TODOS LOS SANTOS

lunes, 28 de septiembre de 2009

SAN WENCESLAO MÁRTIR



Hijo del rey de Bohemia, Ratislav, el joven príncipe nació en el 907 cerca de Praga. Su abuela, Santa Ludimila, se encargó de la educación de su nieto, inculcándole siempre el amor y servicio al Padre Celestial. Cuando era todavía muy joven, el santo perdió a su padre en una de las batallas contra los magiares; su madre asumió el poder e instauró -bajo la influencia de la nobleza pagana- una política anticristiana y secularista, que convirtió al pueblo en un caos total. Ante esta terrible situación, su abuela trató de persuadir al príncipe para que asumiese el trono para salvarguardia del cristianismo, lo que provocó que los nobles la asesinaran al considerarla una latente amenaza para sus intereses.

Sin embargo, por desconocidas circunstancias, la reina fue expulsada del trono, y Wenceslao fue proclamado rey por la voluntad del pueblo, y como primera medida, anunció que apoyaría decididamente a la Ley de la Iglesia de Dios. Instauró el orden social al imponer severos castigos a los culpables de asesinato o de ejercer esclavitud y además gobernó siempre con justicia y misericordia.

Por oscuros intereses políticos, Boleslao -que ambicionaba el trono de su hermano-, invitó a Wenceslao a su reino para que participara de los festejos del santo patrono y al terminar las festividades, Boleslao asesinó de una puñalada al santo rey. El pueblo lo proclamó como mártir de la fe, y pronto la Iglesia de San Vito -donde se encuentran sus restos- se convirtió en centro de peregrinaciones. Ha sido proclamado como patrón del pueblo de Bohemia y hoy su devoción es tan grande que se le profesa también como Patrono de Checoslovaquia.

El joven príncipe, que nació en Bohemia hacia el año 907, personifica el ideaI del héroe nacional, valientemente comprometido en la promoción cultural y religiosa del pueblo eslavo.
Cuando se derrumbó el reino moravio, en el 895 los príncipes bohemios, entrando en el juego diplomático de las potencies de ese entonces, se aliaron con el fuerte reino franco, y adoptando los principios de las antiguas civilizaciones comenzaron el proceso de europeización de los Estados de Europa central.

Lider de esta política de visión hacia el futuro fue el joven duque de Bohemia, Wenceslao. El había sido educado cristianamente por la abuela Ludmila, venerada como santa. Tan pronto tuvo la edad requerida, sucedió al padre después de la breve regencia de la madre Draomira. Mujer intrigante, Draomira prefería al segundo hijo, Boleslao, y fomentó con todos los medios a su alcance la rivalidad entre los dos, hasta el punto de llevar al segundo a mancharse con el grave delito del fratricidio.

En la mañana del 28 de septiembre del 935, mientras Wenceslao salía de case para ir a Misa, Boleslao, que lo esperaba en un lugar solitario con un grupo de cómplices, le saltó encima para herirlo por la espalda. El joven rey, que todavía no tenía treinta años, detuvo el golpe y echó mano a su espada, pero cuando se dio cuenta que el asesino era su hermano bajó el arma, murmurando: “Podría matarte, pero la mano de un siervo de Dios no debe mancharse con el fratricidio”. Fue asesinado por los sicarios de Boleslao.

Este ejemplarísimo príncipe cristiano anteponía sus deberes religiosos a los de soberano, hasta el punto de llegar tarde a una importante asamblea de Worms, convocada por el emperador Otón, porque estaba en Misa. No era raro ver al joven rey mezclado con los otros fieles, con los pies descalzos, durante las procesiones penitenciales. Impuso a su cuerpo la dura disciplina del cilicio y las diarias mortificaciones.

Fue considerado como un rey renunciatario por haber buscado la alianza con los poderosos francos limítrofes, pero el mismo hermano Boleslao, que le sucedió, después de haberlo mandado asesinar, comprendió esa política realistica y la siguió. Boleslao comprendió el error de valoración respecto de su hermano, hacia quien la devoción popular creció de día en día, por los prodigios que se obraban sobre la tumba del mártir, venerado inmediata mente como santo, el primero de los pueblos eslavos.

Oración
Dios nuestro,
que impulsaste al santo mártir Wenceslao
a anteponer el reino de los cielos a un reino terrenal,
concedernos, por su intercesión
que tengamos valor para dejar lo que nos impida unirnos a ti de todo corazón.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Amén

sábado, 26 de septiembre de 2009

SAN COSME Y SAN DAMIÁN MÁRTIRES (Siglo III)


Quiera Dios enviarnos muchos médicos generosos que, a imitación de Cosme y Damián, se dediquen a recetar gratuitamente a los pobres, y a aprovechar su ascendiente para propagar la santa religión de Jesucristo. Qué hermoso fuera que hubiera muchos médicos así.

"Lo que habéis recibido gratis, dadlo también gratuitamente" (Jesucristo Mt. 10, 8).

Cosme significa "adornado, bien presentado". Damián: domador.
Estos dos santos han sido (junto con San Lucas) los patronos de los médicos católicos. En oriente los llaman "los no cobradores", porque ejercían la medicina sin cobrar nada a los pacientes pobres.




Eran hermanos gemelos y nacieron en Arabia, en el siglo tercero. Se dedicaron a la medicina y llegaron a ser muy afamados médicos. Pero tenían la especialidad de que a los pobres no les cobraban la consulta ni los remedios. Lo único que les pedía era que les permitieran hablarles por unos minutos acerca de Jesucristo y de su evangelio.

