TODOS LOS SANTOS

jueves, 15 de marzo de 2018

Luisa de Marillac, Santa






Luisa de Marillac, Santa
Patrona de la Asistencia Social, 15 de marzo


Por: n/a | Fuente: Corazones.org 

Fundadora, con San Vicente de Paúl,
de la Hijas de la Caridad.
Martirologio Romano: 

En París, en Francia, santa Luisa de Marillac, viuda, que con el ejemplo formó el Instituto de Hermanas de la Caridad para ayuda de los necesitados, completando así la obra delineada por san Vicente de Paúl († 1660).

Fecha de canonización: 11 de marzo de 1934 por el Papa Pío XI

Etimológicamente: Luisa = Aquella que es famoso en la guerra, es de origen germánico.
Breve Biografía

Nació en París en 1591, Hija de Louis de Marillac, señor de Ferrieres. Perdió a su madre desde temprana edad, pero tuvo una buena educación, gracias, en parte, a los monjes de Poissy, a cuyos cuidados fue confiada por un tiempo, y en parte, a la instrucción personal de su propio padre, que murió cuando ella tenía poco más de quince años. Luisa había deseado hacerse hermana capuchina, pero el que entonces era su confesor, capuchino él mismo, la disuadió de ello a causa de su endeble salud. Finalmente se le encontró un esposo digno: Antonio Le Gras, hombre que parecía destinado a una distinguida carrera y que ella aceptó. Tuvieron un hijo. En el período en que Antonio estuvo gravemente enfermo, ella lo cuidó con esmero y completa dedicación.. Desgraciadamente, Luisa sucumbió a la tentación de considerar esta enfermedad como un castigo por no haber mostrado su agradecimiento a Dios, que la colmaba de bendiciones, y estas angustias de conciencia fueron motivos de largos períodos de dudas y aridez espiritual. Tuvo, sin embargo, la buena fortuna de conocer a San Francisco de Sales, quien pasó algunos meses en París, durante el año 1619. De él recibió la dirección más sabia y comprensiva. Pero París no era el lugar del santo.
Un poco antes de la muerte de su esposo, Luisa hizo voto de no contraer matrimonio de nuevo y dedicarse totalmente al servicio de Dios. Después, tuvo una extraña visión espiritual en la que sintió disipadas sus dudas y comprendió que había sido escogida para llevar a cabo una gran obra en el futuro, bajo la guía de un director a quien ella no conocía aun. Antonio Le Gras murió en 1625. Pero ya para entonces Luisa había conocido a "Monsieur Vicente", quien mostró al principio cierta renuncia en ser su confesor, pero al fin consintió. San Vicente en aquel tiempo estaba organizando sus "Conferencias de Caridad", con el objeto de remediar la espantosa miseria que existía entre la gente del campo, para ello necesitaba una buena organización y un gran numero de cooperadores. La supervisión y la dirección de alguien que infundiera absoluto respeto y que tuviera, a la vez, el tacto suficiente para ganarse los corazones y mostrarles el buen camino con su ejemplo.

A medida que fue conociendo más profundamente a "Mademoiselle Le Gras", San Vicente descubrió que tenía a la mano el preciso instrumento que necesitaba. Era una mujer decidida y valiente, dotada de clara inteligencia y una maravillosa constancia, a pesar de la debilidad de salud y, quizás lo más importante de todo, tenía la virtud de olvidarse completamente de si misma por el bien de los demás. Tan pronto como San Vicente le habló de sus propósitos, Luisa comprendió que se trataba de una obra para la gloria de Dios. Quizás nunca existió una obra religiosa tan grande o tan firme, llevada a cabo con menos sensacionalismo, que la fundación de la sociedad, que fue conocida como "Hijas de la Caridad" y que se ha ganado el respeto de los hombres de la más diversas creencias en todas partes del mundo. Solamente después de cinco años de trato personal con Mlle. Le Gras, Monsieur Vicente, que siempre tenía paciencia para esperar la oportunidad enviada por Dios, mandó a esta dama devota, en mayo de 1629, a hacer lo que podríamos llamar una visita a "La Caridad" de Montmirail. Esta fue la precursora de muchas misiones similares y, a pesar de la mala salud de la señorita, tomada muy en cuenta por San Vicente, ella no retrocedió ante las molestias y sacrificios.

