: “Durante su noviciado, bajo mi dirección, cumplió con admirable exactitud todos sus deberes religiosos, distinguiéndose entre sus compañeras especialmente en las virtudes de la santa obediencia y la humildad. No llamaba para nada la atención”.
Realizó plenamente su vocación por amor a la Pasión de Jesús crucificado, a la Eucaristía y a la Virgen de los Dolores. Decía: “Me llamo sor María de la Pasión y debo asemejarme al Maestro”.
Recibió varios encargos, entre ellos la dirección espiritual de sus hermanas como maestra de novicias, pero también otros más humildes, como cocinera, ropera y portera. Entre todos los trabajos prefería el de fabricar las hostias para la santa misa, pues lo veía como una prolongación de la adoración eucarística y como parte del carisma de su instituto.
Oraba continuamente; pasaba mucho tiempo del día, y a veces durante la noche, orando en el último lugar del coro, y permanecía en íntimo diálogo con Dios. La oración era el alimento de su alma.
Siempre fue ejemplar y edificante en la caridad y en la oración, y toda la comunidad la admiraba.
En uno de sus escritos manifiesta su ardiente celo apostólico con estas palabras: “Mientras en la tristeza de mi corazón consideraba hasta qué punto llega el encendido amor del Corazón del Verbo divino a los hombres, y que estos corresponden a tan gran amor con las más negras ingratitudes, me dije: Ah, Dios mío, ojalá pudiera salir al mundo para gritar por las plazas: Oh mundo ciego, abre los ojos y conoce a este Dios y ámalo. (…) El Amor no es amado, porque no es conocido”.
Vivió los últimos días de su vida alimentándose únicamente de la Eucaristía.
Murió el 27 de julio de 1912.
Su fama de santidad se extendió por la heroicidad de las virtudes, por haberse ofrecido como víctima por los pecadores y los sacerdotes, y también por los dones sobrenaturales que coronaron el camino de su espiritualidad, santidad y mística.
Su aspiración era: “Quiero llegar a ser santa, amando a Cristo en la Eucaristía, sufriendo con Cristo crucificado, viendo a Cristo en los demás”. (Santa Sede)
lunes, 25 de julio de 2011
SANTIAGO APÓSTOL
Santiago era el hermano de Juan, y ambos hijos de Zebedeo, pescadores del lago de Genesaret y compañeros de trabajo de Pedro y Andrés. Dentro de este mundo de gentes sencillas, endurecidas por el trabajo, pero fieles al Señor y partícipes de la esperanza de Israel, la voz de Juan Bautista alcanzó una profunda resonancia y, en mayor grado aún, se dejó sentir el paso de Jesús de Nazaret: Se convirtieron en pescadores de hombres.
Con el celo por el reino de Dios se pudo entremezclar algo de ambición humana, pero la gracia de Dios conduciría a tales almas a la entrega total. Santiago pertenece al reducido grupo de los íntimos de Jesús, junto con Pedro y Juan: fue testigo de la resurrección de la hija de Jairo y de la transfiguración del Señor; éste esperó en vano de ellos algún consuelo en su agonía...
Por lo demás, a Santiago le cupo el honor de ser «el primero de los Apóstoles en ofrecer su vida por el Evangelio» el año 43 ó 44, poco antes de la fiesta de Pascua, el rey Herodes Agripa I le hizo decapitar (Hch 12, 2). De este modo, en conformidad con la predicción de Jesús, «compartió el cáliz del Señor».
Desde el siglo IX se venera en Compostela el sepulcro de Santiago. Sea lo que fuere de la autenticidad de semejante tradición, lo cierto es que el culto del Apóstol ha florecido a través de Europa a todo lo largo de los caminos que conducen a Galicia, hasta llegar a cruzar el Océano con los descubridores de América Latina (Santiago).
