Santa Rosa de Lima Patrona de América, Perú y las Filipinas
30 de Agosto
La primera mujer declarada santa de todo el continente americano
El Papa Inocencio IX dijo de esta santa un elogio admirable: "Probablemente no ha habido en América un misionero que con sus predicaciones haya logrado más conversiones que las que Rosa de Lima obtuvo con su oración y sus mortificaciones". Lo cual es mucho decir.
SU NACIMIENTO
Nació en la capital de Perú, el 30 de Abril de 1586 y murió en Lima el 24 de junio de 1617.
“Es la primera santa que antes de ser canonizada - sólo 54 años después de su muerte, en 167l- fue proclamada patrona del Perú (1669), del Nuevo Mundo y de Filipinas (1670)”.
Ella es pues, la primera rosa que el continente americano ofrecía al Altísimo, el primer fruto de nuestra Iglesia que, nacida en Oriente, y extendida hacia Europa, había llegado a un territorio que le había permanecido oculto, pero que ya encerraba una riquísima historia y cultura.
ÉPOCA DE ORO DE LA SANTIDAD
En Lima se vivía la denominada “época dorada de la santidad”.Una constelación de santos en el “Nuevo Mundo” tuvieron como escenario de vida esta ciudad: Rosa conoció a san Martín de Porres, y a san Juan Masías, dominicos, fue confirmada en 1597 en Quives, por el segundo arzobispo de Lima, Santo Toribio de Mogrovejo y oyó las predicaciones de san Francisco Solano y san Juan Masías. En Lima se vivía en un ambiente propicio a la vivencia espiritual siendo que el continente americano hacía poco que había sido evangelizado.
SINGULAR HERMOSURA PARA EL ESPOSO CRISTO.
“Tota pulcra es”!!!
¡Qué hermosa eres, Esposa mía, amada mía, tus labios son corales, tus pechos, rebaños de cabras que suben por el monte de Galaad! El nombre de Rosa nos habla de su singular belleza. Nuestra santa era hermosa espiritualmente y físicamente también. Era de rostro ovalado, cabello rubio, tez blanca y sonrosada como una rosa, estatura más bien alta. Su carácter fue apacible, desde niña fue mansísima, y mantenía como prioritario todo lo que concernía a la fe católica. “A los tres meses- dice su madre en el testimonio de beatificación - estando meciéndola en la cuna una india criada, con la carita cubierta, la india la descubrió por ver si se había dormido y la vio tan hermosa, que llamó a unas niñas que estaban labrando para que la viesen.
y luego desapareció aquella rosa, quedando el rostro muy hermoso y más lindo de lo que otras veces le había visto ...quedó admirada de ver aquel prodigioso suceso; la tomó en las manos y empezó a hacer con ella mil alegrías y mostrar sumo gozo y contento diciendo con estas demostraciones: "Yo te prometo, hija y alma mía, que mientras viva, de mi boca no has de oír otro nombre sino Rosa"... Por su belleza fue pretendida por varios mozos de la aristocracia española y limeña, pero ella rechazaba la idea del matrimonio pues sabía que Dios la llamaba toda para sí.
SU FAMILIA
Fue hija de Gaspar Flores, natural de San Juan de Puerto Rico, arcabucero e hidalgo de segundo rango, y de la limeña María de Oliva.
El matrimonio tuvo 13 hijos, de los cuales conocemos los nombres de Hernando (1584), quien declaró abundantemente en el proceso de canonización de su hermana, Bernardina (1581), otra que muere a los 14 años, Francisco (1590), Juana (1592), Andrés, Gaspar, Antonio y Matías. A los pocos años de la muerte de su bienaventurada hija, María de Oliva ingresaría en el monasterio que Rosas había predicho. Tuvo el cargo de portera y murió santamente.
HIJA DE DIOS
Nuestra santa fue bautizada con el nombre de Isabel Herrera, como su abuela (así consta en el registro de bautizos de la parroquia de San Sebastián, realizado por don Antonio Polanco: "En Domingo día de Pascua del Espíritu Santo, 25 de Mayo de 1586, bauticé a Isabel, hija de Gaspar Flores y María de Oliva, fueron padrinos Hernández de Valdez y María Orosco". Pero un hecho singular provoca que su madre la empiece a llamar Rosa. Pero, según atestigua uno de sus confesores y prior de Santo Domingo en Lima, Fray Alonso Velásquez, Rosa “se entristecía de ver que la llamaban Rosa, por ser nombre célebre y de mucha hermosura y belleza”, ya que “en esa época no era usual ese nombre”. Cuando tenía 25 años y ya vestía el hábito de terciaria dominica, aún seguía prefiriendo el nombre de bautizo. Pero un día, cuenta su madre, llegó a casa Rosa radiante y le dijo: “Madre mía, de aquí en adelante hay que llamarme Rosa de Santa María”. Esto le extrañó a su madre y quiso saber el motivo del cambio.