En 1633, fue necesario establecer una especie de centro de entrenamiento o noviciado, en la calle que entonces se conocía como Fosses-Saint-Victor. Ahí estaba la vieja casona que Le Gras había alquilado para sí misma después de la muerte de su esposo, donde dio hospitalidad a las primeras candidatas que fueron aceptadas para el servicio de los pobres y enfermos; cuatro sencillas personas cuyos verdaderos nombres quedaron en el anonimato. Estas, con Luisa como directora, formaron el grano de mostaza que ha crecido hasta convertirse en la organización mundialmente conocida como Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Su expansión fue rápida. Pronto se hizo evidente que convendría tener alguna regla de vida y alguna garantía de estabilidad. Desde hacía tiempo, Luisa había querido ligarse a este servicio con voto, pero San Vicente, siempre prudente y en espera de una clara manifestación de la voluntad de Dios, había contenido su ardor. Pero en 1634, el deseo de la santa se cumplió. San Vicente tenía completa confianza en su hija espiritual y fue ella misma la que redactó una especie de regla de vida que deberían seguir los miembros de la asociación. La sustancia de este documento forma la médula de la observancia religiosa de las Hermanas de la Caridad Aunque éste fue un gran paso hacia adelante, el reconocimiento de las Hermanas de la Caridad como un instituto de monjas, estaba todavía lejos.

En la actualidad, la blanca cofia y el hábito azul al que sus hijas han permanecido fieles durante cerca de 300 años, llaman inmediatamente la atención en cualquier muchedumbre. Este hábito es tan sólo la copia de los trajes que antaño usaban las campesinas. San Vicente, enemigo de toda pretensión, se opuso a que sus hijas reclamaran siquiera una distinción en sus vestidos para imponer ese respeto que provoca el hábito religioso. No fue sino hasta 1642, cuando permitió a cuatro miembros de su institución hacer votos anuales de pobreza, castidad y obediencia y, solamente 13 años después, obtuvo en Roma la formal aprobación del instituto y colocó a las hermanas definitivamente bajo la dirección de la propia congregación de San Vicente. Mientras tanto, las buenas obras de las hijas de la caridad se habían multiplicado aceleradamente. En el desarrollo de todas estas obras, Mlle. Le Gras soportaba la parte más pesada de la carga. Había dado un maravilloso ejemplo en Angers, al hacerse cargo de un hospital terriblemente descuidado. El esfuerzo había sido tan grande, que a pesar de la ayuda enorme que le prestaron sus colaboradores, sufrió una severa postración que fue diagnosticada erróneamente, como un caso de fiebre infecciosa. En París había cuidado con esmero a los afectados durante una epidemia y, a pesar de su delicada constitución, había soportado la prueba. Los frecuentes viajes, impuestos por sus obligaciones, habrían puesto a prueba la resistencia de un ser más robusto; pero ella estaba siempre a la mano cuando se la requería, llena de entusiasmo y creando a su alrededor una atmósfera de gozo y de paz. Como sabemos por sus cartas a San Vicente y a otros, solamente dos cosas le preocupaban: una era el respeto y veneración con que se le acogía en sus visitas; la otra era la ansiedad por el bienestar espiritual de su hijo Miguel.