Las gentes los querían muchísimo y en muchos pueblos eran considerados como unos verdaderos benefactores de los pobres. Y ellos aprovechaban su gran popularidad para ir extendiendo la religión de Jesucristo por todos los sitios donde llegaban.

Lisias, el gobernador de Cilicia, se disgustó muchísimo porque estos dos hermanos propagaban la religión de Jesús. Trató inútilmente de que dejaran de predicar, y como no lo consiguió, mandó echarlos al mar. Pero una ola gigantesca los sacó sanos y salvos a la orilla. Entonces los mandó quemar vivos, pero las llamas no los tocaron, y en cambio quemaron a los verdugos paganos que los querían atormentar. Entonces el mandatario pagano mandó que les cortaran la cabeza, y así derramaron su sangre por proclamar su amor al Divino Salvador.



Y sucedió entonces que junto a la tumba de los dos hermanos gemelos, Cosme y Damián, empezaron a obrarse maravillosos curaciones. El emperador Justiniano de Constantinopla, en una gravísima enfermedad, se encomendó a estos dos santos mártires y fue curado inexplicablemente. Con sus ministros se fue personalmente a la tumba de los dos santos a darles las gracias.

En Constantinopla levantaron dos grandes templos en honor de estos dos famosos mártires y en Roma les construyeron una basílica con bellos mosaicos.


RELIQUIAS DE LOS SANTOS COSME Y DAMÁN.

Para los Santos Cosme y Damián

"Oh Padre, tu gloria consiste en que los hombres den mucho fruto y sean discípulos de tu Hijo, Jesucristo el
Señor;
haz de nuestro seguimiento del Evangelio
una alabanza constante de tu misericordia
por la cual nos has permitido conocerte. Amén."

viernes, 25 de septiembre de 2009

SAN CARLOS DE SEZZE



Franciscano. Año 1670.

Este humilde hermano franciscano escribió por orden expresa de sus superiores los recuerdos de hechos especiales que le sucedieron en su vida. Son los siguientes.
Nació en 1620 en el pueblo italiano de Sezze.

De familia pobre, cuando empezó a asistir a la escuela, un día por no dar una lección, el maestro le dio una paliza tan soberana que lo mandó a cama. Entonces los papás lo enviaron a trabajar en el campo y allá pensaba vivir para siempre.

Pero sucedió que un día una bandada de aves espantó a los bueyes que Carlos dirigía cuando estaba arando, y estos arremetieron contra él con gravísimo peligro de matarlo. Cuando sintió que iba a perecer en el accidente, prometió a Dios que si le salvaba la vida se haría religioso. Y milagrosamente quedó ileso, sin ninguna herida.

Entonces otro día al ver pasar por allí unos religiosos franciscanos les pidió que le ayudaran a entrar en su comunidad. Ellos lo invitaron a que fuera a Roma a hablar con el Padre Superior, y con su recomendación se fue allá con tres compañeros más.

El superior para probar si en verdad tenían virtud, los recibió muy asperamente y les dijo que eran unos haraganes que sólo buscaban conseguirse el alimento gratuitamente, y los echó para afuera. Pero ellos se pusieron a comentar que su intención era buena y que deberían insistir. Y entraron por otra puerta del convento y volvieron a suplicar al superior que los recibiera. Este, haciéndose el bravo, les dijo que esa noche les permitía dormir allí como limosneros pero que al día siguiente tendrían que irse definitivamente. Los cuatro aceptaron esto con toda humildad, pero al día siguiente en vez de despacharlos les dijeron que ya habían pasado la prueba preparatoria y que quedaban admitidos como aspirantes.

En el noviciado el maestro lo mandó a que sembrara unos repollos, pero con la raíz hacia arriba. Él obedeció prontamente y los repollos retoñaron y crecieron. Después el superior del noviciado empezó a humillarlo y humillarlo. Él aguantaba todo con paciencia, pero al fin viendo que iba a estallar en ira, se fue donde el maestro de novicios a decirle que se volvía otra vez al mundo porque ya no resistía más. El sacerdote le agradeció que le hubiera confiado sus problemas y le arregló su situación y pudo seguir tranquilo hasta ser admitido como franciscano.

Ya religioso, un día entraron a la huerta del convento unos toros bravos que embestían sin compasión a todo fraile que se les presentara. El superior, para probar qué tan obediente era el hermano Carlos, le ordenó: "Vaya, amarre esos toros y sáquelos de aquí". El se llevó un lazo, les echó la bendición a los feroces animales y todos se dejaron atar de los cachos y lo fueron siguiendo como si fueran mansos bueyes. La gente se quedó admirada ante semejante cambio tan repentino, y consideraron este prodigio como un premio a su obediencia.

Para que no se volviera orgulloso a causa de las cosas buenas que le sucedían, permitió

Dios que le sucedieran también cosas muy desagradables. Lo pusieron de cocinero y los platos se le caían de la mano y se le rompían, y esto le ocasionaba tremendos regaños. Una noche dejó el fogón a medio apagar y se quemó la cocina y casi se incendia todo el convento. Entonces fue destituido de su cargo de cocinero y enviado a cultivar la huerta. A un religioso que le preguntaba por qué le sucedían hechos tan desagradables, le respondió: "Los permite Dios para que no me llene de orgullo y me mantenga siempre humilde".

Después lo nombraron portero del convento y admitía a todo caminante pobre que pidiera hospedaje en las noches frías. Y repartía de limosna cuanto la gente traía. Al principio el superior del convento le aceptaba esto, pero después lo llamó y le dijo: "De hoy en adelante no admitiremos a hospedarse sino a unas poquísimas personas, y no repartiremos sino unas pocas limosnas, porque estamos dando demasiado". Él obedeció, pero sucedió entonces que dejaron de llegar las cuantiosas ayudas que llevaban los bienhechores. El superior lo llamó para preguntarle: "¿Cuál será la causa por la que han disminuido tanto las ayudas que nos trae la gente?"