Aunque fue muerto en Jerusalén, la tradición dice que su cuerpo fue trasladado a España, donde su sepultura en Compostela se convirtió en uno de los más grandes destinos de peregrinación de la Edad Media. Más aún, aunque nunca se acercara, ni remotamente, a las Islas Británicas, le están dedicadas cientos de iglesias de Inglaterra. Finalmente, es el santo patrón tanto de España como de Guatemala y Nicaragua.
Si alguien hubiese dicho a Santiago lo influyente que se iba a volver, probablemente no lo habría creído. A menudo tampoco nosotros creemos tener influencia alguna. Rehusamos creer que una sola persona pueda marcar alguna diferencia.
Sin embargo es así. Recientemente, en un área metropolitana con una población de más de 200.000 personas, la propuesta de edificar una nueva biblioteca fue derrotada por tan sólo diez votos. Todas aquellas personas que se quedaron en casa, creyendo que la medida saldría adelante y que su voto no era necesario, quedaron indudablemente sorprendidas. Cualquiera que votó en contra de la propuesta pudo pensar con satisfacción que quizá fuera su voto el que marcó la diferencia.
A la madre Teresa de Calcuta le preguntaron en una ocasión cómo podía seguir trabajando para los pobres cuando había tantos, y ella sólo era una. Dijo que no había sido llamada a tener éxito; había sido llamada a ser fiel. Tampoco nosotros somos llamados a tener éxito, pero somos llamados a hacer nuestra parte. Haciéndolo, podemos ser mucho más influyentes de lo que creemos.
viernes, 22 de julio de 2011
SANTA MARIA MAGDALENA
DA TESTIMONIO DE CRISTO RESUCITADO
María Magdalena, con la otra María fueron las primeras en ir al sepulcro el domingo de Resurrección: "Pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro" (Mt 28:1) Iban con los perfumes para embalsamarlo... Descubrieron así que alguien había apartado la pesada piedra del sepulcro del Señor.
"Jesús resucitó en la madrugada, el primer día de la semana, y se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios". (Mc 16:9)
María Magdalena, la pecadora convertida en contemplativa, fue la primera que vio, saludó y reconoció a Cristo resucitado.
Jesús la llamó: "¡María!" Y ella, al volverse, exclamó: "¡Maestro!" Y Jesús añadió: "No me toques, porque todavía no he subido a mi Padre. Pero ve a decir a mis hermanos: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios" (Jn 20:17)
El hijo de Dios quiso enseñarnos el alcance de su amor y de su poder redentor santificando a una pecadora, adentrándola en su infinita misericordia y enviándola a anunciar la resurrección a los Apóstoles.
María Magdalena es gran ejemplo para todos. No se dejó paralizar ni por sus pecados del pasado ni por las opiniones humanas. Creyó de todo corazón en las promesas del Señor y alcanzó la meta. Aquella de quién Jesús dijo que se adelantó para "ungir su cuerpo para la sepultura", no puede ahora ungir Su cadáver porque ha Resucitado. Aquella de quién dijo que "dondequiera que se predique el evangelio se dirá lo que ha hecho por mi" no podía ahora ser excluida del Evangelio porque es la primera persona testigo de su principal evento: La Resurrección del Señor. A la que mucho amó mucho se le perdonó y mucho continuó amando hasta llegar a participar en la gloria del Señor.
TRADICIONES SOBRE LA VIDA POSTERIOR DE MARÍA MAGDALENA
La tradición oriental afirma que, después de Pentecostés, María Magdalena fue a vivir a Efeso con la Virgen María y San Juan y que murió ahí. A mediados del siglo VIII, San Wilibaldo visitó en Efeso el santuario de María Magdalena. En el 886 fueron llevadas sus reliquias a Constantinopla.
Según la tradición francesa muy difundida en occidente, María Magdalena fue con Lázaro y Marta a evangelizar la Provenza, Francia y pasó los últimos treinta años de su vida en los Alpes Marítimos, en la caverna de La Sainte Baume. Poco antes de su muerte, fue trasladada milagrosamente a la capilla de San Maximino, donde recibió los últimos sacramentos y fue enterrada por el santo.