En el año de 1660, San Vicente contaba ochenta años y estaba ya muy débil. La santa habría dado cualquier cosa por ver una vez más a su amado padre, pero este consuelo le fue negado. Sin embargo, su alma estaba en paz; el trabajo de su vida había sido maravillosamente bendecido y ella se sacrificó sin queja alguna, diciendo a las que la rodeaban que era feliz de poder ofrecer a Dios esta última privación. La preocupación de sus últimos días fue la de siempre, como lo dijo a sus abatidas hermanas: "Sed empeñosas en el servicio de los pobres... amad a los pobres, honradlos, hijas mías, y honraréis al mismo Cristo". Santa Luisa de Marillac murió el 15 de marzo de 1660; y San Vicente la siguió al cielo tan sólo seis meses después. Fue canonizada en 1934.


Oración
¡Oh gloriosa santa Luisa de Marillac!
esposa fiel, madre modelo.
formadora de catequistas,
maestras y enfermeras,
ven en nuestra ayuda y alcanza del Señor:
socorro a los pobres,
alivio a los enfermos,
protección a los desamparados,
caridad a los ricos,
conversión a los pecadores,
vitalidad a nuestra Iglesia,
y paz a nuestro pueblo.
Cuida nuestro hogar y cuanto hay en él.
Amén

lunes, 12 de marzo de 2018

SAN LUIS ORIONE,




Sacerdote y Fundador

Martirologio Romano: En Sanremo, en la región de Liguria, en Italia, san Luis Orione, presbítero, que instituyó la Pequeña Obra de la Divina Providencia, para bien de los jóvenes y de todos los marginados. ( 1940)
Fecha de beatificación: 26 de octubre de 1980 por S.S. Juan Pablo II
Fecha de canonización: 16 de mayo de 2004, durante el pontificxado de S.S. Juan Pablo II
Breve Biografía

Luis Orione nació en Pontecurone, diócesis de Tortona, el 23 de junio de 1872. A los 13 años fue recibido en el convento franciscano de Voghera (Pavía) que abandonó después de un año por motivos de salud. De 1886 a 1889 fue alumno de San Juan Bosco en el Oratorio de Valdocco de Turín.

El 16 de octubre de 1889 entró en el seminario de Tortona. Siendo todavía un joven clérigo, se dedicó a vivir la solidaridad con el prójimo en la Sociedad de Mutuo Socorro San Marciano y en la Conferencia de San Vicente. El 3 de julio de 1892, abrió en Tortona el primer Oratorio para cuidar la educación cristiana de los jóvenes. Al año siguiente, el 15 de octubre de 1893, Luis Orione, un clérigo de 21 años, abrió un colegio para chicos pobres en el barrio San Bernardino.

El 13 de abril de 1895, Luis Orione fue ordenado sacerdote y, al mismo tiempo, el Obispo impuso el hábito clerical a seis alumnos de su colegio. En poco tiempo, Don Orione abrió nuevas casas en Mornico Losana (Pavía), en Noto (Sicilia), en Sanremo, en Roma.

Alrededor del joven Fundador crecieron clérigos y sacerdotes que formaron el primer núcleo de la Pequeña Obra de la Divina Providencia. En 1899 inició la rama de los ermitaños de la Divina Providencia. El Obispo de Tortona, Mons. Igino Bandi, con Decreto del 21 de marzo de 1903, reconoció canónicamente a los Hijos de la Divina Providencia (sacerdotes, hermanos coadjutores y ermitaños), congregación religiosa masculina de la Pequeña Obra de la Divina providencia, dedicada a «colaborar para llevar a los pequeños, los pobres y el pueblo a la Iglesia y al Papa, mediante las obras de caridad», profesando un IV voto de especial «fidelidad al Papa».En las primeras Constituciones de 1904, entre los fines de la nueva Congregación aparece el de trabajar «para alcanzar la unión de las Iglesias separadas».

Animado por una gran pasión por la iglesia y por la salvación de las almas, se interesó activamente por los problemas emergentes en aquel tiempo, como la libertad y la unidad de la Iglesia, la «cuestión romana», el modernismo, el socialismo, la cristianización de las masas obreras.