"La causa es muy sencilla –le respondió el hermano Carlos-. Es que dejamos de dar a los necesitados, y Dios dejó de darnos a nosotros. Porque con la medida con la que repartamos a los demás, con esa medida nos dará Dios a nosotros".

Desde ese día recibió permiso para recibir a cuanto huésped pobre llegara, y de repartir las limosnas que la gente llevaba, y Dios volvió a enviarles cuantiosas donativos.

Tuvo que hacer un viaje muy largo acompañado de un religioso y en plena selva se perdieron y no hallaban qué hacer. Se pusieron a rezar con toda fe y entonces apareció una bandada de aves que volaban despacio delante de ellos y los fueros guiando hasta lograr salir de tan tupida arboleda.

El director de su convento empezó a tratarlo con una dureza impresionante. Lo regañaba por todo y lo humillaba delante de los demás. Un día el hermano Carlos sintió un inmenso deseo de darle el golpe e insultarlo. Fue una tentación del demonio. Se dominó, se mordió los labios, y se quedó arrodillado delante del otro, como si fuera una estatua, y no le dijo ni le hizo nada. Era un acto heroico de paciencia.

¿Qué era lo que había sucedido? Que el Superior Provincial había enviado una carta muy fuerte al director diciéndole que le había escrito contándole faltas de él. Y éste al pasar por la celda de Carlos había visto varias veces que estaba escribiendo. Entonces se imaginó que era él quien lo estaba acusando. Su apatía llegó a tal grado que le hizo echar de ese convento y fue enviado a otra casa de la comunidad.

Al llegar a aquel convento el provincial, le dijo al tal superior que no era Carlos quien le había escrito. Y averiguaron qué era lo que este religioso escribía y vieron que era una serie de consejos para quienes deseaban orar mejor. El irritado director tuvo que ofrecerle excusas por su injusto trato y sus humillaciones. Pero con esto el sencillo hermano había crecido en santidad.

Las gentes le pedían que redactara algunas normas para orar mejor y crecer en santidad. El lo hizo así y permitió que le publicara el folleto. Esto le trajo terribles regaños y casi lo expulsan de la comunidad. El pobre hombre no sabía que para esas publicaciones se necesitan muchos permisos. Humillado se arrodilló ante un crucifijo para contarle sus angustias, y oyó que Nuestro Señor le decía: "Animo, que estas cosas no te van a impedir entrar en el paraíso".

La petición más frecuente del hermano Carlos a Dios era esta: "Señor, enciéndeme en amor a Ti". Y tanto la repitió que un día durante la elevación de la santa hostia en la Misa, sintió que un rayo de luz salía de la Sagrada Forma y llegaba a su corazón. Desde ese día su amor a Dios creció inmensamente.

Al fin los superiores se convencieron de que este sencillo religioso era un verdadero hombre de Dios y le permitieron escribir su autobiografía y publicar dos libros más, uno acerca de la oración y otro acerca de la meditación.


CUERPO INCORRUPTO DE SAN CARLOS SEZZE
Gracias hermano Carlos porque nos dejaste estos bellos recuerdos de tu vida. Con razón el Papa Juan XXIII sentía tanta alegría al declararte santo en 1959, porque la vida tuya es un ejemplo de que aún en los oficios más humildes y en medio de humillaciones e incomprensiones podemos llegara un alto grado de santidad y ganarnos la gloria del cielo.



"Al que se humilla, Dios lo enaltece" (Lc. 14, 11).

miércoles, 23 de septiembre de 2009

SAN PÍO DE PIETRELCINA



Heredero espiritual de San Francisco de Asís, el Padre Pío de Pietrelcina ha sido el primer sacerdote en llevar impreso sobre su cuerpo las señales de la crucifixión. Él ya fue conocido en el mundo como el "Fraile" estigmatizado. El Padre Pío, al que Dios donó particulares carismas, se empeñó con todas sus fuerzas por la salvación de las almas. Los muchos testimonios sobre su gran santidad de Fraile, llegan hasta nuestros días, acompañados por sentimientos de gratitud. Sus intercesiones providenciales cerca de Dios fueron para muchos hombres causa de sanación en el cuerpo y motivo de renacimiento en el Espíritu.
El Padre Pío de Pietrelcina que se llamó Francesco Forgione, nació en Pietrelcina, en un pequeño pueblo de la provincia de Benevento, el 25 de mayo de 1887. Nació en una familia humilde donde el papá Grazio Forgione y la mamá María Giuseppa Di Nunzio ya tenían otros hijos.