La primera mención del viaje de María Magdalena a la Provenza data del siglo XI, a propósito de las pretendidas reliquias de la santa que se hallaban en la abadía de Vézelay, en Borgoña. Pero la leyenda no tomó su forma definitiva sino hasta el siglo XIII, en la Provenza. A partir de 1279, empezó a afirmarse que las reliquias de Santa María Magdalena se hallaban en Vézelay, en el convento dominicano de Saint-Maximin. Todavía en la actualidad es muy popular la peregrinación a dicho convento y a la Sainte Baume.
SE TRATA DE UNA FABULA
Pero las investigaciones modernas, especialmente las que llevó a cabo Mons. Duchesne, han demostrado que no se pueden considerar como auténticos ni las reliquias, ni el viaje de los amigos del Señor a Marsella. Así pues, a pesar de los clamores de la tradición local francesa, hay que confesar que se trata de una fábula. Volvamos pues al Evangelio.
"UN CORAZÓN HUMILLADO Y ARREPENTIDO, DIOS NUNCA LO DESPRECIA".
La pecadora fue perdonada por Jesús. Se cumplió en ella el Salmo 51 "Un corazón humillado y arrepentido, Dios nunca lo desprecia".
María Magdalena es la mujer que fue fiel a Jesús hasta el final y que El escogió para ser testigo de la Resurrección ante los apóstoles.
Santa María Magdalena, ruega por nosotros.
miércoles, 20 de julio de 2011
SAN ELÍAS PROFETA
Cuando sucedió, allá en el monte llamado Tabor, la Transfiguración de Jesucristo ante los tres discípulos predilectos Pedro, Juan y Santiago, dejándoles ver por un momento su Gloria, allá apareció Elías entre los invitados junto a otro peregrino de la montaña que se llamaba Moisés; los discípulos los veían conversando familiarmente con Cristo; entre los tres comentaban cosas sobre los acontecimientos de la próxima Pasión.
Ya sabían cosas de él; las habían escuchado con frecuencia en la sinagoga de los sábados; incluso los más viejos del lugar afirmaban que en los últimos tiempos se hablaba de Elías más que en otras épocas; no hacía mucho, la gente llegó a confundir a aquel Bautista que realizaba su carismática predicación en el río Jordán con Elías; los mismos príncipes de los sacerdotes habían mandado a unos comisionados para que investigaran si Juan era el Mesías tan esperado y, al obtener una respuesta negativa, intuyeron que se trataba de alguna otra persona importante y hasta le preguntaron si era una especie de reencarnación de Elías o una aparición suya, puesto que se hablaba de que el gran profeta tendría que venir en los tiempos últimos.
¿Qué quién fue este personaje?
Los judíos de todos los lugares conocían bien sus portentosas obras que fueron parte de su misión. Había nacido en torno al año 900 antes de Cristo, cuando ya se había consumado la división cismática político-religiosa del Pueblo de Dios que quedó seccionado en el Reino del Norte -con capital en Samaría- y el Reino del Sur -con capital en Jerusalén-, después de la asamblea que tuvieron en el 931, en Siquén. En el reino del norte se llama desde entonces Israel y el del sur Judá. Cuando Elías ejerce su profetismo por encargo de Dios, reina en Israel Ajab; pero se ha casado con la cruel Jezabel, hija de Ittobaal el rey de Tiro y Sidón, que ha traído a Samaría a sus profetas y dioses fenicios, levantado un templo a los baales y ha perseguido hasta el aniquilamiento a los profetas del verdadero y único Dios, Yahwé.