Socorrió heroicamente a las poblaciones damnificadas por los terremotos de Reggio y de Messina (1908) y por el de la Marsica (1915). Por deseo de Pío X fue Vicario General de la diócesis de Messina durante tres años.

A los veinte años de la fundación de los Hijos de la Divina Providencia, como en «una única planta con muchas ramas», el 29 de junio de 1915 dio inicio a la Congregación de las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad, animadas por el mismo carisma fundacional y, en el 1927, las Hermanas adoratrices Sacramentinas invidentes, a las que se añadirán después las Contemplativas de Jesús Crucificado.

Organizó a los laicos en las asociaciones de las «Damas de la Divina Providencia», los «Ex Alumnos» y los «Amigos». Después tomará cuerpo el Instituto Secular Orionino y el Movimiento Laical Orionino.

Después de la primera guerra mundial (1914-1918) se multiplicaron las escuelas, colegios, colonias agrícolas, obras caritativas y asistenciales. Entre las obras más características, creó los «Pequeños Cottolengos», para los que sufren y los abandonados, surgidos en la periferia de las grandes ciudades como «nuevos púlpitos» desde los que hablar de Cristo y de la Iglesia, «faros de fe y de humanidad».

El celo misionero de Don Orione, que ya se había manifestado con el envío a Brasil en 1913 de sus primeros religiosos, se extendió después a Argentina y Uruguay (1921), Inglaterra (1935) y Albania (1936). En 1921-1922 y en 1934-1937, él mismo realizó dos viajes a América Latina, Argentina, Brasil y Uruguay, llegando hasta Chile.

Gozó de la estima personal de los Papas y de las autoridades de la Santa Sede, que le confiaron numerosos y delicados encargos para resolver problemas y curar heridas tanto dentro de la Iglesia como en las relaciones con el mundo civil. Fue predicador, confesor y organizador infatigable de peregrinaciones, misiones, procesiones, «belenes vivientes» y otras manifestaciones populares de la fe. Muy devoto de la Virgen, promovió su devoción por todos los medios y, con el trabajo manual de sus clérigos, construyó los santuarios de la Virgen de la Guardia en Tortona y de la Virgen de Caravaggio en Fumo.

En el invierno de 1940, intentando aliviar los problemas de corazón y pulmones que sufría, fue a la casa de Sanremo, aunque, como decía, «no es entre las palmeras donde deseo vivir y morir, sino entre los pobres que son Jesucristo». Después de tan sólo tres días, rodeado del afecto de sus hermanos, Don Orione falleció el 12 de marzo de 1940, suspirando «!Jesús! !Jesús! Voy».

Su cuerpo, intacto en el momento de la primera exhumación en 1965, fue puesto en un lugar de honor en el santuario de la Virgen de la Guardia de Tortona, después de que, el 26 de octubre de 1980, Juan Pablo II inscribiera su nombre en el elenco de los Beatos.

Su Santidad Juan Pablo II lo canonizó el 16 de Mayo de 2004.

Reproducido con autorización de Vatican.va

jueves, 8 de marzo de 2018

HOY ES FIESTA DE SAN JUAN DE DIOS, PATRONO DE LOS QUE TRABAJAN EN HOSPITALES.



Hoy la Iglesia Católica celebra la Fiesta de San Juan de Dios, Fundador de la Comunidad de Hermanos Hospitalarios. El Santo nació y falleció un 8 de marzo, es Patrono de los que trabajan en hospitales y de los que propagan libros religiosos.
Cuando San Juan de Dios sintió que le llegaba la muerte, se arrodilló y exclamó: "Jesús, Jesús, en tus manos me encomiendo", y en ese momento falleció.
El Santo dirigió un hospital para los pobres, en donde trabajó incansablemente por diez años. Estaba en constantes ayunos y se trasnochaba ocupándose de los enfermos, sus continuos resfriados perjudicó su salud.
En una ocasión, su hospital se incendió y sin dudarlo San Juan de Dios entró varias veces a rescatar a los pacientes, cuando pasaba en medio de las llamas no sufrió ninguna quemaduras, logrando salvar la vida de todos los pobres a quienes se dedicaba con tanto amor.
Actualmente los religiosos Hospitalarios de San Juan de Dios se dedican al cuidado de los enfermos en sus cientos de casas ubicadas en diferentes partes del mundo.
Más información:

viernes, 20 de octubre de 2017

SANTA ADELINA



Adelina, Santa
Abadesa, 20 de octubre


Por: Xavier Villalta A. | Fuente: Catholic.net 



Abadesa
Martirologio Romano: En Savigny, Normandía, Francia, santa Adelina, primera abadesa del monasterio de Mortain, que fundó con la ayuda de san Vital, su hermano.( 1125)
Breve Biografía

Santa Adelina, descendiente de Guillermo el Conquistador, duque de Normandía y rey de Inglaterra, inició su vida religiosa motivada por su hermano Vitale abad de Savigny.

Siendo ya monja, fue elegida como la primera abadesa del monasterio recientemente fundado -en 1115- por Guillermo conde de Mortain. Por el color del desgastado hábito de las monjas, el cenobio era conocido como Monasterio de las Damas de Blanco de Mortain.

La regla adoptada por Santa Adelina fue la benedictina con algunas peculiaridades derivadas de la costumbre cisterciense que en esa época estaba ganando mucha influencia.

La santa murió en 1125 después de diez años en el cargo, durante los cuales probó no sólo su virtud personal, sino también la capacidad administrativa y organizacional.

viernes, 22 de enero de 2016

BEATA LAURA VICUÑA

























“Laurita Vicuña”, su vida a Dios, con tal de 
que la mamá abandone la vida en pecado.