HOY EN LA CULTURA DE LA IMAGEN DEL CUERPO Y DE LAS CLÍNICAS DE ESTÉTICA MODELO A IMITAR
Fray Alonso Velásquez le había dicho “que no se desconsolase por eso, sino que entendiese que su alma era una Rosa de Nuestra Señora, que la había depositado y puesto en su cuerpo como en una maceta, para que la guardase, y conservase con la frescura y hermosura de la gracia”. Y entonces, puesta de rodillas delante de la imagen de Nuestra Señora del Rosario en la Basílica de Santo Domingo le ofreció el nombre de Rosa y se consagró a ella, determinándose a llamar así en adelante, siendo este el nombre que usó y con el que Dios había dispuesto desde la eternidad que sea elevada a los altares y reconocida en el mundo entero.
Con lo que concluimos que fue la intervención divina la que guió las circunstancias históricas para dar a conocer cuál era su voluntad respecto al nombre de su hija predilecta.“Pasados algunos años, Gonzalo de la Maza halló en el convento de San Francisco la vida de Santa Rosa de Viterbo, y se la dio a leer a la sierva de Dios; la cual “mostró alegría en confirmación de que había santa de su nombre”.
UNA SANTA LAICA, MODELO PARA LOS LAICOS DE HOY
Santa Rosa fue laica. Vivió en casa de sus padres como terciaria dominica usando el hábito dominico. Dedicaba la mitad de las horas del día al trabajo manual, tejiendo, bordando y cultivando flores en su jardín para aliviar en algo los gastos de su familia. Además auxiliaba a los pobres y más necesitados de Lima, acondicionando para ello una habitación de su hogar como enfermería. Vivió pues su anhelo de ser toda de Dios en la vida ordinaria. Ya en vida tuvo fama de santidad debido a esta incansable labor para con los menesterosos y olvidados de Lima y a la limpieza de su alma que irradiaba en todo el que le conocía. Esto explica que a su muerte fuese aclamada y llorada por toda la ciudad como ”nuestra santa, la Madre de los pobres de Lima”
VIDA MÍSTICA HABITUAL. EL INTERROGATORIO
Comienza la oración de quietud, de unión y los éxtasis con el desposorio espiritual. Como sucede siempre, aquellos fenómenos extraordinarios empezaban a alarmar a los hombres de la ley y a los celadores de la disciplina. Era la primera vez, que la unión mística, con las visiones y otros fenómenos se realizaban en las vírgenes tierras americanas, y pensaban algunos, que todo esto era pura hipocresía y tentación diabólica. Un día Rosa vio que invadía su huerto la turba venerable de los doctores y los alguaciles, armados de libros, de plumas y tinteros. Ella los recibió temblorosa y les ofreció sillas. Después empezó el interrogatorio: -¿Has hecho siempre ese ejercicio con el mismo recogimiento?
-Antes de los doce años me sentía a veces inquieta y fatigada; después, nunca me ha sucedido semejante cosa. Desde que me pongo en oración, siento mi alma tan sumergida en sí misma y mis facultades tan enajenadas, que nada interior ni exterior puede turbar mi atención amorosa a la belleza de Dios, presente en mí.
-Mientras dura esta suspensión de las potencias, ¿haces algún esfuerzo?
-No hago esfuerzo ninguno, ni siento la menor resistencia; mis facultades van a su centro como arrastradas por un imán, y tal suavidad las inunda, que todo sentimiento de malestar es imposible para ellas. Mi corazón hierve bajo la acción de un fuego cuyas operaciones son tan dulces, que nunca podría explicarlo. Tras esto, queda en el fondo del alma una presencia de la divinidad, amable, serena, graciosa; y la felicidad que siento entonces hace que no pueda encontrar consuelo en otra cosa cualquiera.
-¿Has leído libros de teología mística?