Elías o Eliyahú, que quiere decir "Dios es mi confianza", es fuerte y claro con el rey Ajab. Le dirá que por haberse apartado de Yahwé y por haber torcido sus ojos a los dioses falsos ya lleva su reino sufriendo años la sequía que ha mandado Elías; hace años que los campos se han olvidado de las cosechas, los veneros están agostados y los animales se mueren; los hombres tienen labios resecos y Samaría entera sufre el azote de Dios.
Profeta fuerte y claro con el pueblo prevaricador. "¿Hasta cuándo cojearéis entre dos muletas?" les dice, recriminándoles por mantenerse dubitativos y negligentes entre Yahwé y los baales. Tiene que convencerles con un prodigio: Reunidos los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y él solo en lid sobrenatural para dilucidar ante el pueblo dónde está la verdad; dos novillos descuartizados dispuestos sobre el monte para el sacrificio; los profetas de los baales danzarán, cantarán, gritarán, implorarán, se harán incisiones sangrientas y entrarán en trance sin éxito; Elías invocará con sencillez al Dios de Israel y de Judá y vendrá de inmediato un fuego del cielo que hará en un instante cenizas a las víctimas y a las piedras por más que antes hubieran sido empapadas en agua.
Con los intereses de Yahwéh es fuerte y claro por encima de todo. Los cuatrocientos cincuenta profetas de los falsos dioses son pasados a cuchillo junto al torrente Cisón. Ni uno sólo escapó.
Convertido ya el pueblo al buen Dios no hace falta que continúe el castigo. Viene el agua como llega la persecución de la vengativa Jezabel que obliga a huir a Elías al desierto donde, cansado y agotado el profeta, pide ya la llegada de su fin bajo la retama. Como el desierto tiene reminiscencias de lugar encontradizo con Dios, le viene el encargo de reponer fuerzas porque el camino a recorrer es aún largo para Elías. Hace falta ungir a Yehú para rey de Israel y preparar a Eliseo como sucesor en el profetismo.
Aún tuvieron tiempo para ver al hombre de Dios pasar andando el río Jordán golpeado con su manto.
¡Cuánto debió ser el poder que Dios dio a Elías cuando Eliseo se conformaba sólo con dos tercios de él para desempeñar su propia misión! Y lo tendrá al ver el rapto de su maestro al cielo en aquel carro de fuego.
SANTA LIBERATA MARTIR
Su vida esta mezclada entre la realidad y la leyenda. Nace Liberata en Balcagia, la actual Baiona de Pontevedra en Galicia (España), por el año 119, siendo hija de Lucio Castelio Severo, gobernador romano de Gallaecia y Lusitania y de su esposa Calsia, quien da a luz en un solo parto a nueve niñas, asustada Calsia, su marido esta fuera recorriendo sus dominios, por el múltiple alumbramiento y temiendo ser repudiada por infidelidad conyugal decide deshacerse de las criaturas y se las encomienda a su fiel servidora Sila, ordenándole que bajo el mayor secreteo las ahogara en el río Miñor. Sila cristiana a carta cabal, lejos de cometer tan horrible crimen, las dejaría en casa de familias amigas y las criaturas fueron bautizadas por el obispo San Ovidio y criadas en la fe cristiana.
Los nombres de estas niñas fueron: Ginebra, Victoria, Eufemia, Germania, Marina, Marciana, Basilisa, Quiteria y Liberata.
Llegado el momento tuvieron que comparecer ante su propio padre acusadas de ser cristianas, el cual al saber que eran sus hijas las invita a que renuncien a Cristo a cambio de poder vivir rodeadas de los lujos y comodidades propias de su nacimiento. Las encarcela tratando de atemorizarlas pero logran huir de las garras de la cárcel y se dispersaron. Todas ellas, no obstante acabarían siendo mártires cristianas. La devoción popular sitúa a Liberata mártir en la cruz a la edad de 20 años el 18 de enero del 139. Su fiesta se celebra el 20 de julio por ser la fecha en que se trasladaron sus reliquias desde la ciudad de Sigüenza a la Baiona gallega en el año 1515.
martes, 19 de julio de 2011
SAN ARSENIO
San Arsenio, monje anacoreta del siglo V, es famoso por sus refranes. Muchos acudían a el caminando desde muy lejos para escuchar sus consejos.