Desde la tierna edad Francesco experimentó en sí el deseo de consagrarse totalmente a Dios y este deseo lo distinguiera de sus coetáneos. Tal "diversidad" fue observada de sus parientes y de sus amigos. Mamá Papá contó - "no cometió nunca ninguna falta, no hizo caprichos, siempre obedeció a mí y a su padre, cada mañana y cada tarde iba a la iglesia a visitar a Jesús y a la Virgen. Durante el día no salió nunca con los compañeros. A veces le dije: "Francì sal un poco a jugar. Él se negó diciendo: no quiero ir porque ellos blasfeman". Del diario del Padre Agostino de San Marco in Lamis, quien fuè uno de los directores espirituales del Padre Pío, se enteró de que el Padre Pío, desde el 1892, cuando apenas tenía cinco años, ya vivió sus primeras experiencias carismáticas espirituales. Los Éxtasis y las apariciones fueron tan frecuentes que al niño le pareció que eran absolutamente normales.
Con el pasar del tiempo, pudo realizarse para Francesco lo que fue el más grande de sus sueños: consagrar totalmente la vida a Dios. El 6 de enero de 1903, a los dieciséis años, entró como clérigo en la orden de los Capuchinos. Fue ordenado sacerdote en la Catedral de Benevento, el 10 de agosto de 1910. Tuvo así inicio su vida sacerdotal que a causa de sus precarias condiciones de salud, se desarrollará primero en muchos conventos de la provincia de Benevento. Estuvo en varios conventos por motivo de salud, luego, a partir del 4 de septiembre de 1916 llegó al convento de San Giovanni Rotondo, sobre el Gargano, dónde se quedó hasta el 23 de septiembre de 1968, día de su sentida muerte.

En este largo período el Padre Pío iniciaba sus días despertándose por la noche, muy antes del alba, se dedicaba a la oración con gran fervor aprovechando la soledad y silencio de la noche. Visitaba diariamente por largas horas a Jesús Sacramentado, preparándose para la Santa Misa, y de allí siempre sacó las fuerzas necesarias, para su gran labor para con las almas, al acercarlas a Dios en el Sacramento Santo de la Confesión, confesaba por largas horas, hasta 14 horas diarias, y así salvó muchas almas.

Uno de los acontecimientos que señaló intensamente la vida del Padre Pío fue lo que se averiguó la mañana del 20 de septiembre de 1918, cuando, rogando delante del Crucifijo del coro de la vieja iglesia pequeña, el Padre Pío tuvo el maravilloso regalo de los estigmas. Los estigmas o las heridas fueron visibles y quedaron abiertas, frescas y sangrantes, por medio siglo. Este fenómeno extraordinario volvió a llamar, sobre el Padre Pío la atención de los médicos, de los estudiosos, de los periodistas pero sobre todo de la gente común que, en el curso de muchas décadas fueron a San Giovanni Rotondo para encontrar al santo fraile.

En una carta al Padre Benedetto, del 22 de octubre de 1918, el Padre Pío cuenta su "crucifixión": “¿Qué cosa os puedo decir a los que me han preguntado como es que ha ocurrido mi crucifixión? ¡Mi Dios que confusión y que humillación yo tengo el deber de manifestar lo que Tú has obrado en esta tu mezquina criatura!

Fue la mañana del 20 del pasado mes (septiembre) en coro, después de la celebración de la Santa Misa, cuando fui sorprendido por el descanso en el espíritu, parecido a un dulce sueño. Todos los sentidos interiores y exteriores, además de las mismas facultades del alma, se encontraron en una quietud indescriptible. En todo esto hubo un total silencio alrededor de mí y dentro de mí; sentí enseguida una gran paz y un abandono en la completa privación de todo y una disposición en la misma rutina.
Todo esto ocurrió en un instante. Y mientras esto se desarrolló; yo vi delante de mí un misterioso personaje parecido a aquél visto en la tarde del 5 de agosto. Éste era diferente del primero, porque tenía las manos, los pies y el costado que emanaban sangre. La visión me aterrorizaba; lo que sentí en aquel instante en mí; no sabría decirlo. Me sentí morir y habría muerto, si Dios no hubiera intervenido a sustentar mi corazón, el que me lo sentí saltar del pecho.
La vista del personaje desapareció, y me percaté de que mis manos, pies y costado fueron horadados y chorreaban sangre. Imagináis el suplicio que experimenté entonces y que voy experimentando continuamente casi todos los días. La herida del corazón asiduamente sangra, comienza el jueves por la tarde hasta al sábado. Mi padre, yo muero de dolor por el suplicio y por la confusión que yo experimento en lo más íntimo del alma. Temo morir desangrado, si Dios no escucha los gemidos de mi pobre corazón, y tenga piedad para retirar de mí esta situación....”

Por años, de cada parte del mundo, los fieles fueron a este sacerdote estigmatizado, para conseguir su potente intercesión cerca de Dios. Cincuenta años experimentados en la oración, en la humildad, en el sufrimiento y en el sacrificio, dónde para actuar su amor, el Padre Pío realizó dos iniciativas en dos direcciones: un vertical hacia Dios, con la fundación de los "Grupos de ruego", hoy llamados “grupos de oración” y la otra horizontal hacia los hermanos, con la construcción de un moderno hospital: "Casa Alivio del Sufrimiento."

En septiembre los 1968 millares de devotos e hijos espirituales del Padre Pío se reunieron en un congreso en San Giovanni Rotondo para conmemorar juntos el 50° aniversario de los estigmas aparecidos en el Padre Pío y para celebrar el cuarto congreso internacional de los Grupos de Oración. Nadie habría imaginado que a las 2.30 de la madrugada del 23 de septiembre de 1968, sería el doloroso final de la vida terrena del Padre Pío de Pietrelcina. De este maravilloso fraile, escogido por Dios para derramar su Divina Misericordia de una manera tan especial.

jueves, 10 de septiembre de 2009

BEATOS MENA Y NAVARRETE

Alonso de Mena y Navarrete nació en Logroño el 3 de febrero de 1578; Alonso de Navarrete y Mena nació igualmente, en Logroño el 21 de septiembre de 1571. Ambos fueron bautizados en la imperial iglesia de Santa María de Palacio. Fueron entre sí primos carnales, tuvieron el mismo nombre, Alonso, los mismos apellidos, aunque en orden invertido, los dos estudiaron juntos en Salamanca, los dos fueron religiosos dominicos, los dos mártires en el Japón y los dos beatificados por el mismo pontífice Pío IX, en la misma fecha, 7 de julio de 1867. No es extraño, por tanto, que el pueblo los haya unido en la misma devoción y culto, e incluso en la misma placa que da su nombre a una de las calles logroñesas.