Laura Vicuña fue una jovencita que se encontró 
con Jesús cuando era alumna de las Hijas 
de María Auxiliadora. Ella siendo niña 
 comprometió su vida hasta ofrecerla totalmente 
por el bien de su mama, a quien amaba mucho.
LAURA VICUÑA PINO, nació un 5 de abril de
 1891, en Santiago de Chile, 
el 5 de abril de 1891 y murió en Argentina
 el 22 de enero de 1904, 
a la edad de sólo 13 años. El Papa Juan Pablo II
 la beatificó el 3 de septiembre de 1988.
Ella fue hija de don José Domingo Vicuña, 
quien pertenecía a una familia 
de cierto poder económico y por esa razón
 formaba parte de la auto-llamada
clase alta chilena de la época, esto 
le hacía tener gran influencia política y alto 
nivel social. Sin embargo su madre, 
 Doña Mercedes del Pino era de una familia 
de escasos recursos y considerada por este
 motivo de clase baja. Esta diferencia 
social creada por los hombres de aquella época, 
hacía que no eran bien aceptados 
esto matrimonios que provenían de
 distintos sectores económicos o distintas clases 
sociales. Este absurdo,  mantenía en
 conflicto a la familia de Laurita, y en esa vida de
 tensión se desarrolló sus primeros años de infancia.
Chile sufría en aquel tiempo conflictos 
políticos por distintas  ambiciones de poder y 
tuvo una guerra civil que le provoco 
dificultades a las familias influyentes como la del 
padre de Laurita, entonces huyen 
de Santiago a 700 kilómetros al sur, región de la 
Araucana de Temuco. Ya por aquel
 tiempo tenía una hermana llamada Amanda. Don José, 
padre de Laura, abstraído en el des
aliento y la desesperación muere. Laurita en ese instante 
es una pequeña de poco más de dos años.  
En esta situación, su madre las lleva junto
 a su hermana a vivir a Argentina. En este país,
 doña mercedes abrumada y desolada 
por su situación, acepta convivir con 
un ganadero llamado Manuel Mora.
En 1900 Laura es internada en el 
colegio de las Hermanas Salesianas de 
María Auxiliadora en el colegio 
de Junín de los Andes  de Argentina. Allí, 
en clase de religión, su profesora
 comenta sobre el pecado en que viven
 las parejas de unión libre y sin matrimonio, 
y entiende que esta forma 
de vida no es agradable a Dios.
Laurita comprende entonces que
 su madre vive una situación grave al convivir 
con un hombre, esto le afecta mucho, 
ya que ama intensamente a su mama 
y le hace sufrir pensar en el  peligro 
de condenación eterna.
Laurita, ya es consciente del amor a Dios, 
entonces le ofrece su vida
 a fin de que su mamá abandone a ese hombre 
con el cual vive en pecado, 
esto se lo hace saber a su confesor, 
el Padre Crestanello, salesiano 
quien le explica:
 "Mira que eso es muy serio. 
Dios puede aceptarte tu propuesta 
y te puede llegar la muerte muy pronto". 
Sin embargo Laurita 
está resuelta a salvar el alma de 
la mamá a cualquier costo, y ofrece su vida al Señor, 
en inmolación para salvar el alma de la propia madre.
En su vida escolar se destaca por ser
 un joven afable y gana admiración de sus 
compañeras, su amabilidad y carácter
 servicial la hacen ser una gran compañera, 
del mismo modo  las superioras se 
quedan asombradas de su obediencia. Laurita 
muestra que siente un gran amor por 
Jesús Sacramentado y por María Auxiliadora.
 Así es como el día de su primera 
comunión ofrece su vida en sacrificio a Jesús, 
y al ser admitida como "Hija de María", 
consagra su pureza a la santísima Virgen María.
Laura, ante el conviviente de su madre, 
pasa por momento de gran sufrimiento, 
ya que no se deja abusar por él, quien la
 trata brutalmente con bofetadas y azotes, 
los que prefiere ante cualquier situación indigna.
En cierta ocasión sucedió una gran 
inundación que invadió la escuela, Laurita
 no escatima esfuerzos en colaborar
 en salvar de esta grave situación a la más 
pequeñitas de la escuela y luego de 
permanecer muchas horas en una
 noche en el agua, 
sufre una dolorosa enfermedad en 
los riñones, sufrimiento que acepta 
como el sacrificio
 que le ofreció a Dios por salvar el alma 
de su mamá. Luego de este suceso, 
Laurita se debilita con gran deterioro para su salud.
Junto con su padecimiento, recibe 
noticias que no sería aceptada  
como religiosa como consecuencia
 de la vida en concubinato de su madre, 
cuestión que a ella no le cabe ninguna
 responsabilidad. Esta discriminación ilógica 
le agrava su tormento, y no deja de ora
r por ello. Así es como ella se agrava y 
cae en cama con dolores intensos. La vida
 de Laura se está apagando, pero en su
 corazón está encendido su amor y dice: 
"Señor: que yo sufre todo lo que a Ti te parezca bien,
 pero que mi madre se convierta y se salve".
Estando Laurita en agonía, ella le hace 
saber a su madre: "Mamá, 
desde hace dos años ofrecí mi vida a Dios 
en sacrificio para obtener que tú no vivas más 
en unión libre.
 Que te separes de ese hombre y vivas
 santamente". Mamá:
 ¿antes de morir tendré la alegría de
 que te arrepientas, y le pidas perdón a Dios 
y empieces a vivir santamente?, 
entonces su madre le expresa: "¡Ay hija mía! 
Exclama doña Mercedes llorando,
 ¿entonces yo soy la causa de tu enfermedad
 y de tu muerte? Pobre de mí ¡Oh
 Laurita, qué amor tan grande has
 tenido hacia mí! 
Te lo juro ahora mismo. Desde
 hoy ya nunca volveré a vivir 
con ese hombre. 
Dios es testigo de mi promesa. 
Estoy arrepentida. Desde hoy cambiará mi vida".
Laurita llama a su Confesor y le dice: 
"Padre, mi mamá promete solemnemente a 
Dios abandonar desde hoy mismo 
a aquel hombre". Entonces mama e hija se 
abrazan llorando. A Partir de ese instante 
el rostro de Laurita es más sereno y alegre. 
Ella siente que ya nada le retiene en esta
 vida terrenal. La Divina Misericordia ha triunfado,
 su madre amada ha cambiado y su misión 
en esta vida se ve cumplida, de este modo,
 Laurita abraza y besa incansablemente el 
crucifijo orando junto a una amiga 
que permanece junto a ella en su lecho 
agonizante le dice: ¡Que contenta 
se siente el alma a la hora de la muerte, 
cuando se ama a Jesucristo y a María Santísima!.
 Así, de este modo, una imagen que está
 frente a su cama y exclama: "Gracias Jesús, 
gracias María".
Dios la llama a la vida eterna, luego de recibir 
la unción de los enfermos y su última comunión.
 Laura Vicuña muere en la Paz de Cristo,
 amándole intensamente el  22 de enero de 1904, 
cuando aproximaba los 13 años de edad.
Oración
¡Oh Beata Laura Vicuña!
Tú que seguiste heroicamente
El camino de Cristo,
Acoge nuestra confiada plegaria.
Alcanzamos de Dios las gracias
Que necesitamos…
Y ayúdanos a cumplir
Con corazón puro y dócil
La voluntad del Padre.
Otorga a nuestras familias
La paz y la fidelidad.
Haz que también en nuestra vida
Como en la tuya
Resplandezca una fe firme,
Una pureza intrépida
Y la caridad atenta y solícita
Para el bien de los hermanos.
Beata Laura Vicuña,
Ruega por nosotros.