Cuando el emperador Teodosio el Grande buscaba un tutor para sus dos hijos, el Papa San Dámaso le recomendó a Arsenio quien era miembro de una noble familia romana y muy instruido. Llegó al palacio imperial en Constantinopla el 383. Durante unos once años vivió en el palacio imperial como educador de los dos hijos del emperador, Arcadio y Honorio. Pero allí sentía cada vez mas que Dios lo llamaba a dejarlo todo para dedicarse a la oración. Oyó una voz que le decía: "Apártate del trato con la gente y ve a la soledad" Tenía unos 40 años cuando se embarcó secretamente para Alejandría y fue al desierto de Scetis.
Los monjes del monasterio, sabiendo que Arsenio había vivido mucho tiempo en palacio, le pusieron a prueba. El superior lo recibió fríamente y a la hora de comer lo tuvo de pie, junto a su mesa. En vez de pasarle un plato de comida, le lanzó una tajada de pan al piso y le dijo secamente: "Si quiere comer algo recoja eso". Arsenio se inclinó humildemente recogió la tajada de pan y se sentó en el suelo a comer. El superior, al observar este comportamiento admirable, comprendió que tenía la humildad requerida para un monje.
A pesar de su humildad, Arsenio conservaba algunas pequeñas costumbres mundanas pero con prontitud aprendió a corregirse.
San Arsenio hacía penitencias extraordinarias. En una ocasión le comunicaron que un senador riquísimo le dejaba en herencia una gran fortuna. El santo renunció a todo a favor de los pobres y exclamó: "Antes de que él muriera en su cuerpo, yo morí en mis ambiciones y avaricias. No quiero riquezas mundanas que me impidan adquirir las riquezas del cielo".
Con frecuencia pasaba toda la noche en oración. Hacía estrictos ayunos y penitencias por su propia conversión, por los pecadores y la extensión del reino de Dios. Aún mientras trabajaba no dejaba la oración. Tal era su devoción que derramaba lágrimas.
Aunque tenía la tendencia de ser conversador, prefirió el silencio y la oración. Un día su superior le amonestó por no tratar mas con las muchas personas que acudían a consultarle. El respondió: "Dios sabe que los quiero con toda mi alma y que gozo inmensamente charlando con ellos, pero como penitencia tengo que abstenerme lo más posible de las charlatanerías. El Señor me ha dicho que si quiero santificarme tengo que hacer la mortificación de apartarme del trato con las gentes".
Algunos de sus dichos:
"Siempre he sentido temor a presentarme al juicio de Dios, porque soy un pecador".
El religioso debe preguntarse frecuentemente: "¿Para qué abandoné el mundo y me hice religioso? y responderse: Me hice religioso porque quiero santificarme y salvar mi alma. Si esto no lo consigo, he perdido totalmente mi tiempo". San Bernardo tenía esta frase escrita en su habitación: "Bernardo: ¿a qué viniste a la vida religiosa? - Quiero salvar mi alma y santificarme".
San Arsenio pedía consejos espirituales a monjes con menos formación que el. Le preguntaron por qué lo hacía y respondió: "Yo sé idiomas, literatura, filosofía y política, pero en lo espiritual soy un analfabeto. En cambio estos religiosos que no hicieron estudios especiales son unos especialistas en espiritualidad y de ello saben mucho más que yo".
Un religioso le preguntó por qué los sabios del mundo que conocen tantas ciencias y han leído muchos libros son tan ignorantes en lo que se refiere a la santidad y en cambio tanta gentecita ignorante progresa tan admirablemente en lo espiritual. El santo respondió: "Es que la ciencia infla y llena de orgullo, y en un corazón orgulloso Dios no hace obras de arte en santidad. En cambio los humildes conocen su debilidad, su ignorancia y su insuficiencia y ponen toda su confianza en Dios, y en ellos sí hace prodigios de santificación Nuestro Señor".