-Ni los he tenido, ni los he leído nunca, ni sé que mi oración tenga un nombre entre los sabios.
-¿Has sufrido muchos y largos combates contra las malas inclinaciones de la naturaleza?
-Apenas recuerdo haber tenido luchas de esa clase. Por la gracia divina, desde que conocí a Dios, tuve el temor de desagradarle; y si un movimiento contrario a la razón se levanta dentro de mí, me basta recordar la presencia de Dios para refrenarlo.
LA NOCHE OSCURA DEL ESPÍRITU, PASO NECESARIO
-¿No has pasado por alguna tribulación para llegar a ese grado de intimidad con Dios?
Al llegar aquí la joven contó una cosa extraña. Alternando con las dulzuras inefables de la unión, se sentía envuelta en una noche espantosa, que le hacía sufrir los horrores de la agonía. De la cumbre de la luz contemplativa, caía súbitamente en el abismo rayano con la desesperación. Se veía sola, en un desierto sin fronteras, alejada de Dios y como encerrada en los sótanos del infierno.
-Durante quince años-añadió -no ha pasado un solo día sin que haya sufrido esta crisis por lo menos una hora, que para mí es un siglo.
-Entiendo-repuso el sabio examinador-; se trata de ese purgatorio espiritual que es necesario al alma para adquirir el perfecto conocimiento de sí misma. ¿Y qué es lo que os ha sucedido-añadió-al salir de esa noche infernal?
DE LA NOCHE AL MATRIMONIO MÍSTICO
-Cuando desde el fondo de los infiernos me siento transportada a esa luz de los abrazos del Esposo divino, mi alegría es tan completa como si ya no pudiese experimentar eclipse ninguno. Siento los ímpetus de un amor libre, que se precipita como un río después de haber derribado los obstáculos que se oponían a su curso. Sopla de nueve el viento suave de la gracia. y el ambiente se embalsama de perfumes inefables; mi alma se sumerge en el mar profundo de la divina bondad, y se transforma, por una metamorfosis inexplicable, en su Amado, hasta el punto de hacerse una misma cosa conmigo.
Calló Rosa avergonzada y casi asustada de lo que acababa de decir; pero una orden del presidente del tribunal la obligó a revelar todo su secreto.
-En esos momentos dichosos-dijo-me parece que mi unión con Dios ya no podrá romperse, que ya no podré perder el amor, que estoy confirmada en gracia. Es como si ya no pudiese pecar. Se me figura-añadió con voz débil, reveladora de su turbación-que estoy diciendo herejías, pero eso es lo que siento.
Con frecuencia veo la humanidad de Jesucristo en las diferentes edades de su vida, y siempre con un rostro afable, gracioso y sonriente. También la Reina de los Cielos se digna favorecerme con su dulce y amable presencia. Y ¿esas visiones-preguntaron los doctores-¿son intelectuales, o imaginarias?
-No sé lo que quieren decir esas palabras-respondió la virgen-; lo único que puedo deciros es que veo pasar cerca de mi a mi Salvador, de una manera clara, aunque fugitiva, que recuerda el estallido de una estrella fugaz.
HA EXPERIMENTADO EL VALOR DE LA CRUZ
Estas son sus palabras: El divino Salvador, con inmensa majestad, dijo: todos sepan que la tribulación va seguida de la gracia, que todos se convenzan que sin el peso de la aflicción no se puede llegar a la cima de la gracia; que todos comprendan que la medida de los carismas aumenta en proporción con el incremento de las fatigas. Guárdense los hombres de pecar y de equivocarse: ésta es la única escala del paraíso, y sin la cruz no se encuentra el camino de subir al cielo.
Apenas escuché estas palabras, experimenté un fuerte impulso de ir en medio de las plazas, a gritar muy fuerte a toda persona de cualquier edad, sexo o condición: «Escuchad, pueblos, escuchad todos. Por mandato del Señor, con las mismas palabras de su boca, os exhorto: No podemos alcanzar la gracia, si no soportamos la aflicción, es necesario unir trabajos y fatigas para alcanzar la íntima participación en la naturaleza divina, la gloria de los hijos de Dios y la perfecta felicidad del espíritu.