viernes, 11 de diciembre de 2015

SAN DÁMASO Pontífice Año 384



SAN DÁMASO
Pontífice Año 384
Este Pontífice se hizo famoso por haber redactado y hecho grabar los epitafios o lápidas en los sepulcros de muchos mártires de las catacumbas de Roma.
Era de familia española. Fue secretario de los Pontífices Liberio y Félix, y al ser elegido Papa, en el año 366, tuvo que ejercer de "domador", porque tuvo que sofocar una sangrienta rebelión que en Roma se levantó contra él.
Secretario suyo fue San Jerónimo, a quien le encargó traducir la  Biblia al idioma popular. Su traducción se denominó Vulgata, que ha sido la Iglesia durante 15 siglos.
San Jerónimo dice de Dámaso: "era un hombre puro, que fue elegido para dirigir a una Iglesia que debe ser pura". Sus epitafios sobre las tumbas de los mártires en las catacumbas  se han conservado muy bien. Es la única noticia que guardamos de muchos santos, lo único que sabemos, es lo que Dámaso escribió sobre sus tumbas, por ejemplo de San Tarsicio, el mártir de la Eucaristía. Era excelente poeta.
San Dámaso redactó su propio epitafio así: "Yo, Dámaso, hubiera querido ser sepultado junto a las tumbas de los santos, pero tuve miedo de ofender su santo recuerdo. Espero que Jesucristo que resucitó a Lázaro, me resucite también a mí en el último día".
Desde muy joven, su lectura preferida fue la Biblia, y decía que el manjar más exquisito que había encontrado en toda su vida era la Palabra de Dios.
El introdujo la oración del "Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en un principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén".
Durante todo su pontificado se preocupó por obtener que los obispos de todas las naciones reconocieran al Pontífice de Roma como el obispo más importante del mundo.
A ochenta años murió el 11 de diciembre del año 384 y fue sepultado en la tumba que él mismo se había preparado humildemente, alejado de las tumbas de los santos famosos de Roma. Después construyeron sobre su sepulcro la basílica llamada San Dámaso.
Que San Dámaso y su secretario San Jerónimo nos consigan de Dios la gracia de amar, meditar y hacer amar y meditar mucho la Sagrada Escritura.
Jesús Martí Ballester

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