Murió en el año 450 con mas de 90 años de edad, en Troe, Egipto.
SANTA MACRINA LA JOVEN, VIRGEN
En el monasterio de Annesis, cerca del río Iris, en el Ponto, ahora en Turquía, santa Macrina, virgen, hermana de los santos Basilio Magno, Gregorio de Nisa y Pedro de Sebaste, gran conocedora de las Sagradas Escrituras, que se retiró a la vida solitaria y fue ejemplo admirable de amor a Dios y de alejamiento de las vanidades del mundo. († 379)
Macrina era la mayor de los diez hijos de los santos Basilio y de Emelia la mayor, y hermana de los Padres Capadocios, san Basilio y san Gregorio de Nisa. Nació en Cesarea de Capadocia, hacia el año 327 y su madre la educó con particular esmero, le enseñó a leer y vigilaba cuidadosamente sus lecturas. El libro de La Sabiduría y los Salmos de David eran las obras predilectas de Macrina, quien no descuidaba por ello los deberes domésticos y los trabajos de hilado y costura. A los doce años fue prometida en matrimonio, pero su prometido murió súbitamente y Macrina se negó a aceptar a ninguno de los otros pretendientes, para dedicarse a ayudar a su madre en la educación de sus hermanos y hermanas menores. San Basilio el Grande, san Pedro de Sabaste, san Gregorio de Nissa y los otros hermanos de Macrina, aprendieron de ella el desprecio del mundo, el temor a la riqueza y el amor a la oración y la palabra de Dios. Según se dice, san Basilio volvió muy envanecido de sus estudios, y su hermana le enseñó a ser humilde. Por otra parte, Macrina fue «el padre y la madre, el guía, el maestro y el consejero» de su hermano menor, san Pedro de Sebaste, pues san Basilio el Mayor, murió poco después del nacimiento de su último hijo. A la muerte de su padre, san Basilio estableció a su madre y a su hermana Macrina en una casa a orillas del río Iris; las dos santas mujeres se entregaron allí a la práctica de la ascética con otras compañeras.
A la muerte de santa Emelia, Macrina repartió entre los pobres su herencia y vivió del trabajo de sus manos. Su hermano Basilio murió a principios del año 379, y Macrina cayó gravemente enferma nueve meses después. Cuando san Gregorio de Nissa llegó a visitarla después de nueve años de ausencia, la encontró en un lecho de tablas. El santo quedó muy consolado al ver el gozo con que su hermana soportaba la tribulación y muy impresionado del fervor con que se preparaba para la muerte. Santa Macrina exhaló eI último suspiro en un transporte de gozo al atardecer. Era tan pobre, que para amortajar el cadáver no se encontró más que un vestido viejo y una tela muy burda; pero San Gregorio regaló con ese fin una túnica de lino. El obispo del lugar, llamado Amauxio, dos sacerdotes y el propio San Gregorio, transportaron el féretro y, durante la procesión funeraria, se cantaron los salmos; pero la afluencia de la multitud y las lamentaciones del pueblo, especialmente de algunas mujeres, perturbaron mucho la ceremonia.
En el «Diálogo sobre el alma y la resurrección» y en un panegírico dedicado al monje Olimpio, san Gregorio dejó trazada la biografía de su hermana Macrina, con muchos detalles sobre su virtud, su vida y su entierro. En el panegírico mencionado, el santo habla de dos milagros: el primero de ellos fue que santa Macrina recobró la salud cuando su madre trazó sobre ella la señal de la cruz; en el segundo caso, la santa curó de una enfermedad de los ojos a la hijita de un militar. San Gregorio añade: «Creo que no es necesario que repita aquí todas las maravillas que cuentan los que vivieron con ella y la conocieron íntimamente ... Por increíbles que parezcan esos milagros, puedo asegurar que los consideran como tales quienes han tenido ocasión de estudiarlos a fondo. Sólo los hombres carnales se rehusan a creerlos y los consideran imposibles. Así pues, para evitar que los incrédulos sean castigados por negarse a aceptar la realidad de esos dones de Dios, he preferido abstenerme de repetir aquí esas maravillas sublimes ...» Este comentario confirma, una vez más, el dicho de que sólo un santo puede escribir la vida de otro santo.