Fray Alonso de Mena pidió ser destinado a las misiones de Filipinas, adonde llegó en 1602, cuando tenía 24 años de edad, pero pocos meses después, la obediencia le llevó al Japón, misionando con gran fruto las provincias de Omura, Firando y Fixen. Llegó la persecución decretada por el emperador Dayfusama. Fray Alonso de Mena fue hecho prisionero en 1619 y estuvo dos años y medio en diversas cárceles, increíblemente crueles. Por fin, fue martirizado con veinticinco más, en el suplicio de la hoguera, en Nagasaki, el 9 de septiembre de 1622.

Fray Alonso de Navarrete también fue destinado a Filipinas, adonde llegó en 1598, pero tuvo que volver a España por su delicado estado de salud. Restablecido, volvió de nuevo a Filipinas en 1611, reclutando a treinta religiosos más que le acompañaron. Al año siguiente fue a Japón, donde fundó una casa para recoger a niños abandonados y una hermandad de la caridad. En 1617 se ofreció para ir al puesto de más peligro, Omura, donde sostuvo la fe y alentó a los cristianos perseguidos. Por fin, fue él mismo detenido y ejecutado con tres golpes de catana, en la isla de Tacaxima, el 1 de junio del año 1617.

El beato Navarrete es uno de los principales personajes en el drama misional de Lope de Vega, titulado “Los primeros mártires del Japón”. Lope hace de él una semblanza biográfica, y luego añade:

…Son tantas sus virtudes, que imposible será mi lengua a contarlas. Es piadoso, es temeroso de Dios, tiene las entrañas Llenas de gran caridad. No reposa ni descansa Predicando el Evangelio.

SAN NICOLÁS DE TOLENTINO PRESBÍTERO


San Nicolás de Tolentino nació en Castel Sant´ Angelo, el actual Sant´ Angelo in Pontano, en 1245, y murió en Tolentino el 10 de septiembre de 1305.
Fray Pedro de Monte Rubiano, su biógrafo, nos cuenta que su vida estuvo entretejida de singularísimas experiencias místicas y de hechos prodigiosos, confirmados en el proceso de canonización, que se abrió a los veinte años de su muerte y concluyó en 1446. En ese proceso fueron declarados auténticos 301 milagros.

A San Nicolás de Tolentino lo invocan los que sufren injusticias, o están en peligro de perder la vida o la libertad, y también se lo invoca como protector de la maternidad y la infancia, de las almas del purgatorio, de la buena muerte, y hasta contra los incendios y las epidemias.

Fue asceta, austero pero no excéntrico, riguroso consigo mismo, pero dulce y atento con todos. En 1256 entró donde los agustinos y se ordenó en 1269 en Cingoli; durante seis años peregrinó por varias ciudades y después fijó su residencia en Tolentino en donde ejerció su apostolado sobre todo en el confesionario. Su santificación personal maduró en la sombra, haciendo fructificar los recursos espirituales que le brindaba la vida religiosa: la obediencia incondicional, el absoluto desapego de los bienes terrenales y la profunda modestia. Así se santificó, y al final de su vida pudo exclamar: “Veo a mi Señor Jesucristo, a su Madre y a San Agustín que me dicen: Muy bien, siervo bueno y fiel”.

Aunque no se notaba exteriormente la penitencia a la que se sometía, sabemos por el testimonio de sus cohermanos que cuatro días a la semana su alimento consistía en sólo pan y agua, y los otros tres días no tocaba alimentos sustanciosos como carne, huevos, o fruta. No dormía sino tres o cuatro horas y el resto lo dedicaba a la oración.

Después de largas horas que pasaba en el confesionario, se dedicaba a visitar a los pobres, a los que les llevaba, con el permiso de sus superiores, ayudas materiales en los casos más urgentes. Los prodigios que hizo en vida y sobre todo después de la muerte tenían la finalidad de aliviar las miseries humanas.

Cuarenta años después de su muerte, fue encontrado su cuerpo incorrupto. En esa ocasión se le quitaron los brazos y de la herida salió bastante sangre. De esos brazos, conservados en relicarios de plata desde el siglo XV, ha salido periódicamente mucha sangre. Esto contribuyó a la difusión de su culto en toda Europa y en América.

domingo, 30 de agosto de 2009

SANTA ROSA DE LIMA



Santa Rosa de Lima Patrona de América, Perú y las Filipinas
30 de Agosto
La primera mujer declarada santa de todo el continente americano
El Papa Inocencio IX dijo de esta santa un elogio admirable: "Probablemente no ha habido en América un misionero que con sus predicaciones haya logrado más conversiones que las que Rosa de Lima obtuvo con su oración y sus mortificaciones". Lo cual es mucho decir.

SU NACIMIENTO
Nació en la capital de Perú, el 30 de Abril de 1586 y murió en Lima el 24 de junio de 1617.
“Es la primera santa que antes de ser canonizada - sólo 54 años después de su muerte, en 167l- fue proclamada patrona del Perú (1669), del Nuevo Mundo y de Filipinas (1670)”.
Ella es pues, la primera rosa que el continente americano ofrecía al Altísimo, el primer fruto de nuestra Iglesia que, nacida en Oriente, y extendida hacia Europa, había llegado a un territorio que le había permanecido oculto, pero que ya encerraba una riquísima historia y cultura.