El mismo ímpetu me transportaba a predicar la hermosura de la gracia divina; me sentía oprimir por la ansiedad y tenía que llorar y sollozar. Pensaba que mi alma ya no podría contenerse en la cárcel del cuerpo, y más bien, rotas sus ataduras, libre y sola y con mayor agilidad, recorrer el mundo, diciendo: -¡Ojala todos los mortales conocieran el gran don de la divina gracia, su belleza, su nobleza, su infinito precio, lo inmenso de los tesoros que alberga, cuántas riquezas, gozos y deleites! Sin duda alguna, se entregarían con suma diligencia, a la búsqueda de las penas y aflicciones. Por doquiera en el mundo, antepondrían a fortuna las molestias, las enfermedades y los padecimientos, incomparable tesoro de la gracia. Tal es la retribución y el fruto final de la paciencia. Nadie se quejaría de sus cruces y sufrimientos, si conociera cuál es la balanza con que los hombres han de ser medidos".
Habló, finalmente, de los efectos que en la mesa del eterno banquete hay un puesto para mí, y esta misma noche debo ir a ocuparlo.
MUERTE DE AMOR
"Y fijando los ojos en su madre, como si quisiera recordarle aquellas fiestas de sociedad a que asistieron juntas en otro tiempo, añadió: "Debemos ser puntuales. Si no llego a la hora fijada, me cerrarían las puertas como a las vírgenes locas." Algunos momentos después, hizo en su pecho la señal de la cruz, pronunció tres veces con voz temblorosa el nombre del Amado y se fue a cultivar los rosales que no se marchitan. Muerta, aparecía hermosa, radiante, sonriente, como en vida. La ciudad entera desfiló por su casa para ver el prodigio, tocando rosarios a sus carnes virginales, besando sus pies y sus manos y su rostro, cortando su túnica y su velo, y llevándose, como recuerdo suyo, las flores de su jardín. "Esta virgen no está muerta, sino dormida", decía la multitud; y fue preciso enterrarla de noche para contener los ímpetus de la devoción popular. Dice San Juan de la Cruz, que estas almas que mueren de amor, entran en el mar de Dios y son como el cisne que nunca canta, pero cuando muere es tan melodioso su cantar que transporta a las riberas de la Patria de donde ya se oyen los cantares.
CUANDO EL PUEBLO SE ENTERA.
Al saberse la noticia de su muerte, toda Lima se conmocionó y quería ver a la que ya aclamaban como "su santa". Transcurrieron días sin poder sepultar el sagrado cuerpo por las interminables visitas de toda la población, y su cuerpo, sin manifestar señales de corrupción permanecía lozano y sereno como en el mismo instante de su partida al cielo.
Desde el Virrey, la Real Audiencia, el arzobispo, el clero, el cabildo, todas las familias religiosas y autoridades hasta el último de los limeños se hicieron presentes en las pompas fúnebres.
Entonces según consta en los archivos de su proceso de canonización, se sucedieron incontables curaciones milagrosas al sólo contacto con su bendito cuerpo o con sólo invocar su nombre. Milagros de todo tipo se sucedieron. Era la canonización anticipada. Testifica fray Antonio Rodríguez: “Si el sumo Pontífice se hallara en la muerte de la dicha sierva de Dios... y viera el innumerable concurso de gente que iba a ver el cuerpo y venerarle por santa, sin más averiguación la canonizara, y que en esta opinión de santa está hoy y ha estado siempre”.
Por fin el día 4 de septiembre se pudo hacer el funeral. Al coincidir este día con el de santa Rosa de Viterbo, la gente se admiró y tomó este gesto como señal divina y anticipada de su elevación a los altares.
SU CANONIZACIÓN
“Concluidos en 1632 los procesos ordinarios y apostólicos para la beatificación y canonización de la sierva de Dios... con dispensa concedida por Alejandro VII el 24 de septiembre de 1664, se apresuraron los despachos. Clemente IX suscribió el decreto de beatificación en Santa Sabina de Roma el 12 de marzo de 1668; y dos años después, el 11 de agosto de 1670, Clemente X la declaró patrona de América, Indias y Filipinas, y le otorgaba los honores de la canonización el 12 de Abril de 1671” .
Muy pronto la fama de su santidad sería mundial y su testimonio de vida impulsaría a san Antonio María Claret, a la beata ecuatoriana Narcisa y a la santa Marianita de Quito. Su figura tuvo una gran influencia para la identidad católica americana. (Ha sido necesario tomar algunas notas del Arzobispado de Lima para asegurar la garantía de su autenticidad).
JESUS MARTI BALLESTER