lunes, 11 de julio de 2011
SAN BENITO, ABAD, PATRONO DE EUROPA
Benito quiere decir bendito. De ahí que la antífona con que da comienzo la Misa le corresponda perfectamente a nuestro santo, mientras que la de la comunión evoca el fundamento de toda vida consagrada: las Bienaventuranzas.
Las tres oraciones, que se inspiran en la Regla monástica, hacen referencia a la doctrina de aquel «maestro espiritual» que fue San Benito: quiso fundar una escuela en que se aprendiera a «servir al Señor», «prefiriendo el amor de Dios a todas las cosas» para avanzar por la senda de los mandamientos con libertad de corazón», hizo de la concordia fraterna y de la paz el alma de la vida comunitaria, insistiendo por encima de todo en el servicio de Dios por medio de la oración (Opus Dei) y de la disponibilidad con respecto a los hermanos, en los que hay que «descubrir siempre a Cristo».
Aparte de la Regla, que confiere su estructura a la liturgia del día, citemos algunos rasgos de la biografía de San Benito. Nació en Nursia, Umbría, hacia el año 480. Luego de haber estudiado en Roma, con idea de romper con el mundo, se retiró a una gruta de Subiaco dedicado a la contemplación.
Un monje le descuelga desde un peñasco algún alimento en un cestillo. El demonio no deja de tentarle. Un día sufre una fuerte tentación carnal, de la que Benito triunfa lanzándose desnudo en un zarzal, que todavía hoy se muestra al visitante. No volverá a sentir tal tentación.
Pasa luego de la soledad a la vida cenobítica o de comunidad. Le eligen abad de un monasterio. Funda varios en las cercanías, combinando la oración y el trabajo manual, según el estilo de San Pacomio en Egipto.
Admite a niños, como Plácido y Mauro. Será el principio de las escuelas monacales. Se cuenta que el pequeño Plácido era tartamudo. Sólo sabía decir sí. Sus padres lo llevaron al monasterio preocupados. Benito les acogió amablemente, con hospitalidad benedictina, y les consoló diciendo: "Aunque en toda su vida no sepa decir más que sí, ya es suficiente".
Algunos monjes revoltosos intentan eliminar al abad envenenándole con vino. Benito bendice el vaso y se quiebra. Entonces decide marchar a otro lugar. Con algunos incondicionales se dirige al sur, y establece en Montecasino la vida monástica.
Escribe la Regla "la Santa Regla, la más sabia y prudente de las Reglas", exigente y moderada a la vez, en la que se combinan sabiamente las alabanzas divinas con el trabajo manual: el famoso lema "Ora et labora". El abad representa a Cristo. Será para todos exigente y paternal, muy atento con los enfermos. Se recibirá a los huéspedes como al mismo Cristo.
Benito sabía que las limitaciones del monje y de su comunidad forman parte del plan de Dios para la santificación. Entonces introduce en la Regla el voto de estabilidad que liga al monje para siempre a un monasterio. Esto le impide soñar en hallar el monasterio perfecto. "Si tuviera otro abad, otros compañeros... Si estuviera en otro sitio". Esto es perder el tiempo. Lo que tienes es lo mejor, lo único, para tu santificación.