ÉPOCA DE ORO DE LA SANTIDAD
En Lima se vivía la denominada “época dorada de la santidad”.Una constelación de santos en el “Nuevo Mundo” tuvieron como escenario de vida esta ciudad: Rosa conoció a san Martín de Porres, y a san Juan Masías, dominicos, fue confirmada en 1597 en Quives, por el segundo arzobispo de Lima, Santo Toribio de Mogrovejo y oyó las predicaciones de san Francisco Solano y san Juan Masías. En Lima se vivía en un ambiente propicio a la vivencia espiritual siendo que el continente americano hacía poco que había sido evangelizado.


SINGULAR HERMOSURA PARA EL ESPOSO CRISTO.

“Tota pulcra es”!!!
¡Qué hermosa eres, Esposa mía, amada mía, tus labios son corales, tus pechos, rebaños de cabras que suben por el monte de Galaad! El nombre de Rosa nos habla de su singular belleza. Nuestra santa era hermosa espiritualmente y físicamente también. Era de rostro ovalado, cabello rubio, tez blanca y sonrosada como una rosa, estatura más bien alta. Su carácter fue apacible, desde niña fue mansísima, y mantenía como prioritario todo lo que concernía a la fe católica. “A los tres meses- dice su madre en el testimonio de beatificación - estando meciéndola en la cuna una india criada, con la carita cubierta, la india la descubrió por ver si se había dormido y la vio tan hermosa, que llamó a unas niñas que estaban labrando para que la viesen.

Y haciendo todas admiración; esta testigo desde el aposento donde estaba la vio hacer extremos y sin decirles nada se fue derecha donde estaba la niña; y viéndola tan linda y hermosa y que le parecía que todo su rostro estaba hecha una rosa muy linda y en medio de ella veía las facciones de sus ojos, boca, nariz y orejas como si hubiese puesto su cabecita en una rosa grande de un color muy encendido...,
y luego desapareció aquella rosa, quedando el rostro muy hermoso y más lindo de lo que otras veces le había visto ...quedó admirada de ver aquel prodigioso suceso; la tomó en las manos y empezó a hacer con ella mil alegrías y mostrar sumo gozo y contento diciendo con estas demostraciones: "Yo te prometo, hija y alma mía, que mientras viva, de mi boca no has de oír otro nombre sino Rosa"... Por su belleza fue pretendida por varios mozos de la aristocracia española y limeña, pero ella rechazaba la idea del matrimonio pues sabía que Dios la llamaba toda para sí.
SU FAMILIA
Fue hija de Gaspar Flores, natural de San Juan de Puerto Rico, arcabucero e hidalgo de segundo rango, y de la limeña María de Oliva.
El matrimonio tuvo 13 hijos, de los cuales conocemos los nombres de Hernando (1584), quien declaró abundantemente en el proceso de canonización de su hermana, Bernardina (1581), otra que muere a los 14 años, Francisco (1590), Juana (1592), Andrés, Gaspar, Antonio y Matías. A los pocos años de la muerte de su bienaventurada hija, María de Oliva ingresaría en el monasterio que Rosas había predicho. Tuvo el cargo de portera y murió santamente.



HIJA DE DIOS
Nuestra santa fue bautizada con el nombre de Isabel Herrera, como su abuela (así consta en el registro de bautizos de la parroquia de San Sebastián, realizado por don Antonio Polanco: "En Domingo día de Pascua del Espíritu Santo, 25 de Mayo de 1586, bauticé a Isabel, hija de Gaspar Flores y María de Oliva, fueron padrinos Hernández de Valdez y María Orosco". Pero un hecho singular provoca que su madre la empiece a llamar Rosa. Pero, según atestigua uno de sus confesores y prior de Santo Domingo en Lima, Fray Alonso Velásquez, Rosa “se entristecía de ver que la llamaban Rosa, por ser nombre célebre y de mucha hermosura y belleza”, ya que “en esa época no era usual ese nombre”. Cuando tenía 25 años y ya vestía el hábito de terciaria dominica, aún seguía prefiriendo el nombre de bautizo. Pero un día, cuenta su madre, llegó a casa Rosa radiante y le dijo: “Madre mía, de aquí en adelante hay que llamarme Rosa de Santa María”. Esto le extrañó a su madre y quiso saber el motivo del cambio.