El monje saca la mejor luz y fuerza de la celebración de los divinos misterios, la obra de Dios por excelencia. Pero Benito no es sordo a las necesidades de los hombres. Desciende con frecuencia de su amada montaña, siempre que puede remediar cualquier necesidad. Sus hijos seguirán su ejemplo, de lo que se beneficiará muy positivamente, en todos los campos, toda la civilización occidental.
Al final de su vida mueren algunos de sus grandes amigos, como Cesáreo de Arlés y el abad Casiodoro. Mucho le afecta también el vuelo de paloma al seno del Esposo de su entrañable hermana Escolástica. Esto le va despegando más y más de la tierra y le va acercando al paraíso.
El Jueves Santo del 547, 21 de marzo, asistiendo a los divinos oficios, le llega la hora de la muerte. Quiere hacerlo de pie, como buen atleta de Cristo. De pie comulga y recibe la Sagrada Unción, sostenido por sus hijos, que celebran así la Pascua, la Pascua de su abad. Pío XII lo llamó Padre de Europa.
Desde el siglo VIII se celebraba su memoria el 11 de julio. Este mismo día se ha conservado en el Calendario romano para conmemorar al Padre de los monjes de Occidente, que es, asimismo, el Patrono de Europa, le nombró precisamente el papa Pablo VI (1964), ya que su regla, por la que se rigen hoy unos cuarenta mil monjes de todo el mundo, ha hecho que el patriarca del monacato occidental fuera uno de los grandes constructores de la personalidad europea; como Montecasino es nuestro símbolo de cultura cristiana, sobre cimientos paganos, arrasado por los bárbaros y destruido nuevamente en la segunda guerra mundial, persistiendo en medio de las peores tormentas como una lámpara que no se apaga y que encendió Benito.
La expresión «murió con las botas puestas» se refería originalmente a alguien que murió inesperadamente (probablemente de un disparo), que no tuvo tiempo siquiera de quitarse las botas. Con el tiempo, sin embargo, ha venido a significar una persona que nunca se rinde en la vida.
San Benito construyó doce monasterios; uno, Montecasino, fue reconstruido tres veces. Bajo su regla, los monasterios se convirtieron en santuarios del aprendizaje y la hospitalidad en la Edad Media. Sin los monasterios para mantener encendida la luz del aprendizaje, la Edad Media habría sido oscura en verdad.
La influencia de San Benito sobre la vida monástica fue tan grande que su regla para los monjes se convirtió en la norma a lo largo de toda Europa. Incluso hoy en día, muchas órdenes religiosas operan bajo la Regla de San Benito.
Al pie de la letra, Benito murió con sus botas puestas (o mejor, con sus sandalias). Aunque necesitaba apoyarse en sus monjes, se hallaba de pie en la capilla con las manos alzadas al cielo cuando falleció.
Muchos de nosotros tememos la vejez. Nos preocupa convertirnos en una carga para nuestra familia y para nosotros mismos. Aunque la vida no venga con garantías, los santos nos animan a no preocuparnos por lo que pudiera pasar o no pasar. Indican que incluso cuando ya no podemos trabajar físicamente, podemos todavía realizar labores espirituales, como las de perdonar a quienes nos han dañado, orar por otros y consolar a los afligidos.
ORACIÓN PARA EL 11 DE JULIO
San Benito, Padre y Protector nuestro, tu no te antepusiste a nada ante Cristo desde que lo hallaste en la oración. Intercede para que también nosotros podamos encontrarlo y así vivamos en el amor del Eterno Padre y en la victoria de la Cruz de su Hijo.Que unamos nuestros sufrimientos a los de la para la redención de nuestros pecados. Amen.
NOVENA BREVE PARA PEDIR UNA GRACIA
Rezar durante nueve días consecutivos la siguiente oración:
OH San Benito, mi protector bondadoso y de cuantos van a ti en sus apuros. Intercede por mí a Dios para que alivie mis sufrimientos y dificultades que ahora me agobian
Te lo pido con toda confianza.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria MEDALLA DE SAN BENITO
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