HOY EN LA CULTURA DE LA IMAGEN DEL CUERPO Y DE LAS CLÍNICAS DE ESTÉTICA MODELO A IMITAR
Fray Alonso Velásquez le había dicho “que no se desconsolase por eso, sino que entendiese que su alma era una Rosa de Nuestra Señora, que la había depositado y puesto en su cuerpo como en una maceta, para que la guardase, y conservase con la frescura y hermosura de la gracia”. Y entonces, puesta de rodillas delante de la imagen de Nuestra Señora del Rosario en la Basílica de Santo Domingo le ofreció el nombre de Rosa y se consagró a ella, determinándose a llamar así en adelante, siendo este el nombre que usó y con el que Dios había dispuesto desde la eternidad que sea elevada a los altares y reconocida en el mundo entero.
Con lo que concluimos que fue la intervención divina la que guió las circunstancias históricas para dar a conocer cuál era su voluntad respecto al nombre de su hija predilecta.“Pasados algunos años, Gonzalo de la Maza halló en el convento de San Francisco la vida de Santa Rosa de Viterbo, y se la dio a leer a la sierva de Dios; la cual “mostró alegría en confirmación de que había santa de su nombre”.
UNA SANTA LAICA, MODELO PARA LOS LAICOS DE HOY
Santa Rosa fue laica. Vivió en casa de sus padres como terciaria dominica usando el hábito dominico. Dedicaba la mitad de las horas del día al trabajo manual, tejiendo, bordando y cultivando flores en su jardín para aliviar en algo los gastos de su familia. Además auxiliaba a los pobres y más necesitados de Lima, acondicionando para ello una habitación de su hogar como enfermería. Vivió pues su anhelo de ser toda de Dios en la vida ordinaria. Ya en vida tuvo fama de santidad debido a esta incansable labor para con los menesterosos y olvidados de Lima y a la limpieza de su alma que irradiaba en todo el que le conocía. Esto explica que a su muerte fuese aclamada y llorada por toda la ciudad como ”nuestra santa, la Madre de los pobres de Lima”
VIDA MÍSTICA HABITUAL. EL INTERROGATORIO
Comienza la oración de quietud, de unión y los éxtasis con el desposorio espiritual. Como sucede siempre, aquellos fenómenos extraordinarios empezaban a alarmar a los hombres de la ley y a los celadores de la disciplina. Era la primera vez, que la unión mística, con las visiones y otros fenómenos se realizaban en las vírgenes tierras americanas, y pensaban algunos, que todo esto era pura hipocresía y tentación diabólica. Un día Rosa vio que invadía su huerto la turba venerable de los doctores y los alguaciles, armados de libros, de plumas y tinte­ros. Ella los recibió temblorosa y les ofreció sillas. Después empezó el interrogatorio: -¿Has hecho siempre ese ejercicio con el mismo recogi­miento?
-Antes de los doce años me sentía a veces inquieta y fatigada; después, nunca me ha sucedido semejante cosa. Desde que me pongo en oración, siento mi alma tan sumergida en sí mis­ma y mis facultades tan enajenadas, que nada interior ni exte­rior puede turbar mi atención amorosa a la belleza de Dios, presente en mí.
-Mientras dura esta suspensión de las potencias, ¿haces algún esfuerzo?
-No hago esfuerzo ninguno, ni siento la menor resistencia; mis facultades van a su centro como arrastradas por un imán, y tal suavidad las inunda, que todo sentimiento de malestar es imposible para ellas. Mi corazón hierve bajo la acción de un fuego cuyas operaciones son tan dulces, que nunca podría explicarlo. Tras esto, queda en el fondo del alma una presencia de la divinidad, amable, serena, graciosa; y la felicidad que siento entonces hace que no pueda encontrar consuelo en otra cosa cualquiera.
-¿Has leído libros de teología mística?
-Ni los he tenido, ni los he leído nunca, ni sé que mi ora­ción tenga un nombre entre los sabios.
-¿Has sufrido muchos y largos combates contra las malas inclinaciones de la naturaleza?
-Apenas recuerdo haber tenido luchas de esa clase. Por la gracia divina, desde que conocí a Dios, tuve el temor de des­agradarle; y si un movimiento contrario a la razón se levanta dentro de mí, me basta recordar la presencia de Dios para refrenarlo.
LA NOCHE OSCURA DEL ESPÍRITU, PASO NECESARIO
-¿No has pasado por alguna tribulación para llegar a ese grado de intimidad con Dios?
Al llegar aquí la joven contó una cosa extraña. Alternando con las dulzuras inefables de la unión, se sentía envuelta en una noche espantosa, que le hacía sufrir los horrores de la agonía. De la cumbre de la luz contemplativa, caía súbitamente en el abismo rayano con la desesperación. Se veía sola, en un desierto sin fronteras, alejada de Dios y como encerrada en los sótanos del infierno.
-Durante quince años-añadió -no ha pasado un solo día sin que haya sufrido esta crisis por lo menos una hora, que para mí es un siglo.
-Entiendo-repuso el sabio examinador-; se trata de ese purgatorio espiritual que es necesario al alma para adquirir el perfecto conocimiento de sí misma. ¿Y qué es lo que os ha sucedido-añadió-al salir de esa noche infernal?

DE LA NOCHE AL MATRIMONIO MÍSTICO
-Cuando desde el fondo de los infiernos me siento trans­portada a esa luz de los abrazos del Esposo divino, mi alegría es tan completa como si ya no pudiese experimentar eclipse ninguno. Siento los ímpetus de un amor libre, que se precipita como un río después de haber derribado los obstáculos que se oponían a su curso. Sopla de nueve el viento suave de la gracia. y el ambiente se embalsama de perfumes inefables; mi alma se sumerge en el mar profundo de la divina bondad, y se trans­forma, por una metamorfosis inexplicable, en su Amado, hasta el punto de hacerse una misma cosa conmigo.
Calló Rosa avergonzada y casi asustada de lo que acababa de decir; pero una orden del presidente del tribunal la obligó a revelar todo su secreto.
-En esos momentos dichosos-dijo-me parece que mi unión con Dios ya no podrá romperse, que ya no podré perder el amor, que estoy confirmada en gracia. Es como si ya no pu­diese pecar. Se me figura-añadió con voz débil, reveladora de su turbación-que estoy diciendo herejías, pero eso es lo que siento.

Con frecuencia veo la humanidad de Jesucristo en las diferentes edades de su vida, y siempre con un rostro afable, gracioso y sonriente. También la Reina de los Cielos se digna favorecerme con su dulce y amable presencia. Y ¿esas visiones-preguntaron los doctores-¿son intelec­tuales, o imaginarias?
-No sé lo que quieren decir esas palabras-respondió la virgen-; lo único que puedo deciros es que veo pasar cerca de mi a mi Salvador, de una manera clara, aunque fugitiva, que recuerda el estallido de una estrella fugaz.

HA EXPERIMENTADO EL VALOR DE LA CRUZ
Estas son sus palabras: El divino Salvador, con inmensa majestad, dijo: todos sepan que la tribulación va seguida de la gracia, que todos se convenzan que sin el peso de la aflic­ción no se puede llegar a la cima de la gracia; que todos comprendan que la medida de los carismas aumenta en proporción con el incremento de las fatigas. Guárdense los hombres de pecar y de equivocarse: ésta es la única escala del paraíso, y sin la cruz no se encuentra el camino de subir al cielo.
Apenas escuché estas palabras, experimenté un fuerte impulso de ir en medio de las plazas, a gritar muy fuerte a toda persona de cualquier edad, sexo o condición: «Escuchad, pueblos, escuchad todos. Por mandato del Señor, con las mismas palabras de su boca, os exhorto: No podemos alcanzar la gracia, si no soportamos la aflicción, es necesario unir trabajos y fatigas para alcanzar la íntima participación en la naturaleza divina, la gloria de los hijos de Dios y la perfecta felicidad del espíritu.
El mismo ímpetu me transportaba a predicar la hermosura de la gracia divina; me sentía oprimir por la ansiedad y tenía que llorar y sollozar. Pensaba que mi alma ya no podría contenerse en la cárcel del cuerpo, y más bien, rotas sus ataduras, libre y sola y con mayor agilidad, recorrer el mundo, diciendo: -¡Ojala todos los mortales conocieran el gran don de la divina gracia, su belleza, su nobleza, su infinito precio, lo inmenso de los tesoros que alberga, cuántas riquezas, gozos y deleites! Sin duda alguna, se entregarían con suma diligencia, a la búsqueda de las penas y aflicciones. Por doquiera en el mundo, antepondrían a fortuna las molestias, las enfermedades y los padecimientos, incomparable tesoro de la gracia. Tal es la retribución y el fruto final de la paciencia. Nadie se quejaría de sus cruces y sufrimientos, si conociera cuál es la balanza con que los hombres han de ser medidos".
Habló, finalmente, de los efectos que en la mesa del eterno banquete hay un puesto para mí, y esta misma noche debo ir a ocuparlo.

MUERTE DE AMOR
"Y fijando los ojos en su ma­dre, como si quisiera recordarle aquellas fiestas de sociedad a que asistieron juntas en otro tiempo, añadió: "Debemos ser puntuales. Si no llego a la hora fijada, me cerrarían las puertas como a las vírgenes locas." Algunos momentos después, hizo en su pecho la señal de la cruz, pronunció tres veces con voz temblorosa el nombre del Amado y se fue a cultivar los rosales que no se marchitan. Muerta, aparecía hermosa, radiante, son­riente, como en vida. La ciudad entera desfiló por su casa para ver el prodigio, tocando rosarios a sus carnes virginales, be­sando sus pies y sus manos y su rostro, cortando su túnica y su velo, y llevándose, como recuerdo suyo, las flores de su jar­dín. "Esta virgen no está muerta, sino dormida", decía la mul­titud; y fue preciso enterrarla de noche para contener los ím­petus de la devoción popular. Dice San Juan de la Cruz, que estas almas que mueren de amor, entran en el mar de Dios y son como el cisne que nunca canta, pero cuando muere es tan melodioso su cantar que transporta a las riberas de la Patria de donde ya se oyen los cantares.
CUANDO EL PUEBLO SE ENTERA.
Al saberse la noticia de su muerte, toda Lima se conmocionó y quería ver a la que ya aclamaban como "su santa". Transcurrieron días sin poder sepultar el sagrado cuerpo por las interminables visitas de toda la población, y su cuerpo, sin manifestar señales de corrupción permanecía lozano y sereno como en el mismo instante de su partida al cielo.
Desde el Virrey, la Real Audiencia, el arzobispo, el clero, el cabildo, todas las familias religiosas y autoridades hasta el último de los limeños se hicieron presentes en las pompas fúnebres.
Entonces según consta en los archivos de su proceso de canonización, se sucedieron incontables curaciones milagrosas al sólo contacto con su bendito cuerpo o con sólo invocar su nombre. Milagros de todo tipo se sucedieron. Era la canonización anticipada. Testifica fray Antonio Rodríguez: “Si el sumo Pontífice se hallara en la muerte de la dicha sierva de Dios... y viera el innumerable concurso de gente que iba a ver el cuerpo y venerarle por santa, sin más averiguación la canonizara, y que en esta opinión de santa está hoy y ha estado siempre”.
Por fin el día 4 de septiembre se pudo hacer el funeral. Al coincidir este día con el de santa Rosa de Viterbo, la gente se admiró y tomó este gesto como señal divina y anticipada de su elevación a los altares.

SU CANONIZACIÓN
“Concluidos en 1632 los procesos ordinarios y apostólicos para la beatificación y canonización de la sierva de Dios... con dispensa concedida por Alejandro VII el 24 de septiembre de 1664, se apresuraron los despachos. Clemente IX suscribió el decreto de beatificación en Santa Sabina de Roma el 12 de marzo de 1668; y dos años después, el 11 de agosto de 1670, Clemente X la declaró patrona de América, Indias y Filipinas, y le otorgaba los honores de la canonización el 12 de Abril de 1671” .
Muy pronto la fama de su santidad sería mundial y su testimonio de vida impulsaría a san Antonio María Claret, a la beata ecuatoriana Narcisa y a la santa Marianita de Quito. Su figura tuvo una gran influencia para la identidad católica americana. (Ha sido necesario tomar algunas notas del Arzobispado de Lima para asegurar la garantía de su autenticidad).
JESUS MARTI BALLESTER

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